«Llevamos un año en el exilio y, que sepamos, las obras aún no han empezado»

El Bravium sigue sin conocer el avance del proyecto que albergará la sede que abandonaron e inicia una búsqueda documental para saber cómo el Arxiprestat de Reus adquirió el edificio

25 marzo 2022 16:10 | Actualizado a 25 marzo 2022 16:26
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Hoy se cumple un año de la decisión de la Iglesia de cerrar la sede habitual del Bravium Teatre y que socios y junta directiva (así como la Cobla Reus Jove y la Associació de Mags i Il·lusionistes de Reus, entidades que también acogía) buscaran un lugar en el que ubicarse temporalmente e iniciaran su traslado.

«Nos aferramos al documento que, de buena fe, hizo la propiedad, en el que nos asegura la vuelta a la sede tras las obras. Lo cierto es que llevamos un año en el exilio y, que sepamos, las obras aún no han empezado. No hemos tenido más conversaciones con la propiedad», dijo ayer el presidente del Bravium Teatre, Ferran Figuerola. Desde que dejaron el edificio, eso sí, «no hemos parado nuestra actividad ni dejado de trabajar», aseguró. Agradeció también la cesión de la actual nave en la que se ubican gracias a una familia asociada y al Orfeó Reusenc, en el que se realizan las representaciones del Bravium Teatre.

Por su parte, el archivero del Bravium, Cisco Marca, manifestó que «presumimos de ser de las entidades de la ciudad con el archivo de su historia más completo». En este sentido, Figuerola terció que «mudarnos supuso hacer un gran traslado de material, movimos todo el archivo teatral y dimos con unos documentos relacionados con la adquisición por parte del Arxiprestat de Reus del edificio. Los hemos estudiado y hay cosas que no nos encajan, nuestra intención es consultárselo a un abogado». Expuso que el edificio, «registrado a nombre de la Prioral» habría sido «incautado en el año 1956».

¿De dónde venimos?

El año pasado el Bravium Teatre cumplió 70 años, lo hizo en un momento de «incertidumbre», manifestó Figuerola en marzo de 2021 al Diari, pues a pesar de que tenían algunos preparativos de celebración en mente, la llegada de la pandemia los obligó a suspender representaciones, algunos socios se dieron de baja y el control del aforo alejó a algunas compañías teatrales.

A todo ello, se le sumó un futuro con interrogantes: la entidad no tenía el contrato de alquiler –de 30 años– renovado. De hecho, había pasado un año sin que se formalizara con la propiedad, el Arxiprestat de Reus. Cabe recordar, que el Bravium, en esos últimos 30 años, no había tenido la necesidad de pagar el alquiler, pero sí asumido el gasto de suministros, incluso asumió el mantenimiento de algunas dependencias en uso. «No sabemos cómo acabaremos. No queremos desaparecer», declaró Figuerola entonces.

A finales de ese mismo mes, marzo del año pasado, este medio se hizo eco de la comparecencia de la Iglesia, en la que se anunciaba que el Bravium tenía que abandonar la sede en la que se encontraba por «problemas estructurales». El espacio se encontraba en un «estado precario» y dijeron que había que desalojarlo «cuanto antes», apuntó el delegado diocesano para los bienes de la Iglesia de ese momento, el capellán Josep Mateu.

La propiedad trasladó que tenían que cerrar el espacio para «rehabilitarlo», decisión que forzaba al Bravium a buscar otro lugar en el que seguir su actividad y almacenar vestuario y material técnico y escénico. Dicha información llegó a conocimiento de la junta directiva del Bravium por los medios de comunicación, según manifestó esta en su momento. Mediante un comunicado, además, dijo: «Hemos recibido con sorpresa el anuncio del cierre. Antes y después de la finalización del contrato habíamos solicitado reiteradamente reuniros para renovarlo (...). La propiedad no nos había trasladado el estado crítico del edificio».

Desde la Iglesia expusieron que había «ido informando de todos los pasos que habían ido haciendo» y contemplaban que el Bravium volviera «una vez esté la rehabilitación hecha» y que el edificio «será un centro cultural al servicio de la ciudadanía», dijo el padre Mateu. Días después, el Bravium pidió públicamente que le garantizaran su vuelta tras las obras, que se comprometieran por escrito; aunque que lo que «conocimos como Bravium –recordó Figuerola– ya no volverá, si queremos usar el escenario habrá que reservarlo», lamentó.

Y es que más adelante, el pasado agosto, el prior Mn. Cedó declaró a este rotativo que «la Iglesia camina con todas las entidades, eso significa replantear el financiamiento de las cosas y, por eso, en el edificio habrá una actualización del modelo de gestión, es decir, para que se autofinancie», acotó. Detalló algunos aspectos sobre el proyecto que querían ubicar en equipamiento de la calle de la Presó, una iniciativa que «dialogará entre la fe y la cultura» y donde «las entidades de la ciudad tendrán cabida», añadió. Incidió en que la fase de diagnosis había concluido y que «el edificio no amenaza de ruina, pero hay que hacer actuaciones integrales».

La puesta en marcha del proyecto, que fijaba sus bases en una exhortación pastoral del arzobispo metropolitano Joan Planellas i Barnosell, tenía la previsión de estar en marcha a finales de este curso, mayo-junio, aunque «no deja de ser una previsión y puede cambiar», señaló el prior.

Ya en verano, el Bravium pudo disponer de una nave, antigua fábrica de avellanas, en la que dejar sus cosas, gracias a la cesión de un socio. Pagan suministros y ubicaron allí clases teatrales. En julio de 2021, el Bravium ya había sumado muchas horas de inventariado y recolocación de material, algo que lograron hacer gracias al apoyo de entidades, así como de las Brigades Municipals.

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