El Centre Penitenciari Obert (CPO) de Tarragona cumple esta semana un año de vida. En 365 días, ha visto pasar a un total de 265 internos en tercer grado –un 94% de los cuales han sido hombres y un 6% mujeres–.
Las penas más habituales de los usuarios van desde los dos hasta los cinco años de duración y están motivadas, sobre todo, por delitos contra el patrimonio, como robos con violencia o con fuerza, además de por crímenes contra la salud pública y la seguridad vial, que se han incrementado últimamente.
Actualmente, hay 146 personas internas –un 93% hombres y un 7% mujeres–. De ellas, 78 pernoctan en el centro, mientras que 68 hacen vida durante el día. Después de doce meses de vida, la valoración general del nuevo equipamiento es positiva, tanto por el Departament de Justícia como por los vecinos, que en el momento de su inauguración no estaban del todo a favor de la apertura de un centro de estas características en la zona.
«El régimen abierto es una modalidad que aproxima mucho a la persona interna a la vida en comunidad», Carlos Enrique López, director del Centre Penitenciari Obert de Tarragona
«Sinceramente, es mejor de lo que me esperaba», afirma la secretaria de la Associació de Veïns del Parc Francolí, Roser Barrio. «No se ve excesivo movimiento y, pese a que en algunas ocasiones se escuche la megafonía, paso cada día por delante y no está ‘afectando’ en nada la vida de los vecinos», añade.
En la misma línea, el director del centro, Carlos Enrique López, expone que «el régimen abierto es una modalidad que aproxima mucho a la persona que está interna a la vida en comunidad y sociedad, ya que salen cada día y, de alguna manera, son vecinos nuestros».
Su día a día depende de cada caso: muchos de los que pernoctan se levantan en función de sus respectivos horarios para ir a trabajar: «Hay algunos que trabajan en la pesca y salen a primera hora de la mañana», ejemplifica López.
Dentro del equipamiento también hay un espacio de zona común donde conviven los internos que no tienen trabajo ni recursos, ya sean hombres o mujeres. El director del CPO explica que, en este sentido, no ha habido ningún incidente: «Tienen libertad de movimientos en el interior porque lo que nosotros queremos es que haya convivencia». López también explica que son los propios usuarios los que se encargan de la limpieza.
En alguna ocasión ha habido una persona que no ha vuelto al centro cuando estaba previsto y se ha ausentado. El director insiste en que «ha ocurrido muy pocas veces». En esta línea, hay un equipo multidisciplinar de seguimiento de cada interno, formado por un trabajador y un educador social, un jurista, un psicólogo y expertos laborales.
Una apuesta que quiere crecer
La capacidad actual del CPO es de 141 plazas, aunque el equipamiento está preparado para poder acoger a 219 personas de forma simultánea: «Es un centro que se adapta a las necesidades existentes en cada momento», comenta su director.
«No se ve excesivo movimiento; cada día paso por delante y no ‘afecta’ en nada la vida de los vecinos», Roser Barrio, associació de Veïns del Parc Francolí de Tarragona
En este sentido, la dinámica de que haya internos que no pernocten también es otra de las posibilidades que ofrece el medio abierto. Estas personas duermen o bien en unidades dependientes o bien en su propio domicilio con un control telemático –o no–. Por otra parte, también puede ser que estén ingresados en unidades terapéuticas.
El hecho de que pasen la noche o no en el CPO depende de las circunstancias de cada caso, afirma López: «Aquí tenemos internos que trabajan, por ejemplo, en tareas de transporte internacional». «También hay casos en los que las personas usuarias sufren alguna enfermedad y se recomienda que estén en el domicilio bajo supervisión de la familia», añade.
En los próximos tres años, la Generalitat de Catalunya quiere que un 30% de las personas internas en Catalunya estén clasificadas en régimen abierto, un estado que favorece la reinserción.
«Este nuevo centro mejora todas las comodidades de personas internas y de funcionarios», Antonio –ficticio–, interno en el centro
El caso humano
Antonio –nombre ficticio– es un usuario del CPO. Lo es desde hace dos años, por lo que ha vivido la transición entre el edificio anterior y el actual: «Ha sido un cambio muy bueno y que ha dado más comodidades tanto a los internos como a los funcionarios». En las habitaciones, hay una mesa con dos sillas, una cama, un armario para guardar la ropa y un lavabo con un plato de ducha.
En este sentido, afirma que le «habría costado» pasar un año más en el anterior centro, ubicado en la antigua prisión de la ciudad.