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Cinco testimonios a los cinco años del 1-O

Algunos fueron agredidos. Otros tomaron parte en la logística de las urnas. Protagonistas del referéndum en el que votaron 220.000 tarraconenses recuerdan un día de emoción y dolor

30 septiembre 2022 20:27 | Actualizado a 01 octubre 2022 07:00
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Un militante herido en la cabeza en una carga policial en Tarragona, un escritor que recitó una poesía ante los Mossos en Tortosa o una directora de colegio que asistió a los destrozos en su centro de Mont-roig del Camp son algunos de los testimonios, cinco años después, del histórico 1-O en la provincia. La convulsa jornada de votación dejó estampas duras en Mont-roig del Camp, La Ràpita o la propia Tarragona. Se cumple un lustro del día en que 220.749 tarraconenses, un 40% del censo electoral, pudieron depositar su voto en el referéndum por la independencia de Catalunya.

El 93% dijeron ‘sí’. En total, más de dos millones de personas salieron a la calle en un día marcado por la contundente respuesta policial a esa movilización, punto culminante no solo de un Procés que había arrancado oficiosamente en 2012 sino de toda una logística, en muchos tramos clandestina, que sí logró poner las urnas.

La ilusión soberanista se dio de bruces con enfrentamientos de los que aún se sufren las consecuencias. Un informe de Salut cifró en 1.066 los atendidos en Catalunya. El parte dejó heridos por contusiones, golpes de porra o caídas, y un reguero de afecciones como fracturas óseas, traumatismos de todo tipo o crisis de ansiedad.

La fecha, 1-O, se ha hinchado de simbolismo. Ha servido para bautizar plazas y calles. Fue un día doloroso al que le han seguido todo tipo de sentimientos: la frustración por ver que la independencia no se materializó; la desconexión definitiva que supuso con España en muchos lugares, en un punto de no retorno; o la conciencia duradera de que de allí emanó un mandato del pueblo aún vivo y apto para ser culminado.

Quedan abiertos unos pocos procesos judiciales, en algunos casos cruzados entre manifestantes y los agentes. Eso sí, la mayoría de procedimientos se han archivado. «De la denominada causa reusense, con las acusaciones de delito de odio, no queda nada. Se demostró que atribuir a un colectivo como la policía la etiqueta de vulnerable era una barbaridad. Fue todo una ficción jurídica», indica Lluís Gibert. Este letrado de Reus cree que «se partió de atestados policiales que eran absolutamente exagerados y luego eso no tuvo ninguna base a nivel de instrucción». Un listado de expedientes judiciales en los que la Associació d’Advocats 1 d’octubre de Reus ejerce como defensa radiografía el momento actual: dos asuntos archivados definitivamente, seis de forma provisional, una sentencia absolutoria contra una reusense que tuiteó contra el juez Llarena, un caso en mediación y una causa archivada contra tres personas denunciadas por lesiones por la Guardia Civil en Mont-roig. Otra persona está pendiente de que la Audiencia Provincial resuelva su archivo. Los sobreseimientos son también comunes cuando la plataforma de letrados actúa como acusación.

«El 1 de octubre superó a los políticos»

«Ya hemos repartido todo el champán». «Todo está a puesto». Estos fueron dos de los mensajes que recibió Rosa Maria Codines el 30 de septiembre de 2017, cuando se encontraba en la Plaça de la Font de Tarragona durante un acto previo al referéndum del 1 de octubre. La expresidenta de Òmnium Cultural Tarragonès participó en la logística territorial de los preparativos para poder llevar a cabo la votación en las comarcas tarraconenses, pero reconoce que «la clave del éxito fue que no teníamos demasiada información. Cada uno sabía lo suyo, pero poco más. No teníamos una visión general ni sabíamos cuando llegarían las urnas», relata. Por esto, reconoce que cuando recibió los dos mensajes «de entrada, no los entendí».

Codines formó parte de varios grupos en las redes sociales Signal y Telegram y, asimismo, tomó parte en varias reuniones previas. «Varios días antes nos dijeron: tranquilos, se votará. Y las urnas llegaron a los colegios de madrugada. Fue muy emocionante, lo recuerdo como un acto de reafirmación nacional. Fue un tsunami por la fuerza de toda esta gente que llevaba años luchando», indica Codines, quien ya no lidera la entidad cultural en la comarca.

