Al caer el atardecer, el Vesubio es solo una silueta recortada en el horizonte, siempre amenazante, presidiendo las eternas ruinas de Pompeya. Con la oscuridad es el momento en el que la embarcación abandona el Molo Beverello de Nápoles para salir a aguas abiertas. La ciudad italiana, la más poblada del sur del país, pertenece al tramo final de MSC Cruceros Fantasia, con una última parada en Palma de Mallorca antes de arribar a su destino, en este caso Barcelona.
Muy similar a esta, la compañía recupera el mes de abril una ruta mediterránea con origen y llegada a Tarragona, y que visitará las ciudades de Marsella, Livorno, Civitavecchia (Roma), Génova y Valencia. De esta forma, más de 120.000 pasajeros conocerán la Costa Daurada a través de la compañía en este 2024. Así lo manifestó recientemente su director general, Fernando Pacheco, en la Cambra de Comerç de la ciudad.
Pasadas las ocho de la noche, es momento de ajetreo en el barco tras el silencio de la tarde, trajín entre el pasaje y también entre la tripulación, en las 18 cubiertas que componen la nave. Mientras unos se preparan para la cena, los otros procuran controlar hasta el último detalle, que no son pocos puesto que MSC Fantasia tiene capacidad para 4.363 pasajeros, repartidos en 1.637 camarotes con perfiles de todas las edades, clases sociales y países de procedencia. Desde bulliciosos adolescentes en viaje de estudios que corretean pasillos arriba y escaleras abajo a familias jóvenes con menores, parejas en busca de tranquilidad y reposados abuelos.
El refugio del solitario
Una hora más tarde, sobre las nueve de la noche, la efervescencia es abrumadora, especialmente en las cubiertas sexta y séptima: una veintena de bares y salones, cada uno con su propuesta gastronómica y su acompañamiento musical, así como artistas en directo; el casino con sus máquinas tragaperras y mesas de juego, que poco a poco comienza a tomar forma tras algunas copas; mundos virtuales, simuladores de Fórmula 1 y cine en 4 D; áreas termales, de fitness o rincones para los más pequeños; tiendas, boutiques y pedidos para llevar o piscinas cubiertas, descubiertas, jacuzzis, spas y toboganes. Todo ello en una embarcación de 330,30 metros de eslora y 67,69 de altura con 27.000 metros cuadrados de espacios comunes en los que no cabe ni un alfiler. Especialmente organizado para que nadie se aburra.
Sin embargo, en este escenario, ¿dónde esconderse del mundanal ruido cuando más de cuatro ya son multitud y no se lleva nada a bordo en consonancia con la fiesta blanca de los cruceristas? MSC Yacht Club es la respuesta.
MSC Fantasia ofrece un servicio de exclusividad, privacidad y atención personalizada en su cubierta quince y hasta la 18, que aísla a los pasajeros del resto de actividad. Un «barco dentro del barco» como bien define la compañía.
El embarque y desembarco para los miembros del MSC Yacht Club es prioritario, acompañado en todo momento por el personal de la tripulación. Una vez a bordo, los huéspedes disponen de una amplia suite con balcón privado en las cubiertas de proa y un mayordomo o mayordoma y conserje las 24 horas. Una suite que espera a los cruceristas con una botella de Moscato d’Asti. En definitiva, un cuidado refugio donde los deseos de los pasajeros son prácticamente órdenes.
Se trata de una zona privada privilegiada, sofisticada y cuidadosamente elegante con piscina, jacuzzi, solárium, bar y un espacio biblioteca para los que se han olvidado la lectura en casa, lo que no excluye unirse al resto de los pasajeros de la embarcación si así se prefiere, en cualquier momento de la navegación.
Excursiones y compras a medida, cenas gourmet que sumergen en una aventura gastronómica de sensaciones y música en directo todas las noches en el Top Sail Lounge son otras de las posibilidades. Una única manera de disfrutar de la vista del mar con las teclas del piano tocando por Frank Sinatra.
Todo ello gracias a la profesionalidad de la tripulación, que hace posible que todo funcione y gire alrededor del huésped.