Qué bien se te ve, por ti no pasan los años. Esta frase, utilizada en ocasiones de forma educada en el reencuentro con una persona después de mucho tiempo de no haberla visto, es un hecho que realmente existe. «Es cierta. Evidentemente hay factores genéticos, pero cómo la persona se comporte a lo largo de su vida marca el envejecimiento de su cuerpo», comenta el fisioterapeuta Jordi Vilaró Casamitjana. Y es que la diferencia entre la edad biológica y la cronológica no siempre coincide. En este sentido, Alejandro Cánovas, nutricionista de Royal Hideaway Sancti Petri, explica que «la edad metabólica es la que, según nuestros hábitos de vida, va repercutiendo fisiológicamente en nuestro organismo y envejeciendo o rejuveneciendo según la calidad de estos. Mientras que la edad biológica supone la edad de la persona desde el día en que nació», es decir, a partir de esas hojas del calendario que van pasando.
Conocer la diferencia entre una y otra es posible, a partir de diferentes parámetros. Así, Cánovas la calcula a partir de las mediciones de masa grasa, de masa magra, grasa visceral, densidad ósea, edad biológica y el metabolismo basal, obtenidos a partir de la técnica de la bioimpedancia.
Otra de las propuestas de cálculo es el reloj epigenético, a partir de unas señales químicas que se acumulan con la edad en el ADN y dado a conocer en 2013 por Steve Horvath, de la Universidad de California. Asimismo, el verano pasado se dio a conocer en la revista Nature Aging una nueva técnica de medir el envejecimiento bautizada como iAge, a partir de los niveles de inflamación de los tejidos, en una investigación liderada por David Furman. El objetivo de todo ello es siempre adelantarse a la aparición de las enfermedades y ganarle tiempo al tiempo.
De momento, no obstante, y mientras las investigaciones avanzan, existe una manera de retrasar el envejecimiento inevitable. Así, Alejandro Cánovas apunta a la alimentación. «Es importante tener en cuenta que nuestro organismo necesita de diferentes nutrientes para mantenerse saludable y estos nos lo proporcionan los alimentos», dice el nutricionista. Por ello, «si nuestra dieta se basa en alimentos superfluos con baja calidad nutricional, el resultado a largo plazo será un decaimiento y envejecimiento prematuro. Además, hay que tener en cuenta que el sedentarismo es otro agravante en el envejecimiento de la persona», apunta. Es decir, si la edad metabólica o biológica es superior a la cronológica, «sabemos que esa persona ha de mejorar sus hábitos, aumentando la actividad con ejercicios aeróbicos y anaeróbicos para crear tejido muscular sano y cambiando su alimentación».
El ejercicio físico
Expertos y profesionales de la salud inciden en el hecho de llevar hábitos de vida saludables para frenar la aparición de enfermedades cardiovasculares, la obesidad o la diabetes tipo 2 y una de las patas es la actividad física, algo que no cambia en el caso del envejecimiento. En este sentido se pronuncia el fisioterapeuta Jordi Vilaró, profesor e investigador en la Facultat de Ciències de la Salut Blanquerna. Vilaró ilustra que para calcular la diferencia de edad biológica y cronológica «se establecen unos valores de normalidad o de referencia de la población sana y cuando tenemos un enfermo, se compara si están iguales o bien se encuentran por encima o por debajo, teniendo en cuenta que si padece una patología, lo más lógico es que estén por debajo de los de referencia». Justamente en la actualidad están llevando a cabo una investigación multicéntrica a nivel del Estado sobre la musculatura respiratoria. «Es una musculatura muy especial que tradicionalmente no se medía, pero que cada vez tiene más importancia». Para ello se ha cogido una muestra de 700 personas, de las que de Catalunya participan un centenar, de los 18 a los 80 años, para establecer unos valores de referencia. A partir de aquí, en función del grado de afectación de los pacientes futuros, el tratamiento irá desde una serie de consejos y pautas hasta una intervención más o menos intensa o larga «en función de la gravedad. En general, la mayoría de las veces la intervención dura entre dos y tres meses, posteriormente acompañada de unos cambios de conducta».
En relación al envejecimiento y la inflamación, Vilaró sostiene que si bien esta última se produce por una mala alimentación, también interviene la inactividad. «Si no se hace ejercicio de forma regular, los músculos cambian su perfil y en el momento en el que se hace una actividad entran muy rápidamente en el proceso inflamatario, es automático». Sin embargo, «si se entrena de forma regular, el proceso inflamatorio se autorregula, automáticamente se disparan los antiinflamatorios, que son los que de alguna manera protegen». En caso contrario, si el proceso inflamatorio se alarga, «se deterioran las células. No cuidarse quiere decir generar inflamación y generar inflamación quiere decir envejecimiento».