Durante el mes de septiembre de 2017 se llevaron a cabo numerosos encuentros en lugares «estratégicos». «No era una gran estructura, queríamos que funcionara por debajo», recuerda Codines. Según ha trascendido, la entrega de las urnas en Tarragona se realizó el jueves 28 de septiembre de 2017 en el área de descanso de la AP-7 a la altura del Pont del Diable. Se hizo en tres turnos: a las 19.30, a las 20.30 y a las 21.30 horas. Hasta ese momento, el núcleo duro de la organización territorial estaba formado por cinco personas, pero a partir de entonces se pasó a más de 150. «La gente pasó por encima. Muchos padres y madres se quedaron a dormir en los centros educativos. La red, a todos los niveles, fue brutal. Me quedo con la fuerza que demostró la ciudadanía», indica.

«Temí lo peor, nos ningunearon»

El 1 de octubre, Codines votaba en el Institut Pons d’Icart. «Estaba allí desde primera hora de la mañana. Empezaron a llegar imágenes de policías pegando a los ciudadanos. Nos humillaron y ningunearon, temí lo peor», relata la expresidenta de Òmnium, quien pese a ello considera que la votación de las 222.445 personas en la provincia «fue un ejercicio democrático. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo», indica, a la vez que reivindica que los 317 colegios que se abrieron fue «gracias a la fuerza de la gente y la organización del Govern de Catalunya».

Codines estuvo también en la Escola Tarragona, «donde vi cómo herían a la hoy senadora Laura Castel (ERC). Y también a Sergi Albarrán (ERC). Todo esto daba mucho respeto, ya que ignorábamos qué más podía pasar. Nos querían machacar».

«Mereció la pena»

Ahora,tras cinco años, Codines tiene claro de que «los políticos nunca se creyeron que lograríamos votar de la manera tan masiva que lo hicimos. El 1-O los superó. No pensaban que todo esto pasaría», afirma desde la distancia que da el lustro transcurrido. Tras el referéndum llegó la declaración de independencia del 27 de octubre de 2017 en el Parlament. «Nadie sonrió ni se bajó la bandera española tras aprobarla. Ya sabían qué pasaría», lamenta. «Sinceramente, creía que Raül Romeva (ERC) –que era el conseller de Exteriors– tendría complicidades internacionales, pero no había nada. Fue la debacle», critica.

Sobre el momento actual, Codines considera que «faltan liderazgos políticos fuertes. Venimos de una represión que nos ha hecho mucho daño y que ha provocado que tengamos las estructuras muy tocadas por el 155, la prisión, el exilio, las multas...». Pese a ser pesimista con la situación de estos días, ve luz en el horizonte independentista. «Estamos en el campo base de la subida, pero estoy segura de que la ascensión se reactivará. La gente está aquí». Por ello, reivindica que el 1 de octubre «mereció la pena».

«Nos costó recuperar la normalidad en el instituto»

Uno de los vídeos más virales del 1 de octubre de 2017 se grabó en Mont-roig del Camp. En el clip, de menos de dos minutos de duración, se podía ver un grupo de montrogenses despidiendo al grito de «fuera, fuera» y «visca Catalunya» a los más de cien agentes de la Guardia Civil que esa misma tarde había entrado por la fuerza en el Instituto Antoni Ballester. Los destrozos provocados y los golpes de porra causaron gran impacto entre vecinos, alumnado y profesorado, que no daban crédito a lo que se había vivido en el centro en solo unos minutos.

La directora Alexandra Estopà no estaba presente en el momento que se produjo el ataque violento. Los agentes se cargaron la valla exterior, abollaron la puerta de entrada y rompieron el cristal de la puerta del gimnasio, lugar de la votación donde se concentraban unas 200 personas, entre ellas, gente mayor y niños. Tras requisar las urnas y ordenadores, destrozaron muchas más puertas y empezaron a repartir golpes de porra entre los votantes que les pedían que se fueran. Además usaron gasos lacrimógenos.

«Recuerdo cuando llegué el lunes y vi los destrozos. Era una imagen muy chocante porque no te imaginabas que podía llegar a ocurrir algo así, y menos en el instituto donde trabajas. Los profesores y alumnos estaban consternados. Eran unos adolescentes que no entendían el porqué de todo esto. Estábamos todos muy impactados», dice Estopà.

