Usted está en casa y de pronto le pica el brazo. Se arrasca más y más hasta enrojecerse la zona. En realidad, está siendo objeto de una picadura de mosquito tigre y, en último término, de la globalización. El Aedes albopictus, hasta hace un tiempo habitante del lejano suedeste asiático, se ha plantado en la provincia y ha terminado por colonizarla por completo.
Lo ha hecho a contrarreloj, en poco más de diez años, desde que en 2005 se detectara su presencia en los jarrones de agua del cementerio de Altafulla. A finales de 2015 estaba presente en 98 poblaciones de la provincia, pero ahora la ‘conquista’ es total, tanto en Tarragona como en el resto de la costa mediterránea.
El tigre es uno de los responsables de los picores en aumento de estos días, ahora que las altas temperaturas estivales se han adelantado. «Todo lo que sea calor, y este año se ha avanzado, influye. Y si lo asociamos con agua, evidentemente el resultado son mosquitos. No hay otra. Es algo inherente al periodo estival», indica Raül Escosa, del Consorci de Polítiques Ambientals de les Terres de l’Ebre (Copate).
Ojo: peligro en la propia casa
El ámbito de actuación del Copate es básicamente el vasto Delta, aunque cuando se habla de mosquitos, y en concreto, del tigre, la afectación es global. «La gente a todo le llama mosquito, pero hay que diferenciar, aunque todos vayan a picar. La mosca negra vive en agua corriente y el mosquito tigre en absoluto: se encuentra en agua estancada, en un hábitat muy intradomiciliario. Es absolutamente urbano. Difícilmente en una riera haya mosquito tigre, pero sí puede haber en una maceta de casa», desgrana Escosa.
Sin embargo, a medida en que el calor hace mella en épocas donde antes no solía, también aumentan las posibilidades de que el insecto prolongue su presencia durante una mayor parte del año.
La llegada del calor se asocia con la proliferación de este mosquito, que suele tener entre mayo y noviembre su época de más actividad. Sin embargo, el cambio climático y el calentamiento no son, en este caso, factores decisivos. «A partir de cierta temperatura, ya se dan las condiciones para que prolifere el mosquito, pero no influye un aumento de un grado más o menos. Me preocupa mucho más la globalización. Los viajes de la gente o los transportes de mercancías han permitido que se expandiera», indica Raül Escosa desde Copate.
El Aedes albopictus es un mosquito que vuela poco. Entre que nace y muere se desplaza 150 metros. Por lo tanto, se traslada y coloniza a través de vehículos, en aviones o en barcos. Es en esos transportes donde ha encontrado la manera de extenderse.
La administración, alerta
Ante esta situación, la administración lleva años dedicando recursos a la prevención. En Tarragona, desde abril se hacen labores de desinsectación de las rieras y del río Francolí, una de las zonas críticas, y de los espacios públicos donde se puede acumular agua. Se realizan 21 tratamientos larvicidas y se hace seguimiento, además de localizar y actuar en núcleos de agua que puedan ser foco de crecimiento.
La campaña tiene una duración de 31 semanas, con acciones periódicas cada diez días. Además de estas acciones, también se recuerda la necesidad de hacer intervenciones domésticas. «Lo más importante y efectivo es evitar la puesta de huevos y el crecimiento de larvas acuáticas y eliminar todos los puntos de agua donde pueda crecer», relata la concejal de limpieza pública, Ivana Martínez. «El Ayuntamiento se encarga de actuar en los espacios públicos de la ciudad, pero la ciudadanía tiene una labor importante para evitar la acumulación de agua dulce en jardines, terrazas, balcones y espacios al aire libre», indica Martínez. Entre el 60 y el 80% de la proliferación de larvas se producen en zonas privadas, así que la lucha sigue, ahora más que nunca.