Dignificar el barrio a través de las pinturas murales y hacerlo más bonito. Esta es la intención del colectivo 27.7, un grupo de artistas de Bonavista que se han metido entre ceja y ceja que su barrio tiene más y mejores cosas buenas que enseñar que las malas noticias que salen a veces.
Se han pasado esta semana pintando las paredes exteriores de l’Escola Joan XXIII que dan al descampado de la empresa AITASA, un espacio muy frecuentado que ahora se han propuesto revitalizar.
«Queremos darle vida y color al barrio, nos faltan noticias positivas, por eso contamos con todo el mundo y usamos mensajes positivos», explicaba el jueves el pintor David García, que, junto al ilustrador Miki Pérez, forman el colectivo 27.7.
Y esto lo han hecho a través de la pintura de gran formato que, desde hace años, contribuye a mostrar una cara más amable del descampado que, en realidad, es cada día el acceso de centenares de alumnos de l’Escola Joan XXIII.
Y han tenido la ayuda de los usuarios de APRODISCA, una entidad de La Selva del Camp que trabaja con personas con diversidad de capacidades. Para ellos, salir a pintar a lo grande es una gran novedad que tienen que aprovechar, y se nota la emoción en sus ojos mientras pasan la brocha por la pared. «Se lo pasan en grande, les encanta salir y para ellos es una cosa nueva», dicen Natàlia Gala y Norma Salvadó, ambas monitoras del Servei de Orientació i d’Inserció de APRODISCA.
A lo largo de una mañana, una docena de usuarios dieron vida al mural ‘Treu la millor versió de tu mateix’ que, además del mensaje vitalista, comparte toques de sostenibilidad en un contexto de sequía.
«Pintar así es lo mejor porque pienso en cualquier cosa, en mi familia o canto por dentro», explicaban los usuarios Oriol, Manolo, Israel, Vida y Jose sin quitar la atención del mural. Al final, el resultado es un gran cuadro al aire libre que ayuda a dignificar esa zona del barrio de Bonavista a la vez que comparte una idea muy importante para los niños y niñas que lo verán a diario.
Desde el colectivo 27.7 explican que su objetivo es precisamente este, el de dar pinceles a los chavales y despertarles inquietudes artísticas. «En realidad no hay un método que explique como hacer un mural colaborativo, vamos probando y aprendiendo», dicen García y Pérez, un proceso participativo que ayuda a sentir más propio el resultado final y a respetarlo más. «No siempre se tiene la posibilidad de pintar una cosa así de grande», recuerdan los artistas.