En las últimas semanas, el Diari ha publicado interesantes temas sobre la realidad demográfica de nuestro territorio. «Más muertes que nacimientos en el 80% de los municipios. La inmigración palia el ocaso demográfico. En Tarragona y Reus por primera vez hay más defunciones que partos», explicaba Raúl Cosano en base a los últimos datos estadísticos. Esos mismos registros revelan que «Tarragona es la tercera provincia de España con más nacimientos de padres extranjeros. El 40% de los bebés son de padre o madre foráneos».
El balance demográfico se resumía en otro reportaje: «Récord de población en Tarragona gracias a la inmigración. Nunca hubo tanta gente. Los extranjeros compensan el exceso de muertes poscovid y la falta de hijos. La llegada de foráneos se duplica este año, y no solo por Ucrania».
En este contexto, Reus vuelve a acercarse a sus máximos históricos de población. La cifra oficial de 2022 se sitúa en 106.741 habitantes, 657 más que el año anterior. La ciudad alcanzó su techo en 2008, con 107.770 residentes, pero la recesión económica bajó el padrón hasta 103.123 en 2017. Desde entonces, ha retomado las alzas, sólo frenadas en 2020 por la pandemia. Como se trata de una emigración económica, la gran crisis provocó un fuerte éxodo y ahora la tendencia se ha revertido.
Saldo vegetativo negativo
En una conferencia celebrada el pasado febrero en la Fundació Privada Reddis, el profesor de la URV Joan Alberich González explicó que desde ya hace décadas, y especialmente en las dos últimas, la inmigración es el motor del que depende el crecimiento demográfico de la ciudad. Y más ahora que el saldo entre nacimientos y defunciones es negativo. Esto pasa en Reus, Catalunya, España y Europa Occidental y ha venido para quedarse.
Siempre que se publican estos datos, las reacciones tienden a centrase en quiénes son los que vienen, más que en el porqué lo hacen. El precio de la vivienda, el mercado laboral y la concentración por nacionalidades propiciada por el sentido de comunidad y las redes de apoyo son los factores que mayormente explican el lugar de destino de los inmigrantes, y no otras teorías que abundan en ciertos foros.
Así, por ejemplo, no faltan las explicaciones espurias habituales a que Reus sea el municipio de la provincia de Tarragona que más ha crecido en el último padrón, pero esto sólo es así en cifras absolutas, porque en términos relativos –que tienen en cuenta el tamaño de la ciudad–, la población ha aumentado un 0,6%, por debajo de otro municipios como Calafell, Cunit, Mont-roig o Amposta, que superan los dos puntos porcentuales, o Cambrils o Salou, por encima del 1%. De hecho, el incremento demográfico del conjunto de la provincia entre 2021 y 2022 fue del 0,94%, también mayor que el porcentaje registrado en Reus.
Llama la atención, en este sentido, que la ciudad de Tarragona haya perdido habitantes por segundo año consecutivo, evolución que habrá que analizar cuando se disponga de datos estadísticamente más completos y que podría estar muy relacionada con los precios del alquiler y compra de viviendas.
Se trata, en cualquier caso, de flujos migratorios cada vez más heterogéneos, en que la preeminencia de recién llegados procedentes del Magreb ha ido moderándose paulatinamente. En este sentido, es importante tener en cuenta que las estadísticas contabilizan como extranjeros a las personas que no tienen la nacionalidad española, pero los hijos de los inmigrantes ya no computan como tales. Y también recordar que tener la nacionalidad española no implica que los problemas de integración se resuelvan.
Esta avalancha de datos concluyentes sobre demografía e inmigración llegan en un año electoral por partida doble –elecciones municipales en mayo y generales previsiblemente en diciembre– y darán munición a quienes simplifican la cuestión y utilizan la xenofobia como recurso político.
En las últimas elecciones municipales el partido que abanderaba este discurso, Vox, se quedó lejos de entrar en el Ayunatmiento, y volverá a tenerlo difícil porqué ya ha sufrido alguna escisión y la competencia por su votante potencial probablemente se multiplique. Además, el ultranacionalismo xenófobo tiene más dificultades en Catalunya para obtener representación en las instituciones, ya que ese espectro ideológico está fraccionado en dos bandos irreconciliables, porque juran lealtad a patrias distintas.