Fantasmas que recorren media Tarragona (casi tantos como para formar una candidatura para las próximas elecciones municipales), la relación de la ciudad con el Diluvio Universal, un obispo pirata, el origen del nombre del Serrallo... Dos libros (uno con doble edición en 1965 y 2002 y el otro de reciente aparición) enumeran una serie de leyendas sobre Tarragona. Entre ellas una que provocó la incendiaria ira de la vecina Reus.
¿Quién fundó Reus?
Es 1965. Plena época franquista. La Diputación de Tarragona edita el libro ‘Leyendas históricas de Tarragona’, de Amadeu-J. Soberanas. La obra ha ganado dos años antes el primer premio del concurso «leyendas y tradiciones tarraconenses» convocado por el Instituto de Estudios Tarraconenses Ramón Berenguer IV.
Entre las 27 historietas que enumera, Soberanas se atreve a incluir una sobre el supuesto origen de la fundación de Reus. Cuenta el autor: «Se dice que en los primeros años de existencia de nuestra Tarraco romana, llegaron, Dios sabe de dónde, unos mercaderes que se establecieron en la ciudad. Al poco tiempo, ya se habían hecho populares por pendencieros. Por cualquier nimiedad armaban un gran revuelo».
Sigue Soberanas: «Los patricios tarraconenses, alarmados y temerosos de perder la placidez de la que disfrutaban, (...) expulsaron a los mercaderes y solo les permitieron acampar a una distancia de quince kilómetros de la Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco. Así nació la ciudad de Reus, nombre que no quiere decir otra cosa que reos, tal y como denominaban en Tarraco a aquellos fenicios bullangueros».
«Desde entonces, los reusenses guardan un cierto resentimiento contra la capital a causa del destierro del que fueron objeto sus antepasados, de los cuales heredaron las mismas estratagemas comerciales», asegura Soberanas.
Soberanas, quizá temeroso de la que le podría caer encima, intenta suavizar la cosa: «No deseamos ni ofender ni escarnecer a nadie con este relato. ¡Dios nos libre de tanta audacia! Pero creemos que lo que la historia y la tradición nos ha transmitido no hay que omitirlo ni callarlo».
El preventivo párrafo no le sirvió para nada a Soberanas. La leyenda despertó la indignación de las autoridades reusenses. El editorial del 5 de junio de 1965 de ‘Reus. Semanario de la Ciudad’ dice así: «Si la morrocotuda tremolina del Sr. Soberanas nos importa muy poco, sí que nos afecta en cambio la categoría de los editores porque se trata de una Institución y una Corporación respetabilísimas que no tienen en su trayectoria, ni en su misión, ni en su espíritu, ni en su intención, el fabricar sobre los orígenes de Reus una superchería de tan mal gusto, apta solo para ser repudiada como una mala broma en una mala tertulia de mesa de café».
El Semanario se puede consultar, junto a mucha otra interesante documentación, en el Centre de Lectura de Reus. Continúa así el artículo: «Tenemos la seguridad de que sin mayores titubeos, la caballerosidad del señor Presidente de la Diputación, de todos los Diputados y de los miembros del Instituto de Estudios Tarraconenses sabrá encontrar con urgencia la manera de desfacer el entuerto del que hoy se duelen con justa indignación cuantos reusenses han tenido en sus manos este desgraciado libro».
El editorial concluye de un modo aún más contundente: «Para poner las cosas en su punto quizá no podría haber mejor fallo que el que dió el cura ante el volumen autor del daño, en la librería del Ingenioso Hidalgo: ‘Tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral y dé principio el montón de la hoguera que se ha de hacer». En suma, sugería quemar el libro de Soberanas.
Dicho y hecho. En el prólogo de la reedición en catalán de 2022, que se puede encontrar en la Biblioteca de Tarragona, escribe el muy reusense Pere Anguera, nada sospechoso de ser un pelacanyes encubierto: «Si la quema de libros por la Inquisición primero y después por los diversos regímenes fascistas, el español incluido, fue una auténtica tragedia, el montaje de un acto similar a menor escala impulsado bajo mano por el Ayuntamiento reusense la convirtieron en farsa. No ha quedado ningún rastro documental, pero yo tengo el recuerdo muy claro».
