10 años de la llegada de El Corte Inglés

La ciudad no ha sabido aprovechar la presencia de los grandes almacenes para atraer a grandes marcas que dinamicen la Rambla

03 octubre 2020 18:40 | Actualizado a 04 octubre 2020 06:55
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El Corte Inglés de Tarragona está de aniversario. El próximo jueves día 8 de octubre se cumple el décimo aniversario de aquella primera jornada en la que los grandes almacenes, ubicados en la Avinguda President Companys, abrían sus puertas en medio de una gran expectación entre la ciudadanía.

El contexto de crisis económica que estamos viviendo, con un sector comercial que aún no se había recuperado de la Gran Recesión y que no ha digerido la irrupción del comercio on-line, quizás difumine lo que supuso en su momento. Sin embargo, las crónicas de los periódicos del día siguiente muestran la trascendencia de los hechos. Cuando a las diez de la mañana se levantó la persiana, más de 500 personas aguardaban para ser las primeras en entrar al centro comercial. Algunos habían pasado prácticamente toda la noche en el exterior. Es el caso de Juan Carlos Martos, que había llegado a las dos de la mañana para ser el primero. Por la noche, cuando el centro comercial cerró sus puertas, había recibido alrededor de 38.000 visitantes. Suponía un notable éxito en vistas a un puente del 12 de octubre en el que se calculó que alrededor de 50.000 personas pasarían por los nuevos almacenes.

La inauguración tenía lugar después de un largo periodo de negociaciones que arrancaron en 2005 y en un contexto de alta intensidad en las disputas de campanario entre Tarragona y Reus. La implantación se produjo en un contexto en el que a nivel de Catalunya se hablaba de la cocapitalidad de la veguería del Camp de Tarragona, lo que tensaba las relaciones entre ambas ciudades, que tardarían años en mejorar. En esta ocasión, Tarragona ganaba la batalla. Y el nuevo edificio de 29.971 metros cuadrados de superficie –que suponía una inversión de más de 165 millones– reforzaba la capitalidad comercial de una ciudad que siempre había mirado con recelo lo que pasaba en el otro extremo de la T-11.

El aterrizaje de la firma fundada por Ramón Areces en el año 1940, junto con Parc Central y Les Gavarres, situaban la oferta comercial de la ciudad a un nivel de Champions League. Y es que no hay que olvidar que su apertura suponía también la llegada de Nespresso, que en aquellos momentos con sus cápsulas de café gozaba de una exclusividad que con los años ha ido perdiendo.

Se respiraba optimismo. Y el colofón aún estaba por llegar, ya que habían empezado las negociaciones con la multinacional sueca Ikea para abrir su primera tienda fuera del área metropolitana de Barcelona. El auge del turismo contribuyó a magnificar la situación. Fue uno de los principales motivos por los cuales la empresa madrileña decidía implantarse en Tarragona. Y, de hecho, los mejores años en cuanto a actividad coincidían con la llegada de los visitantes rusos a la Costa Daurada, que llegaban con el autobús Plana desde Salou dispuestos a gastarse unos rublos que les abrían todas las puertas.

El triángulo inexistente

¿Cómo ha digerido el pequeño comercio su llegada a la ciudad? ¿Es uno de los culpables de que el comercio de proximidad en el centro haya ido cerrando poco a poco? En el año 2012, la URV hizo un estudio sobre el impacto comercial del establecimiento. En este ya se apuntaba que, según las asociaciones de comerciantes, la llegada de El Corte Inglés se produjo «en el peor momento posible» y que «el futuro pasa por aprovechar la capacidad de atracción de esta área comercial para el resto de la ciudad y que los pequeños comercios mejoren en algunos aspectos». Por otro lado, la compañía afirmaba que había superado las expectativas iniciales».

«Está claro que si tuvieran que tomar ahora la decisión no vendrían, pero cuando se empezó a hablar nadie podía imaginarse lo que sucedería», afirma el presidente de la Via T, Salvador Minguella. Para el máximo representante de esta organización que aglutina el comercio del centro de la ciudad, El Corte Inglés «es el perro del hortelano que no come ni deja comer». «Está claro que como todos los centros comerciales ha dañado al pequeño comercio, pero no tienen ninguna responsabilidad sobre la situación que se vive en el centro, porque lo que pasa aquí es un tema global que pasa en todas las ciudades», añade.

Por su parte, el responsable de Pimec Comerç en Tarragona, Florenci Nieto, defiende que su implantación ha sido «positiva». «Estamos para sumar y multiplicar. Y si queremos multiplicar primero hay que sumar. Que haya marcas de prestigio que apuesten por Tarragona siempre es satisfactorio y en este caso estamos hablando de una firma que no se ha dedicado a dañar el comercio de proximidad y que siempre ha respetado las leyes del comercio de Catalunya».

Ambos coinciden en que se ha revalorizado el entorno. En cambio no ha conseguido ampliarse su área de influencia y la Rambla Nova poco a poco ha perdido su pulso comercial, en el que las grandes marcas han bajado la persiana y se han marchado. «Se habló de poner un trenecito que uniera todas las zonas comerciales y no se ha hecho. El Corte Inglés aterrizó y se dejó, como se hizo con el AVE, pero ellos no tienen la culpa de que falten zonas peatonales y parkings baratos o disuasorios para dinamizar el centro», argumenta Minguella. Este defiende que uno de los problemas de la Rambla ha sido que «no se ha hecho una actuación urbanística». Y esta es una de la razones por las cuales aquel triángulo Corte Inglés-Parc Central-Centro no ha acabado de cerrarse.

En cambio, los negocios de los alrededores valoran de una forma muy positiva el cambio que se ha producido en estos diez años. «Hay más movimiento. Sobre todo durante los fines de semana y todo esto ha revalorizado la zona», afirma Manuel Niño, del bar El Estudi. Niño lleva más de treinta años regentando este negocio, ubicado cara a cara con la puerta principal de los grandes almacenes. «Antes había los pisos de los maestros y un patio. Todo esto ha cambiado mucho», añade.

Chicho Díaz abría la tienda Ok Sofàs cuando El Corte Inglés llevaba tres años en la ciudad. «No somos competencia, al contrario, ya que atrae a mucha gente y esta entra, aparca y sale, por lo que nos beneficia», manifiesta. Un punto de vista que también comparte la dependienta de una farmacia próxima. «Ellos también tienen parafarmacia y nos perjudica, pero prefiero que sigan porque todo esto ha cambiado mucho. Antes estaba más vacío, en cambio ahora siempre hay movimiento, por lo que es beneficioso para nosotros», concluye.

Según datos del Ayuntamiento, en el momento de la llegada de El Corte Inglés Tarragona tenía unos 1.800 establecimientos comerciales. El portal de Dades Obertes asegura que en 2019 la cifra era de 1.770.

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