Ningún cartel indica cómo acceder al conocido como Búnker de Tamarit. Al pie de la montaña de Sant Joan, donde se encuentra, solo hay un cartel que ha perdido el color y que recuerda que aquel fue un sitio de lo más codiciado para construir en la época de mayor apogeo de la burbuja inmobiliaria.
Y, sin embargo, no hay nada que impida el acceso caminando, porque el débil vallado está caído en algunas zonas. A partir de allí todo es seguir un camino de tierra que atraviesa el bosque de pinos.
Cuesta hacerse una idea de las dimensiones de la construcción que ‘agujerea’ la montaña. El sitio está surcado por un laberinto de escaleras y pasillos a los que tampoco hay nada que impida el acceso (más allá de la aprensión del visitante vista la oscuridad y la basura que se acumula).
La estructura, de unos 1.500 metros cuadrados, estaba destinada a albergar los cañones con los que el ejército republicano se preparaba para repeler un ataque por mar a la ciudad. Además del espacio para los cañones en el lugar también se encuentran los barracones para albergar a una veintena de milicianos, la cocina y el corral de los animales.
Tal vez la parte más llamativa del complejo sea la sección oeste, donde desde fuera pueden verse dos especies de piscinas redondas unidas por un gran pasillo. No hay un milímetro de hormigón que no esté cubierto de grafitis de distinta factura. El día que visitamos el sitio, de hecho, encontramos a cuatro grafiteros que se han juntado expresamente para repintar algunas de las paredes.
Ya han dado una primera capa lisa y ahora han comenzado con los dibujos. No tienen idea de cuantas capas más hay debajo, este es uno de esos sitios «de siempre». De hecho uno se ha dado a la tarea de buscar latas de pintura ‘antiguas’ por los pasillos que bajan dentro de la montaña. «Esto es como arqueología, mientras más bajas más antiguas las latas» explica el joven. Encuentra una lata que asegura se dejó de fabricar en 2008.
Lucha vecinal
Explica, Albert Franquès, presidente de la Associació de Veïns de la Móra-Tamarit, que desde siempre los vecinos han luchado porque el sitio se preserve como espacio natural. De hecho la movilización vecinal y de entidades en 2007 consiguió que el terreno, propiedad de particulares, fuera declarado no urbanizable; una calificación que se mantiene en el actual POUM.
Pero el caso es que, ganada aquella batalla, pocas alegrías más han tenido los vecinos. Franquès explica que el lugar no les da más que preocupaciones.
En el sitio, solo hay botellones y se ha registrado más de un conato de incendio que han sofocado los propios vecinos. Franquès se lamenta de que un lugar de estas características esté abandonado y desaprovechado teniendo en cuenta que «hay unas vistas de 360 grados privilegiadas». Considera, además, que se debería poner en valor estos restos históricos.
A la espera de protección
Consultados al respecto, desde el Ayuntamiento de Tarragona señalan que ya se han iniciado los trámites para que el sitio sea declarado como Bien Cultural de Interés local. Joaquim Nolla, director del Arxiu Municipal, señala que esto le otorgaría un mayor grado de protección. A efectos prácticos implicaría, por ejemplo, que si se plantea hacer cualquier tipo de obra en el lugar, el proyecto debería pasar antes por la comisión de cultura de la Generalitat.
Explica Nolla que la intención es preservar al máximo todos los vestigios de la Guerra Civil, pero que hay que entender que Tarragona es una ciudad que cuenta con un amplio patrimonio y los recursos son limitados.
Defender el mar
Para entender el contexto de la construcción del búnker hay que remontarse al 14 de abril de 1937 cuando dos cruceros rebeldes, el Canarias y el Baleares, bombardearon la ciudad de Tarragona, afortunadamente sin víctimas. Fue ante la inminencia de un nuevo ataque que las autoridades militares republicanas vieron la necesidad de levantar edificaciones defensivas. Pese a todo, construcciones como la de Tamarit no entraron en acción porque el avance franquista no fue por mar sino por tierra.
Además de la construcción de Tamarit, en el la costa de Tarragona quedan 7 de los 16 nidos de ametralladora (lugares donde se apostaban los soldados con sus armas) que se construyeron en la misma época.
Actualmente no están señalizados, pero cuando se elimine finalmente le muro del preventorio de La Savinosa quedarán a la vista los tres que hay en la zona. Según explica Nolla Ayuntamiento y Diputació han llegado a un acuerdo para musealizarlos y explicar en qué consistían estas construcciones.
En la página web del Arxiu se puede consultar un mapa interactivo con la ubicación de todos los nidos de ametralladora y defensas, La fuente son los datos aportados por el Grup de Recerca i Investigació d’Espais de la Guerra Civil (GRIEC).