Conscientes de la consternación de los jóvenes –algunos de sus familiares fueron víctimas de los golpes de los agentes-, la directiva suspendió las clases del 2 de octubre y se convirtió en una emotiva jornada donde hicieron piña con los alumnos. Se dibujaron carteles en los que condenaban la violencia y pedían la paz, con mensajes como «Basta de represión, más libertad», y se empezaron a arreglar los destrozos. Ese día se respiraba tristeza e incredulidad por lo sucedido. «Una vez arreglamos los desperfectos nos costó recuperar la normalidad, pasaron varias semanas», señala la directora.

Cinco años después, y con un ambiente tenso entre los partidos que defienden la independencia, Estopà cree que pudo «haber errores por los dos lados» en la gestión del referéndum impulsado por el Govern de Puigdemont. La directora defiende la actitud pacífica de todas las personas que estaban presentes ese 1 de octubre en el instituto y lamenta cómo se jugó con la ilusión de parte de la ciudadanía. «Ahora ves todo lo que se hizo ese día, el esfuerzo de los ciudadanos y te das cuenta de que no ha servido para nada, al menos a corto plazo. Hemos visto que todo aquello por lo que luchamos y que los políticos nos hicieron creer que harían no lo han hecho», afirma.

También explica como dato curioso la reacción de varios padres de alumnos al volver a las instalaciones tras este episodio del que hoy se cumplen cinco años. «Cuando pasó la pandemia muchos vinieron y nos dijeron que no habían vuelto a entrar al instituto desde la votación, el recuerdo de ese día sigue estando muy presente», manifiesta.

«Le preguntaría a mi agresor por qué me pegó en la cabeza»

Su cabeza ensangrentada dio la vuelta al mundo. No se ve mártir ni víctima. Sí es un icono involuntario. Su rostro herido en mitad del caos de la Imperial Tarraco acabó en portadas de periódicos japoneses o griegos. «Hay muchas agresiones que no se han visto, a gente mayor, a chavales jóvenes... la mía fue muy espectacular, solo eso», explica Sergi Albarran, hoy militante de ERC, por entonces el jefe del partido en Tarragona.

Recibió varios golpes en una carga, dos de ellos con porra. Uno le abrió una brecha en la cabeza. Fue trasladado al Joan XXIII y recibió diez puntos de sutura. «No tengo odio ni rencor, sino simplemente querría saber qué le llevó a hacer eso al agente que me golpeó. Yo vi a policías llorando detrás de la máscara y pidiendo el relevo. Pero también había gente que tenía ganas. Me gustaría conocer a mi primer agresor y preguntarle por qué me dio en la cabeza y no en las piernas. ¿Por qué? No responde a ninguna orden que te pueda dar un mando superior», narra él.

Recapitulemos. «Llegué y me encontré con la senadora Laura Castel y el diputado Jordi Salvador, que estaban en el cordón policial para entrar en el Institut Tarragona. Intentaron hablar como intermediarios porque dentro había mucha gente. No hubo forma. La policía entró y se llevó las urnas».

Denuncias cruzadas

Fue en esa zona, cercana al ya extinto kiosko de la Imperial, donde sucedió todo: «La policía quedó arrinconada, porque se replegó de forma incorrecta. Vieron que estábamos unos cuantos en primera línea. Primero recibí un golpe de escudo en la cara, luego escuché una salva, que supongo que sería la orden para cargar, y un golpe en la cabeza. Cuando caí al suelo me siguieron dando golpes».

Más adelante vino otro golpe de porra. «El policía de la primera agresión no está identificado. El de la segunda sí, tenemos el número de placa y está denunciado», explica. Su caso, con denuncias cruzadas entre él y los agentes, está pendiente de juicio, aunque Albarran cree que «se archivará entre los papeles del 1-O, no creo que llegue a nada concreto».

La herida, superficial pero aparatosa, le llevó al hospital para las curas y luego a casa. Pero el día aún iba a ser muy largo. Sergi se quitó la ropa manchada de sangre, se duchó y se fue a otro colegio para continuar colaborando. «Estuve allí toda la jornada, fueron días muy intensos que duraban más de 24 horas», recuerda.

