Para evitar el desperdicio alimentario, Tarragona inició ayer la campaña «Quan surtis a dinar, pren la carmanyola!». Esta iniciativa, relacionada con el departamento de Neteja Pública de la ciudad, pretende realizar acciones para evitar que en el sector de la restauración se deseche más comida de la necesaria y se minimicen los residuos.
La acción principal consiste en repartir 2.000 fiambreras reutilizables entre los locales adheridos al proyecto, para que los clientes que lo deseen puedan llevarse los restos de comida sobrantes consigo y evitar la contaminación de residuos de un solo uso.
Los establecimentos adheridos al proyecto pertenecen a las playas de la Móra, Llarga, Boscos, Via Augusta, Miracle y Serrallo.
Concienciar a los clientes
Judith Condeminas, educadora ambiental, detalló el uso y la importancia de los recipientes: «No son de un solo uso, como suelen en muchos establecimientos. Con esta iniciativa, queremos que los restauradores conciencien a sus clientes y les expliquen que pueden llevárselas, usarlas y traerlas de nuevo sin problema».
Además de las fiambreras, se entrega a los locales una guía para prevenir el desperdicio.
Financiada con 20.000 € pertenecientes a los fondos Next Generation, la campaña se realizará en cuatro fases distintas: la primera se inició hace dos días y consistió en una primera comunicación con los 70 establecimientos adheridos, que contarán con un distintivo en la puerta. Dos educadores, encargados de explicar el proyecto, impartieron una formación previa a los empleados de los locales adheridos.
Terminada la primera fase, se realizará una visita y explicación detallada de la campaña y de la guía, además de repartir las fiambreras.
La tercera fase constará de una segunda visita para conocer la evolución de la campaña y, finalmente, se realizará la evaluación de la iniciativa, en otoño.
¿Qué comporta el desperdicio?
El desperdicio alimentario, según datos del 2020 de la Unión Europea y del Departament d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural, comporta tres impactos negativos: social, ambiental y económico.
En el social, se genera una gran pérdida de alimentos. Reducir el desperdicio alimentario en un 25 por ciento supondría terminar con el hambre en el mundo.
En el ambiental, el 10 por ciento de las emisiones de efecto invernadero proceden de las distintas fases del ciclo vital de los alimentos desechados.
Los recursos financieros destinados a la producción, transporte, preparación y almacenamiento de los alimentos representan una pérdida anual de 841 millones de euros, equivalente a 105 € por persona.