Nunca antes, al menos desde hace muchos años, la entrega a los demás, la capacidad de superación, la generosidad, la feina ben feta... habían tenido tantos nombres y apellidos. Nunca antes, si exceptuamos catástrofes naturales o periodos bélicos, el personal que trabaja en el mundo de la sanidad había tenido tal reconocimiento social.
La pandemia nos ha traído mucho dolor, pero también ha despertado admiración por todas esas personas que han estado al pie del cañón, que se han dejado la piel. Y en el caso de los/las sanitarios/as se han jugado, y por desgracia, incluso perdido la vida.
Los políticos se han llenado la boca de agradecimientos a los/las sanitarios/as. Pero son palabras vanas, huecas, si no van acompañadas, ya, de sueldos más altos y mejores condiciones laborales. Y los aplausos que muchos ciudadanos les dedicamos desde los balcones deben convertirse en respeto y apoyo.
El presidente del Col·legi Oficial de Metges de Tarragona, Sergi Boada, lo resume: «Somos un colectivo con un alto compromiso ético, pero muy mal compensado a nivel de salario y recursos».
Los héroes y heroínas de la Covid-19 han sido las personas que trabajan en el mundo sanitario, en hospitales, CAP y servicios de emergencias, pero también en residencias. Nunca estará suficientemente reconocido ni recompensado el sufrimiento de los trabajadores de las residencias, que fueron abandonadas a su suerte por el Gobierno central y el de todas y cada una de las 17 autonomías. Los ejecutivos de diferente color político priorizaron los hospitales y olvidaron a nuestros mayores y personas con otras capacidades y a todo el personal que los cuidaba.
Hay héroes y heroínas más allá del mundo sanitario: los científicos que han empleado horas y horas en busca de la tan ansiada vacuna, los transportistas que facilitaron mantener los suministros, los agricultores, pescadores y ganaderos que nos han alimentados, los y las trajabadores/as de los súpers y tiendas de alimentación, los cuerpos de seguridad, los informáticos que han asegurado el teletrabajo, los farmacéuticos, los kiosqueros, los religiosos que han intentado calmar el dolor del alma e infinidad de personas más que no mencionamos por falta de espacio en esta página. Incluso aquellos que nos amenizaron el confinamiento con su música.
Las siguientes cinco páginas de este anuario son un homenaje a todos esos héroes, representados en los/las responsables de los médicos y enfermeras de Tarragona y la patronal catalana de las residencias, así como en un científico de alto nivel, un empresario del transporte y en cinco trabajadores de a pie de las emergencias, las funerarias, la agricultura, los súpers y la limpieza. Con ellos queremos simbolizar a todos/as sus compañeros/as porque ellos y ellas sí han estado a la altura.
Han estado a la altura. No como la mayoría de sus representantes en el Congreso, el Senado, el Parlament y el resto de cámaras autonómicas o plenos municipales. Nunca la heroicidad de tantos ha puesto tan de manifiesto como muchos (no todos) políticos viven en una burbuja, no sanitaria, sino de egoísmo. Con unos que se han henchido de soberbia y quieren, en momentos en que la prioridad debe ser otra, imponer su agenda ideológica. Con otros que intentan sacar rédito político de las víctimas. Y con los de más acá, obsesionados con ideales inalcanzables. Al menos de momento.
Olvidemos a los políticos. Como sentencia la presidente de la patronal catalana de residencias, Cinta Pascual, «es hora de ayudarnos los unos a los otros. Sigámonos protegiendo para proteger a los más vulnerables. Recordaremos 2020 como el peor año de nuestras vidas, pero también como el año en que mejoramos como sociedad. Juntos vamos a salir de esta».