Las dos madres, la adoptiva y la biológica, se quieren conocer. Se han comprendido. La biológica, 41 años después de que le dijeran que su hijo, recién nacido, había muerto, ha podido abrazarle y hacer de madre en un reencuentro extraño pero después feliz, amable. Jordi Perales, nacido en 1977 en Barcelona, se ha instalado en Salou y allí disfruta de ese reencuentro, desenlace entrañable tras años con un shock emocional y un vaivén de sentimientos que aún digiere.
Él fue una víctima del tráfico de bebés durante los años 70: «Mi madre me tuvo, me cogió en sus brazos pero por la tarde le dijeron que había muerto». Fue el 19 de agosto de 1977. Jordi descubrió el caso en 2015 de una forma casual, cuando iba a entrar a trabajar al Parlamento Europeo. Para acceder al puesto debía presentar la partida literal de nacimiento, además de un pasaporte diplomático o el libro de familia. «Me encontré con un documento en el que no constaba ni el padre ni la madre, y aparecía la mención a la adopción», rememora.
Jordi pidió explicaciones a sus padres, los que él consideraba toda la vida biológicos, aunque en realidad eran adoptivos: «Me dijeron que habían venido de Francia ya algo mayores, que querían tener un hijo pero mi madre no se quedaba embarazada». A través de un contacto, les propusieron entrar en un circuito que era la solución escogida por las parejas en esa situación.
«No me reconocía en el espejo»
Jordi tuvo que aceptar, de entrada, ese golpe sentimental: «Al principio sentí rabia por que me hubieran engañado». Le costó asimilar esa nueva realidad: «Se me cayó el mundo encima, fue un golpe muy duro. Le di muchas vueltas, me miraba al espejo y no me reconocía». Luego llegó la reconciliación con sus padres: «Ya nos hemos perdonado. Los acabé entendiendo. No me dijeron nada para protegerme. Al fin y al cabo, ellos me han querido como un hijo, como su hijo».
«El encuentro entre los dos fue muy bestia, muy intenso. Mi madre me pidió perdón por no haberme buscado. Pensaba que había muerto», dice Jordi PeralesLe explicaron sus padres que lo habían hecho de la manera en que se actuaba antes, sin hacer daño a nadie, de forma legal, y que la persona lo había entregado de forma voluntaria. A partir de ahí, ¿qué hacer? Jordi prefirió parar un tiempo. « Me quise frenar. En estos casos son también importantes cosas como la gestión de la frustración», explica.
Tiempo después Perales llevó el caso al Departament de Treball, Afers Socials y Famílies, para poder tirar del hilo y arrojar luz sobre los orígenes. Allí, en un servicio para búsquedas de este tipo, el departamento consiguió una información clave, una ficha con sus datos, además del contacto con la madre biológica. «La congregación no puso problemas. Guardaban todos los datos», explica Jordi. Es ahí cuando menciona el contexto de la madre que le dio a luz: «Ella tenía 18 años. Por aquel entonces era menor de edad, al no haber alcanzado los 21. Era una familia de origen gitano, que procedía de Castilla-La Mancha y se había instalado en Santa Coloma de Gramanet. Tenía relaciones con payos y eso era inconcebible, era como una especie de oveja negra en la familia. Hay que tener en cuenta la cultura conservadora de aquel momento».
El padre desapareció para siempre. En un principio, una hermana mayor de la madre se iba a hacer cargo de él, aunque sospecha Jordi que fueron sus abuelos los que se negaron a que su madre le tuviera con normalidad. De ahí que Jordi no sea técnicamente un niño robado pero sí traficado, incluyendo el engaño a una madre biológica que nunca supo de su existencia.
«Alguien te está buscando»
A Jordi, en sus intrincadas pesquisas personales, se le planteó luego un nuevo dilema: la posibilidad de contactar con su madre. Lo hizo, primero, un servicio de mediación de Benestar Social. «Hay alguien que te está buscando», le dijeron a ella. La mujer pensó, en un principio, en aquel novio, el padre, que se fue espantado sin dejar rastro.
El impacto al saber que el hijo al que dio a luz en 1977 estaba vivo fue tal que se desmayó y tuvo que ser atendida en el CAP de Salou. Después, fue el mismo Jordi quien le escribió una carta, en una nueva aproximación. «Le dije que quería conocer mis orígenes, pero que estaba bien, que no le tenía ningún reproche. Se emocionó. Creo que eso le dio fuerzas para querer conocerme». El encuentro fue, en palabras de Jordi, «muy bestia»: «Me dijo que ella pensaba que estaba muerto y que por eso no me había buscado nunca. Me dijo: ‘Perdona por no haberte buscado’».
Emociones a flor de piel, impresiones sobrecogedoras y todo un descalabro sentimental que tuvo que abordar Jordi con terapia, calma y sentido común: «El reencuentro ha ido muy bien. Hemos ido sin prisas, manteniendo algo de distancia. Yo tampoco la he querido agobiar mucho». La relación con sus padres adoptivos se rehízo y ahora Jordi se acerca a su madre biológica con cariño.
El reencuentro en persona sucedió en 2018. Desde ahí la relación ha sido fluida. Estas últimas Navidades las pasaron unidos. No residen juntos pero él tiene previsto trasladarse a vivir cerca. «Quiero ir paso a paso pero estoy feliz. Lo he pasado muy mal pero ahora estoy recuperado y muy contento», cuenta él, que extrae una conclusión general: «Puede haber más gente afectada que esté en mi situación».
Su investigación y la de Generalitat fue relativamente rápida mientras otras personas que buscan sus orígenes (entre otros, afectados por tramas de bebés robados) se suelen topar con muros: «Con casos así hemos visto que la documentación existe, está conservada, y que solo es cuestión de tener voluntad para ser transmitida a quien la pida».