A escasos metros del aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat se encuentran las instalaciones de la Fundació per a la Conservació i Recuperació d’Animals Marins (CRAM). Muchos tarraconenses ya están familiarizados con esta entidad, después de que el pasado 12 de julio sus especialistas recibieron la alerta de que en la playa de La Savinosa podía haber anidado un ejemplar de una tortuga caretta caretta.
El ruido de los aviones que aterrizan y salen del aeródromo catalán es ensordecedor y constante. Ajenas a este trajín, en este hospital se alimentan y entrenan los 24 ejemplares que la fundación se llevó el día de la eclosión de los huevos.
Más de seis meses después, las tortugas del CRAM nada tienen que ver con los animalitos frágiles y vulnerables que provocaron una pequeña erupción en la arena, cuando faltaba poco para la medianoche del 30 de agosto. En aquellos momentos su peso era de alrededor de unos 20 gramos. Ahora ya han superado los 400 gramos y tienen unas dimensiones de aproximadamente un palmo. Asimismo, prácticamente tienen completamente desarrollado su sistema inmunológico, por lo que están a punto de salir de la fase denominada como «crítica».
Así lo explica la oceanógrafa del CRAM, Sílvia Giralt, quien asegura que «el crecimiento de los primeros años es una locura, aunque no dejan de crecer nunca». Se calcula que tan solo uno de cada mil ejemplares llega a la edad adulta, por lo que es muy importante este periodo de cautiverio y entrenamiento en el centro, que tiene que contribuir a que puedan sobrevivir cuando dentro de unos meses –probablemente en junio– serán liberadas de nuevo en la playa de La Savinosa.
Las tortuguitas tarraconenses comparten espacio con otros ejemplares de dos nidos de Valencia y uno de Murcia, dentro del proyecto Head-Starting. De forma que puede hacerse un seguimiento conjunto de las crías que el pasado verano nacieron en esta franja del Mediterráneo.

Papilla tres veces al día
En esta fase del crecimiento, las tortugas comen tres veces al día una papilla a base de pescado blanco y azul, calamar y crustáceos, con un día de ayuno. Poco a poco, las condiciones irán haciéndose más duras y tendrán que acostumbrarse a dos días de ayuno o a empezar a comer trozos cada vez más grandes, de forma que vayan familiarizándose con el hábitat que se encontrarán cuando estén en libertad.
El objetivo es que estos animales se adentren al Mediterráneo en unas condiciones que les permitan sobrevivir. Para ello, Giralt explica que más adelante también serán entrenadas en piscinas con corrientes y oleaje, e incluso se les someterá a un juego con sombras, «para que sigan manteniendo el instinto animal enfrente a los depredadores».
La temperatura y la luz son otros de los elementos con los que ‘juegan’ los técnicos del CRAM para que vayan familiarizándose con el nuevo hábitat. Sílvia Giralt asegura que las personas que como ella en su día a día interactúan con las tortugas son capaces de identificarlas. «Físicamente tienen una coloración diferente y a nivel de comportamiento individual cada una es distinta», argumenta.
El nido de Tarragona fue el único que se detectó en el litoral catalán durante el año pasado. Sin embargo, en este centro hospitalario la actividad es continua los 365 días del año. Ayer, coincidiendo con la visita de una delegación tarraconense un equipo tuvo que salir disparado, después de que les llegó un aviso de unos pescadores de Sitges, de que habían avistado a un ejemplar adulto con problemas.
Y es que la cálida temperatura del agua, que invita a la tortuga boba a venir a anidar en esta parte del Mediterráneo durante el verano, se convierte en el principal enemigo durante el invierno, cuando la bajada de la temperatura del agua puede provocar que estas sufran del síndrome de descompresión. «Los extremos nunca son buenos», indica esta Oceanógrafa.
Esto les provoca una sensación de letargia, que les hace más susceptibles a cualquier interacción, por lo que los profesionales del CRAM aseguran que han encontrado en los pescadores unos aliados para la detección de estos ejemplares y su supervivencia.
«Queremos que se reconozca el trabajo de este colectivo, ya que cada vez estamos teniendo más colaboración», afirmaba uno de los técnicos del centro.
En los casos en los que se produce esta descompresión, los animales son trasladados al centro y, en función del estado, podrá decidirse si tendrán que pasar por la cámara hiperbárica para su recuperación. Tras superar esta primera etapa, pasarán a la UCI donde seguirán con el proceso de recuperación antes de poder ser liberadas de nuevo.
las tortugas ya han superado la fase «crítica»
Un reconocimiento a la pesca
Mortadelo, Marc, Mohamed, Mel y Malibú son algunos de los nombres que cuelgan de cada uno de los tanques de la unidad de curas intensivas. La apariencia prácticamente es la de una sala de neonatos, con el cartelito incluido. Aunque en este caso, quien lo elige son los pescadores que, como rescatadores que permitirán que estas tortugas sigan viviendo, tienen el honor de poder elegir el nombre que en adelante llevarán las tortugas.
En el caso de las crías de La Savinosa todavía no se han elegido los nombres. Pese a ello, el concejal de Medi Ambient del Ayuntamiento de Tarragona, Guillermo García de Castro, defiende que «los mejores son los que salieron de la lista que hicieron los voluntarios»

El edil tarraconense visitó las instalaciones del CRAM, después de que en los últimos tiempos se ha estrechado el contacto con esta institución, teniendo en cuenta que el del pasado verano era el segundo nido de tortugas bobas de los últimos tiempos. «Tenemos que mentalizarnos, prepararnos y venir a conocer lo que hacen para seguir formándonos porque seguramente los protocolos que tenemos actualmente tendremos que actualizarlos», afirmó.

Durante el año pasado se registraron más de 400 anidamientos en la costa italiana. Poco a poco, las tortugas van desplazándose en el Mediterráneo de este a oeste, de forma que dentro de unos años las podríamos tener aquí. Por este motivo, desde el Ayuntamiento de Tarragona ya se avanza que la intención es estrechar los vínculos de colaboración con el CRAM. «Es probable que hagamos alguna cosa a nivel de formación», avanzó el edil socialista. Estas instalaciones reciben anualmente unos 40.000 escolares, que participan en las actividades educativas para conocer los animales marinos.
Los ‘abuelos’ del centro
El área clínica la completa la zona geriátrica, en la que se encuentra el Massagran o el 4x4, dos tortugas macho de más de 70 años de edad y 130 kilos y 80, respectivamente, que ya se han convertido en una especie de emblema. Una de estas la recogieron con una grave herida en el caparazón y todavía no ha recuperado toda la movilidad para adaptarse, mientras tanto se han convertido en una fuente de información extraordinaria para seguir conociendo la especie.
Más allá de las tortugas, el CRAM también se activa en casos de avistamiento de cetáceos, ya que habitualmente estos se dejan ver cuando vienen a pasar las últimas horas de vida. Y, aunque habitualmente no son historias con un final feliz, el personal del centro no olvidará nunca la fecha del 24 de diciembre de 2023, cuando les avisaron sobre la presencia de dos ejemplares de delfines mulares varados en la playa de El Fangar.
Al llegar, uno estaba muerto; el otro, consiguió sobrevivir tras recibir asistencia. Y, aunque les tocó cargar con el animal varios kilómetros para que pudiera recuperar la libertad, el esfuerzo titánico valió la pena.