Explica Anguera que, cuando él estudiaba en el instituto, los estudiantes de mayor edad, «con la tolerancia de las jerarquías académicas», lideraron una manifestación. Ojo, en 1965. A la protesta se sumaron todos los alumnos. Anguera: «No recuerdo el itinerario, pero sí que llegamos a la plaza del Mercadal. Tampoco tengo claro lo que hicimos al llegar al Ayuntamiento, si nos limitamos a gritar o si, como alguien ha comentado, la clausura del espectáculo fue la quema de algún ejemplar del libro».
Recuerda Anguera que el alcalde de Reus, Juan-Amado Albouy Busquets, era miembro de la permanente del Instituto de Estudios Tarraconenses y que el arqueólogo reusense Salvador Vilaseca ejercía de director. Vilaseca dimitió en febrero de 1966 porque el escándalo del libro aún coleaba.
La justificación de las autoridades para haber dado luz verde a tan malvada obra fue que la leyenda reusense no estaba en el original premiado sino que se había introducido después. El propio Soberanas lo admitió, según se dijo en una reunión del Instituto. Anguera sostiene que era imposible que se encargase una ilustración para la leyenda y se aumentase la paginación del libro sin permiso de alguna autoridad.
Según afirma Anguera, el libro «que hoy es una auténtica joya bibliográfica por su rareza, fue retirado y mutilado». ¿Y quemado? Anguera no lo deja claro en el prólogo a la edición de 2002, pero otras fuentes afirman que sí.
Joan Noguera, autor de un libro de reciente aparición ‘101 llegendes i curiositats de Tarragona’ (Varia Editio), asegura que «el Sr. Amado Albuy adquirió toda la edición y, en un acto de desagravio, el 1 de diciembre de 1977, hizo una gran pira y caló fuego, quemando todos los libros. Bien, todos no. Hoy es muy difícil encontrar algún ejemplar, pero se escaparon unos cuantos. Uno de ellos me lo regaló el hijo del alcalde».
La fecha puede sorprender ya que el libro se publicó en 1965 y el alcalde quemó los ejemplares en 1977. Noguera se basa en lo publicado en el libro ‘Guía secreta de Tarragona’, de Josep Francesc Valls, quien cita a su vez como fuente a Xavier Ricomà, exdirector del Museu d’Art Modern de Tarragona.
El propio Soberanas, en el prefacio a la edición de 2002, asegura que el alcalde de Reus propuso quemar todos los ejemplares en la Plaça de la Font. Y que si bien tuvo detractores («unos querían desterrarme de Tarragona» o «quemarme en efigie»), otros le apoyaron («comenzaron a recoger firmas para ofrecerme una cena de homenaje y desagravio»).
Sea como sea, como bien escribió Anguera, «hay que discernir qué es historia y qué es leyenda». Por ejemplo, la que viene a continuación. Una leyenda que, según dice Soberanas citando al periodista Carlos Sentís, la inventaron «algunos reusenses».
Tarragona, ‘deicida’
El libro ‘101 llegendes i curiositats de Tarragona’, basado en la obra de Soberanas e inspirado en parte en las visitas sobre las leyendas de Tarragona que organiza la empresa de guías Itinere, describe la ‘conexión’ tarraconense con la muerte de Jesús.
Pilatos, el prefecto romano que condenó a Jesús, vivió en Tarraco antes de ser destinado a Jerusalén. Cuando se fue a la ciudad santa se llevó con él una escolta de soldados de Tarraco. «Es por eso que se da como cierto que los verdugos de Jesús fueron ciudadanos de Tarraco, antecesores de los actuales tarraconenses», escribe Noguera. Esta leyenda la publicó por primera vez en 1902 el folclorista Aureli Capmany.
Un viaje con bronca
Otra leyenda de época romana. El emperador Augusto residió durante un tiempo en Tarraco y la enriqueció. En el año 27 a.C. incluso la hizo capital de la Hispania Citerior. Los tarraconenses, agradecidos, erigieron un altar en su honor. Tiempo después, observaron que había brotado una palma en la piedra. Creyeron que era un milagro. Incluso se acuñó una moneda conmemorativa, como se explica en una crónica pelacanyes anterior publicada el 15 de mayo de 2022. Emocionados, decidieron viajar a Roma para comentárselo en persona al propio Augusto. Este les recibió y, lejos de felicitarles, les abroncó: «Si ha brotado una palma es porque no hacéis sacrificios en el altar». Obvio. Si hubiesen utilizado el ara, estaría limpia y no con hierbajos. Los pelotas viajeros hicieron el ridículo.