Cinco años después, hace balance. ¿Qué fue el 1-O? «Una puesta en escena también de cara al exterior para mostrar qué era lo que quería el pueblo, que era poder votar, que se le tuviera en cuenta», explica. Los mismos sentimientos contrapuestos de entonces continúan hoy. «Pienso en lo bien que lo hicimos, todo un pueblo juntándose, incluso veías a tu lado gente que no esperabas. Fue impresionante. Por otro lado, recuerdo una sensación agridulce al final del día, porque mucha gente no pudo aportar sus votos, algunos se perdieron, otros se los llevaron... Sabíamos que aquellos resultados difícilmente iban a ser válidos».

Albarran persiste en su militancia de segunda fila, navegando sobre la división del soberanismo y extrayendo lecciones de aquel día. «Estamos más cerca que entonces del objetivo. Sabemos cómo no se tienen que hacer las cosas. Un error grande fue sobrevalorar el estado democrático, pensar que era más del siglo XXI. Si esperas que el Estado reaccione de una forma normal y ves que la respuesta es esta... tienes que buscar otras vías, como el apoyo internacional. La justicia europea no aprueba cómo se operó el 1-O».

Apela al «pragmatismo y al realismo», a «no perderse aunque en un objetivo que es el mismo los caminos sean distintos». Albarran ha aprendido a ponerse la coraza. Hubo gente que le dio las gracias. Otros pedían en las redes sociales aún más dureza contra él: «Te haces la piel dura. Yo no hice nada en especial. Volvería a hacerlo. Nadie tiene que agradecerme nada. No fui allí obligado ni nada. Primero soy demócrata, luego republicano y después independentista. Nadie se imaginaba que enviaran policías a apalizar. Esperábamos que viniesen, levantaran acta y se fueran. No tuvo ningún sentido».

«No tuve miedo, pero sufrí por la gente mayor»

En las Terres de l’Ebre fueron tres los municipios que vivieron una jornada marcada por la represión policial: la Ràpita, Roquetes y Móra la Nova. En la Ràpita particularmente hubo hasta una ochentena de heridos. La rapitense Núria Reverter fue desde el 2015 hasta el 2018 la coordinadora de la ANC de la Ràpita, así que el 1 de Octubre lo vivió de forma intensa.

«Dormimos poquísimo ese día. En un principio se iba a votar en cinco colegios electorales distintos de la Ràpita y nuestra labor fue la de repartir los colaboradores y proteger los centros por si venía la Guardia Civil. De madrugada se desconvocó y el único colegio fue el pabellón, así que nos tuvimos que reorganizar», recuerda Reverter.

El 1 de octubre de 2017 es un día imposible de olvidar para muchos rapitenses. A las 9.30 horas ya estaban presentes una decena de vehículos de la Guardia Civil y los antidisturbios. «Se dispusieron a entrar con violencia. Dentro del pabellón había ya mucha gente, como unas 500 personas», rememora. Reverter era de las voluntarias que gestionaba las colas. «Intenté apartar a las personas mayores de la puerta, que es donde se colocó la gente joven para que la Guardia Civil no entrara. Yo me quedé con la gente mayor. Comparado con otros, no tuve miedo porque no estaba delante de todo. Además, había ido a cortar carreteras, he presenciado alborotos y estoy más acostumbrada que otros. Pero sufrí por la gente mayor», valora. «Muchos amigos y compañeros de la ANC rebieron golpes de la Guardia Civil».

Reverter asegura que sintieron «mucha rabia e impotencia» una vez se retiraron los agentes. El Ayuntamiento de la Ràpita cerró el pabellón y animó a los vecinos a ir a votar a municipios cercanos como Amposta o Alcanar. La ANC incluso facilitó un bus lanzadora a Alcanar.

Cinco años después, el ambiente es otro. «A título personal, creo que no supimos aprovechar el capital popular ganado ese día. Hago autocrítica y pienso que fue un gran error desconvocar las huelgas del 3 de octubre. El Estado español nos tomó las medidas y aquí se reducieron marchas, cuando la ciudadanía estaba dispuesta a ir mucho más allá. No supimos aprovechar el momento», considera. «Esto no quiere decir que conseguir la independencia sea un proceso rápido y fácil. No estoy diciendo esto. Pero han habido excusas y la verdad es que desaprovechamos la ocasión».

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