El Patronat Municipal de Turisme de Tarragona viajó esta semana a Madrid para promocionar la ciudad, como destino de escapada a dos horas y media en tren. El alcalde de la ciudad, Pau Ricomà, habló el pasado lunes, cuando presentó la campaña, del «enorme potencial» que ofrece este mercado. Una comunidad que despierta con especial interés desde la irrupción del AVE low cost, a finales del pasado mes de mayo, abriendo la puerta a los billetes a partir de los nueve euros.
La llegada del operador Ouigo ha abierto un nuevo camino, que Renfe ha reforzado con sus trenes Avlo. Hélène Valenzuela, directora general de la compañía francesa, mostraba claros sus objetivos el primer día en el que un convoy de esta sociedad paró en La Secuita: «Pretendemos contribuir en el crecimiento de Tarragona promoviendo la reactivación de un sector muy tocado por la pandemia como es el turismo». En los tres meses en los que operó de prueba, Ouigo movió 35.000 viajeros desde esta terminal y, para este año, ha decidido reforzar su oferta con el objetivo de alcanzar las 100.000 personas.
«Los nuevos servicios abren nuevas oportunidades», afirma el profesor de la Facultat de Geografia de la Universitat Rovira i Virgili, Aaron Gutiérrez. Este especialista en movilidad del Grup d’Anàlisis Territorial i Estudis Turístics (GRATET) asegura que hay un fenómeno que acostumbra a ser habitual en ciudades y territorios que quedan conectados al AVE. «En los primeros cinco o seis años, el perfil de los usuarios es profesional, es decir, el hombre o mujer que viaja en maletín por razones de trabajo». Pasado un tiempo, se van sumando nuevos viajeros. «Es como cualquier innovación, que inicialmente hay un cierto reparo, pero después se democratiza el uso», argumenta. Un fenómeno que, con la llegada de las nuevas tarifas y la irrupción de nuevas compañías se ha acentuado, subiendo al tren jóvenes y familias que hasta el momento no habían utilizado el tren de alta velocidad.
El sector turístico no quiere dejar pasar esta oportunidad, que se abre en un contexto en pleno proceso de reflexión, a causa de la pandemia y de la crisis climática. Los principales expertos hablan de un futuro marcado por el turismo de proximidad, en el que coger un avión no será tan habitual como en los últimos tiempos. En paralelo, países como Francia ya se han anticipado, prohibiendo los vuelos domésticos para viajes que puedan hacerse en tren en menos de dos horas y media. «El tren es un medio de transporte rápido y cómodo, que nos comunica con mercados muy interesantes como Madrid, Zaragoza y Lleida», afirma el portavoz de la Federació d’Empreses d’Hostaleria de Tarragona (FEHT), Xavier Guardià.
Esta organización considera que el alta velocidad ganará «presencialidad». «A la larga el low cost ayudará como ya hizo en su momento con el tráfico aéreo», añade. Por este motivo, asegura que ya han establecido contacto tanto con Renfe como con SNCF para establecer promociones que favorezcan a ambas partes. «A lo mejor no es un servicio para ir de vacaciones, pero sí para escapadas», añade.
El recorrido es largo. Antes de la Covid el 50% de los turistas de la Costa Daurada eran extranjeros, que principalmente llegaban en avión, y el otro 50% nacionales. A causa de la pandemia, esta segunda franja creció este verano hasta el 90%. Esto explica que el avión se haya desplomado. El aeropuerto de Reus ha movido este 2021 la cifra de 158.637 viajeros, un 84% menos respecto a 2019. Por contra, según el último estudio del GRATET, vemos como la principal puerta de entrada es la carretera, ya que el 85% de los turistas que llegaron este verano lo hicieron en coche. Tan solo el 7% eligieron el transporte público como medio de transporte y de estos un 4% eligieron el AVE. «Sistemáticamente vemos como agosto es el mes con más viajeros, cuando en el resto de estaciones españolas las cifras caen porque pierdes los viajes por motivos de trabajo y estudios», añade Gutiérrez.
Una hora y media
Para este especialista en movilidad de la Rovira i Virgili el reto para aprovechar la «potencialidad» del alta velocidad pasa por garantizar la «cadena modal», de forma que la ubicación de la estación no represente un handicap, y que los viajeros no tengan que hacer una «gincana» para llegar a su destino final. Prueba de ello, es que los pasajeros que llegan fuera de la temporada alta de verano, si quieren coger el autobús para ir a Cambrils, tan solo tienen tres expediciones al día con un tiempo de recorrido de 1 hora y 25 minutos o deben ir primero a Tarragona para hacer transbordo.
Aaron Gutiérrez defiende la necesidad de un «plan estratégico» que permita conocer los picos de llegadas y el destino final de los usuarios del AVE, para mejorar las conexiones, que ahora son deficitarias. De hecho, el único estudio que se hizo al respecto es de 2013, por lo que ha quedado totalmente desactualizado. Falta conocer nuevos datos con información que permita atender mejor la demanda de los usuarios del low cost. De lo contrario, Gutiérrez considera que «se están perdiendo oportunidades a nivel turístico».
«Si alguna ventaja debería tener la ubicación es que pudiera haber una buena explanada, con un parking económico y unos buenos enlaces con las ciudades más importantes y la costa», añade Guardià. Son viejas demandas del turismo y de todos los usuarios que utilizan esta estación, inaugurada hace 15 años, que se esperaba que «revolucionaría» las comunicaciones del Camp de Tarragona.
El catedrático en Economia de la URV, Josep Maria Arauzo, se muestra «escéptico» con el futuro de esta infraestructura. «La ubicación es errónea y supone un lastre permanente», argumenta. Arauzo defiende la necesidad de una estación intermodal junto al aeropuerto para favorecer la intermodalidad. «El low cost puede favorecer la movilidad, pero tiene un tope y unas limitaciones en cuanto a los destinos, mientras que si tienes lo mismo junto al aeropuerto de Reus se abre la puerta a centenares de mercados», argumenta. El territorio necesita poner orden a un mapa de infraestructuras que aún presenta déficits y del que no está sacando su potencial.