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Crecen las agresiones a las enfermeras: «Me esperaban en la puerta del hospital»

En 2023 se registraron ocho agresiones al día en España. El colectivo ejerce de «muro de contención» para los pacientes frustrados por el mal funcionamiento del sistema

27 enero 2025 14:57 | Actualizado a 28 enero 2025 07:00
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«Después de gritarme y amenazarme, me esperaron a la puerta del hospital. Tuve un ataque de ansiedad. Pasé mucho miedo, tanto ese día como los dos meses siguientes». Este es el testimonio de Laura –nombre ficticio de la víctima–, una enfermera de 34 años que trabaja en las Urgencias de un hospital tarraconense, y que en el año 2023 fue agredida por una pareja de jóvenes.

La violencia hacia las enfermeras no para de crecer en los últimos años. Golpes, tirones de pelo, empujones y, sobre todo, amenazas, gritos y acoso. En 2023 se denunciaron 2.840 agresiones en España. O lo que es lo mismo: ocho agresiones al día. Así lo asegura el Consejo General de Enfermería. «Eso supone un preocupante incremento del 10% respecto a la cifra de 2022, cuando se registraron 2.580 incidentes», aseguran desde el Col·legi Oficial d’Infermeres i Infermers de Tarragona (CODITA).

En el caso de Tarragona, el pasado 2023 se denunciaron 31 agresiones, mientras que en 2022, 18. Desde CODITA destacan que hay que tener en cuenta que no todos los episodios de violencia se denuncian.

El caso de Laura, enfermera de CODITA, sí que ha acabado en los juzgados. Los hechos se remontan a abril de 2023. Estaba haciendo el cribaje en Urgencias cuando entró una joven de 18 años con un golpe en la pierna. Su patología no era grave y, por lo tanto, el personal atendió antes a otros pacientes de la sala de espera. Pero la idea no gustó a la chica. Cuando Laura terminó su turno, la joven y su pareja la siguieron hasta el ascensor. Le gritaron y la amenazaron. Querían saber su nombre para poner una reclamación. Laura se negaba a dárselo. Le daba miedo.

Al llegar al ascensor, la situación se puso más tensa y las compañeras de Laura salieron a su rescate. «Tuve tal ataque de ansiedad que, al llegar los Mossos, no podía ni escribir. La pareja incluso pegaba patadas a la puerta donde me protegía», relata Laura, quien explica que «pasada media hora, todavía me esperaban en la puerta. Salí por otro lado y me fui a casa».

Laura estuvo dos meses revisando las esquinas y sufriendo por quien entraba en el cribaje. «Pasé unas semanas con ansiedad y con mucho miedo. Incluso me cambié el nombre en las redes sociales», explica.

Como ella, son muchas los profesionales que sufren agresiones a diario. Algunas enfermeras entrevistadas aseguran que el paciente está frustrado por lo mal que funciona el sistema sanitario y que lo pagan con ellas. «Nosotras no tenemos culpa de cómo funciona la sanidad. No somos responsables. Sin embargo, pagamos las consecuencias. Ejercemos de muro de contención», dice Antònia, otra enfermera de un ambulatorio tarraconense.

También hay pacientes que llegan bebidos o bajo los efectos de las drogas y que generan mucha sensación de inseguridad en el colectivo.

Las enfermeras aseguran que no es que hayan incrementado los casos sino que, ahora, el personal es más consciente y denuncia con más que antes. Así se explicaría el aumento de denuncias que se ha registrado en los últimos años.

Pau –otro nombre ficticio– también fue víctima de una agresión. En este caso, no denunció por miedo a posibles represalias. Los hechos se remontan a 2017, en el CAP de Constantí. Pau es fisioterapeuta y su paciente llegó tres cuartos de hora tarde a la visita. «Cuando llegó le dije que ya no podía atenderle. No es que no quisiera, es que tenía que marcharme a un domicilio», relata Pau, quien sigue: «Entonces se me acercó y me dijo que de allí no salía hasta que no le atendiese. Se acercó tanto que casi hubo contacto físico». Al final, el paciente se fue y Pau cayó desplomado como consecuencia de un ataque de ansiedad.

Decidió no denunciar por varios motivos. «Primero porque tenía que hacerlo de manera individual, como trabajador. La empresa –es decir, el Institut Català de la Salut (ICS)– te acompaña en el proceso, pero no pone la denuncia», explica Pau. El segundo motivo es por miedo. «Estaba en una área básica problemática. Tenía compañeros a los que les habían pinchado las ruedas del coche o roto los cristales», añade.

Pau asegura que el personal está indefenso ante el agresor. «Los días siguiente tenía que tratar a su madre, e incluso a él. Menos mal que no se presentó», explica.

Pau también es delegado sindical de prevención de la UGT. Asegura que las agresiones podrían reducirse si se apostará por incrementar la vigilancia y seguridad en los centros sanitarios más problemáticos.

¿Funciona el botón del pánico?

Una de las medidas que desde Salut se han tirado adelante para prevenir las agresiones es la instalación de un botón del pánico, ubicado debajo del escritorio del médico o enfermera. El funcionamiento del botón no acaba de convencer al personal. Cuando se activa, la señal va a una centralita que llama al profesional. «Claro, si me está amenazando y tengo que coger el teléfono en medio de la agresión verbal, igual la situación empeora», explican desde el sindicato UGT.

Las mamparas para las administrativas o el incremento de la presencia de ‘seguratas’, son otras de las medidas que se están implantando en la lucha contra las agresiones

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