«Nuestra plataforma ciudadana nació de una necesidad común: la de hacernos escuchar y defender nuestros derechos. Todo comenzó de forma sencilla, con un grupo de WhatsApp para compartir información sobre los problemas que, día tras día, afectaban a nuestras vidas. Sin embargo, fue mucho más que un simple canal informativo. Con el tiempo, se convirtió en un espacio de apoyo mutuo, donde cada uno compartía su experiencia, sus frustraciones y, sobre todo, su determinación para mejorar la situación», explica la portavoz de Dignitat a les Vies, Ana Gómez.
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Ana es de esas personas que no se resignan ante un problema y decide luchar, eso sí, con sentido común y sin el más mínimo atisbo de actos polémicos. Ana: «Hubo un momento en que el ambiente en el grupo estaba especialmente tenso. La crispación crecía entre los miembros. Todos compartíamos la misma sensación de impotencia por los problemas continuos que nos afectan a diario, especialmente en el ámbito del transporte público. La situación era insostenible: retrasos constantes, trenes abarrotados, tiempos de espera interminables... Las quejas se acumulaban, y el grito de ‘hay que cortar vías’ comenzó a sonar entre algunos de nosotros, como una forma de protestar contra lo que considerábamos un servicio indigno».
Gómez y sus compañeros decidieron, sin embargo, rechazar el corte de vías: «En medio de esa tensión, nos preguntamos: ¿Por qué recurrir a la violencia o a métodos ilegales cuando podemos exigir un servicio digno dentro del marco de la ley? Esa reflexión fue el punto de inflexión que nos llevó a tomar acción de manera más organizada y estructurada, buscando soluciones que respetaran tanto nuestros derechos como los de los demás ciudadanos».
Actitud resignada
El viacrucis ferroviario ha llegado ser algo ‘normal’. «El colmo de todo esto es que, en muchos casos, se ha normalizado llegar tarde al trabajo. Los compañeros y jefes ya nos esperan con esa actitud resignada, como si fuésemos los culpables de una situación que claramente está fuera de nuestro control. Esta realidad es la que nos impulsó a tomar una postura activa, a luchar por un servicio de transporte digno que no solo respete nuestro tiempo, sino que también nos dé las herramientas necesarias para desempeñar nuestra vida laboral y personal de manera adecuada», explica Ana.
¿Cómo lograrlo? Con la unión de la sociedad civil. «En Catalunya, la sociedad civil ha jugado históricamente un papel crucial en la consecución de mejoras para la vida de las personas. Los movimientos sociales, los grupos organizados y las plataformas ciudadanas han sido la clave para lograr avances significativos en áreas como la educación, la sanidad, los derechos laborales o la movilidad. Estos avances no se han dado gracias a la benevolencia de los gobiernos, sino a la presión constante y al compromiso de la gente, que ha exigido lo que le corresponde», apunta Gómez.
«No debemos creer que un problema no tiene solución o que todo está perdido. Debemos confiar en la sociedad civil catalana y recordar a nuestros gobernantes e instituciones que fueron creadas para servir al pueblo. Este pueblo no es un rebaño de ovejas, sino que tiene voz y derecho a ser escuchado», dice Ana.
La plataforma se ha convertido en un interlocutor válido de la administración. «Nos han escuchado. Creemos que esto ha ocurrido porque nuestro mensaje no está basado en el odio ni en el rencor, sino en la construcción de soluciones para mejorar las conexiones y reducir la desigualdad que sufrimos en nuestro territorio, debido a los problemas históricos de conectividad y al abandono de nuestras líneas. Nos queda mucho trabajo, pero buscamos dejar de ser necesarios y desaparecer», concluye Ana.