La luz de la Catedral que salvó vidas
Más temática religiosa. Una de las leyendas que cita el guía de Itinere Xavier Mejuto en sus interesantes visitas (más información en su web) es la de tres pescadores del Serrallo que salvaron la vida de modo milagroso. Salieron a faenar la noche de Navidad. Una tormenta azotó la barca. A punto de naufragar, los pescadores rogaron a Dios ver la luz de algún puerto cercano. Pero la noche era oscura. Sin luna. Mientras tanto en la catedral los sacerdotes oficiaban una ceremonia previa a la Misa del Gallo. El sacristán mayor elevó un cirio y su luz se reflejó en el rosetón de la Catedral. Aquella pálida iluminación sirvió a los pescadores para orientarse y atracar sanos y salvos en Tarragona.
¿Por qué el Serrallo se llama el Serrallo?
Hablando del Serrallo, Noguera explica el supuesto origen del nombre. Cita el libro ‘El Serrallo. Origen del nom del barri de pescadors de Tarragona’, de Vicent M. Garcia Llopis. En 1860, uno de los mandos de las tropas que combatían en África, el general Echagüe, fue nombrado «conde del Serrallo», en alusión a un antiguo palacio árabe donde había establecido su base de operaciones. Echagüe fue designado capitán general de Catalunya y en 1865 autorizó que se construyeran casas junto a la desembocadura del Francolí, entonces zona militar. El nuevo barrio se denominó Serrallo por su título nobiliario.
Fantasmas por doquier
El Serrallo es una de las pocas zonas de Tarragona por donde no vaga, que se sepa, algún que otro fantasma. Según el interesante libro de Noguera, los espectros se han acomodado en media ciudad. Hay una niña que grita y toca el piano en Casa Castellarnau, una antigua noble que hace guardia en las murallas, una niña asesinada por los franceses tras atacar Tarragona y que gime en la calle de Santa Tecla, personas fallecidas de lepra o peste que susurran en las cuevas del Llorito (su historia se explicó en una pelacanyes del 17 de octubre de 2021), un niño que aún pide ayuda desde el fondo del pozo situado junto a la Quinta de San Rafael o un monaguillo, muerto de una pedrada por un enfurecido capellán, que se queja desde la profundidad de otro pozo, el del claustro de la Catedral. A fantasmadas nadie gana a Tarragona.
Tarragona y el nieto y bisnieto de Noé
Sabemos quién fundó Reus. Según la leyenda, ojoooo. ¿Y Tarragona? Soberanas y Noguera explican en sus respectivos libros que, tras el Diluvio Universal, Noé ordenó a su familia que se repartiese por todo el mundo para repoblarlo ya que el resto de la población había perecido ahogada. Noé tenía tres hijos, Sem, Cam y Jafet. A éste último se le considera el padre de Europa. De sus siete hijos, Tubal fue el que desembarcó junto al Francolí y fundó Tarragona bautizada así en honor a Tarrakon su primogénito. En resumen, que Tarragona se llama así gracias al bisnieto de Noé.
El obispo pirata
El éxito militar se le subió a la cabeza a un sacerdote del s. XV y quiso apoderarse del Mediterráneo. Es Pedro Ximénez de Urrea, que en 1445 había nombrado arzobispo de Tarragona. En pleno auge de la piratería, comandó, por orden del papa Calixto III, una flota que combatió a los piratas. Obtuvo victoria tras victoria hasta el punto de que él mismo decidió hacerse pirata. Pío II le excomulgó y Alfonso V le obligó a volver al buen camino. Urrea pidió perdón y recuperó el Arzobispado.
El milagro del Miracle
En el siglo XII, el obispo San Oleguer se embarcó en Tarragona. Se desencadenó una tormenta y Oleguer la maldijo. Tras volver a la ciudad, arrepentido por haber maldecido «una obra de Dios», decidió encerrarse hasta que Dios le perdonase y como prenda arrojó la llave al mar. A los pocos segundos, un pez emergió con la llave en la boca. Todos los presentes gritaron «¡milagro!», «¡milagro!».
Sant Jordi pelacanyes
Tarragona no podía ser menos y debía tener una leyenda con dragón incluido. Cuenta que los sarracenos defendían Tarragona de los ataques cristianos gracias a un dragón hasta que el bicho fue eliminado, no por Sant Jordi sino por el conde de Barcelona. En fin, como concluye Mejuto, «Tarragona lo tiene todo en historia».