La cifra de 878 fallecidos en marzo en Tarragona ha destrozado todos los récords históricos de los que se tiene registro. Nunca en 79 años había habido tantos muertos en la provincia. No es posible encontrar un dato más alto en toda la serie histórica mensual que ofrece el INE y que llega hasta 1941, por lo que es muy probable que, para ver una mortalidad más elevada, haya que retroceder hasta los años de la Guerra Civil, de los que no hay balances mensuales territorializados.
Hay que hacer dos salvedades. La estadística, ofrecida por el INE en una entrega experimental –normalmente los datos no se ofrecen durante el año en curso– no corresponde únicamente a los muertos por la Covid-19, sino a todos los fallecidos en global, si bien es cierto que la pandemia ha elevado y condicionado las cifras, no solo del mes de marzo, sino también de abril y mayo, y es probable que influya en el cómputo final de todo 2020. La otra consideración: no se trata de tasa de mortalidad, sino de decesos en bruto, por lo que hay que tener en cuenta la población en total, mucho más abundante ahora que en buena parte de los tramos analizados, especialmente durante toda la segunda mitad del siglo XX, cuando el censo provincial era mucho menor. Así, en estos últimos años, en los que hay más población, el número de traspasos es también mayor. Pero más allá de eso, este coronavirus ha puesto de relieve el incremento de las muertes, sobre todo en una época del año –marzo y abril– en la que la letalidad no es especialmente alta.
Impacto demográfico
El impacto en la demografía está asegurado. «Venimos de una baja natalidad y baja mortalidad. Lo que hemos tenido en estos últimos meses, sobre todo en marzo y abril, es una mortalidad mucho más alta de lo que se esperaba. La última dinámica de este tipo fue en la Guerra Civil», indica Pau Miret, profesor de en la UOC e investigador del Centre d’Estudis Demogràfics. Varias cifras sirven para ilustrar este pico. La media de muertes en los últimos 20 años, tomando siempre como referencia el mes con más decesos en la provincia, es 693. En 2020, en función de este marzo tan mortal, es un 26% más (878). La media histórica desde 1941 es 580 muertes, un 51% menos, si bien hay que tener en cuenta que este marzo es una anomalía, una rareza por una pandemia inédita en un siglo.
Los 740 muertos de abril son también un registro insólito para ese mes, que supera a la mayoría de récords mensuales que ofrece la serie histórica, otro índice ilustrador de tan excepcional situación. Por supuesto, se trata del abril más letal de toda la historia y el noveno mes más mortal de todos. Solo en cinco meses de la serie se superan los 800 muertos, todos ellos, a partir del año 2000, cuando se incrementa la población, con una excepción: enero de 1951 (842 funerales), en plena posguerra.
Solamente marzo y abril van a ser suficientes para influir en los fenómenos demográficos. «Se va a producir una reducción de la esperanza de vida. No significa que sea una bajada a largo plazo, pero sí que se va a notar en el global de este año, pero puede ser que no vaya a más, si la pandemia se solventa de alguna manera», explica Pau Miret desde la UOC.
La esperanza de vida ha ido creciendo imparablemente en las últimas décadas: de los 73 años de 1975 a los 83,4 de 2019, en Tarragona. Es más que probable que ese índice se frene. «Cada mes la esperanza de vida mejoraba y, por supuesto, a cada año, durante el último medio siglo. Solo se había estabilizado algo en los 80, por cuestiones como los accidentes de tráfico o la drogadicción, pero eso cambiará ahora porque el virus ha entrado con mucha fuerza en las residencias y ha afectado especialmente a un perfil muy concreto», añade Miret.
Rejuvenecimiento
Otra consecuencia demográfica, aunque pueda parecer contundente y hasta cruel, será el rejuvenecimiento poblacional. «Esta mortalidad ha afectado sobre todo a gente mayor. Uno de los factores del envejecimiento de la sociedad es la longevidad, que se ha reducido. Ya lo vemos en la reducción del número de pensionistas. Aunque pueda parecer duro, habrá un rejuvenecimiento, sobre todo en los lugares más afectados», añade Miret.
Tradicionalmente, enero es el mes con más mortalidad, con mucha diferencia, seguido de diciembre. Hay una causa muy clara: el frío. Varios estudios han demostrado la relación entre el aumento del frío y la mortalidad. En el trabajo ‘Temperaturas umbrales de disparo de la mortalidad atribuible al frío en España en el periodo 2000-2009’, investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) concluyeron que el frío extremo causa 3,6 muertes/día, más que los tres fallecidos al día por el exceso de calor. Con el frío las personas más frágiles están en mayor riesgo de infecciones por el virus de la gripe y otras bacterianas, como las neumonías. La ciencia aún estudia si la llegada del calor ha paliado la propagación del virus y su virulencia, pero está claro que las enfermedades respiratorias –y la Covid-19 es una de ellas– están muy ligadas a las bajas temperaturas. Lo que sucede cada año con la epidemia de la gripe también es determinante.
Un 10% más de mortalidad
En la provincia se registraron hasta el 24 de mayo un total de 3.337 muertes, un 10% más que durante el mismo periodo del año pasado (3.033), según la herramienta estadística habilitada por el INE para calibrar el alcance de la tragedia.
Este exceso de defunciones se concentra en marzo y abril, cuando la epidemia alcanzaba su pico. De hecho, si se eliminan los dos primeros meses del año, en los que la mortalidad fue similar y no hay una tendencia a remarcar, se ve que los fallecimientos se dispararon en Tarragona el 36% en marzo y abril.
Pero más allá de esa cifra general, se puede ver dónde estuvo el pico en las comarcas tarraconenses, al menos en lo que atañe a defunciones. Fue entre la última semana de marzo (224 muertes) y la primera de abril (226), momentos álgidos y, a la vez, durísimos en los que la mortalidad se incrementó más de un 60% si se compara con los mismos periodos del año pasado.
Durante la última semana de marzo los fallecimientos subieron un 52% (224 frente a 147), en la primera de abril lo hicieron un 60% (226 frente a 141) y en la de mediados de ese mes un 66% (206 frente a 124). Cifras, todas ellas, que dan fe de esos días negros para las residencias y los hospitales, desbordados ante el progreso imparable del SARS-CoV-2.