Un 3,4% de los españoles ha dejado de tomar algún medicamento recetado porque no se lo pudo permitir por motivos económicos, según la última oleada del Barómetro Sanitario del CIS, este año. La cifra ha aumentado respecto al 2,6% de 2019. «La pobreza farmacéutica existe, aunque continúe siendo desconocida», explica al Diari Javier Vinzia, director del Banco Farmacéutico. Una decena de farmacias de Reus hacen de enlace entre los pacientes y la entidad, que financia el tratamiento a personas vulnerables. Son las únicas de la provincia que ofrecen este servicio.
En la ciudad, el Banco Farmacéutico aterrizó a finales de 2021 y trabaja a partir de una ayuda municipal de 10.000 euros anuales. «En 2022, era el primer año, empezábamos, lo complementamos con aportaciones privadas y fue bien», detalla Vinzia. Pero el gasto se va arrastrando y «este 2023, en abril, hemos tenido que cerrar las altas y quedarnos solo con dispensaciones ya comprometidas». La entidad ha agotado los fondos, busca donaciones y hace un llamamiento a quienes las puedan ofrecer.
Este sistema de financiación de la medicación es muy sencillo. Habitualmente, «el paciente acude al centro de salud, le diagnostican una enfermedad crónica, tiene dificultades para pagar la medicación y va al trabajador social del CAP. Allí le piden una serie de datos, comprueban que tiene ese apuro y entran su información en la plataforma del Banco, que genera un documento», concreta Vinzia. Con ese papel, «el enfermo va a una de las farmacias que colaboran, le dan la medicación y al Banco le queda registrado el tique de lo que se le ha dispensado. Luego, el Banco cubre la factura de la farmacia a través del Fondo Social del Medicamento, impulsado con esta finalidad».
El año pasado, un total de 111 vecinos de Reus emplearon este mecanismo, que sufraga el importe de los fármacos durante un periodo máximo de seis meses. De estos 111, 42 eran mujeres y 69, hombres. Dos eran menores. La mayoría de quienes recurrieron al Banco Farmacéutico porque tenían problemas para pagar sus recetas estaban entre los 40 y los 70 años. Son cinco los centros de atención primaria que evalúan el encaje de los pacientes y los derivan, y el que más inscripciones al Banco hizo fue el Reus 1, el CAP Sant Pere.
El perfil del beneficiario de la financiación de medicamentos en Reus es el de personas de nacionalidad española, sin estudios o con la educación básica. Muchos se encuentran en situación de desempleo sin percibir prestación o no reciben ninguna ayuda, pero un volumen importante son igualmente vulnerables pese a estar trabajando. También hay una cantidad relevante de pensionistas, desempleados con prestación y que tienen ayuda social.
Fármacos: omerazol y alprazolam
En cuanto a los medicamentos que se recetaron a esos 111 casos en Reus, los principios activos más frecuentes fueron omeprazol, paracetamol, atorvastatina, metamizol, calcifediol, ácido acetilsalicílico, alprazolam, diazepam, lorametazepam y duloxetina, según las estadísticas del propio Banco Farmacéutico. A menudo, personas en riesgo de exclusión se ven forzadas a dejar de comprar sus medicinas para tratar de hacer frente a otros gastos, cuestión que deriva en un empeoramiento de su salud.
El Col·legi Oficial de Farmacèutics de Tarragona (COFT) apoya la acción de la entidad. «Desde el COFT, establecimos la relación con el Banco Farmacéutico a principios de 2021, cuando firmamos un convenio para que las farmacias que quieran hacerlo puedan adherirse al programa Fondo Social del Medicamento con el objetivo de facilitar el acceso a la medicación a personas sin recursos y, por lo tanto, que se encuentran en vulnerabilidad», detallan fuentes del ente consultadas al respecto.
«Este programa funciona de forma que las oficinas de farmacia que se suman al Fondo pueden dispensar medicamentos sin aportación ni ningún otro cargo a personas previamente identificadas por el Banco mediante un documento específico», indican las mismas fuentes, y señalan que «la farmacia introduce el medicamento dispensado en la intranet del Banco Farmacéutico para que quede registrado y se pueda tramitar administrativamente». La iniciativa está en estos momentos presente en Catalunya, Aragón y Madrid. Recientemente se ha hecho el cambio de facturas mensuales a trimestrales para aligerar la burocracia y a las farmacias que participan se les pide una cuota de 240 euros al año.
En Reus, «las nuevas altas de pacientes están cerradas desde este mes de abril porque se acabaron los fondos», lamenta el director del Banco Farmacéutico, que expresa que «nos hacen falta donaciones para abrirlas de nuevo, que pueden llegar de privados y de quien quiera aportar». Paralelamente, «también nos presentaremos a nuevas ayudas para poder recuperar cuanto antes estas altas».
Tejer la relación con los usuarios
El farmacéutico adjunto Eloi Martínez, que trabaja en la farmacia El Vent, conoce de primera mano la realidad de quienes solicitan la financiación del Banco Farmacéutico. «Registramos los medicamentos que se llevan y el Banco nos retorna luego la aportación que, de otra forma, habría tenido que realizar por su cuenta los propios pacientes», explica.
En el contacto asiduo con los usuarios, «podemos mejorar la vida de las personas con consejos farmacéuticos, hablando un poco con ellos y sabiendo algo más sobre su vida. A veces, podemos incluso ayudar a reducir la medicación, aunque la tengan prescrita, porque los hábitos saludables mejoran su situación». Y es que, «al final, la farmacia no deja de ser un establecimiento social, no solo sanitario. Y la salud no engloba únicamente tomar medicinas, sino también tener unas condiciones laborales buenas, un entorno social sano, una vivienda... El estilo de vida».
Martínez constata que «ha habido muchos recortes en todas las instituciones públicas y en la sanidad, y se tira hacia lo privado», y apunta que el Banco Farmacéutico «cubre una carencia que existe». Esa cobertura alcanza un límite de 180 días, seis meses, por enfermo. Luego, «hay mucha gente que no puede continuar pero, al final, desde la farmacia también creamos cierto vínculo y, según qué medicamentos sean, podemos adelantarles alguna caja para que la paguen cuando puedan o cuando se les renueve la financiación, si corresponde. Después, arreglamos cuentas y ya está, sin problema», expone.
Pero el contacto no siempre se mantiene. Y es que el número de pacientes que llegan por estas ayudas «fluctúa porque, en ocasiones, vienen de lejos porque saben que la farmacia presta este servicio y, cuando se les acaba y les toca pagar la medicación, quizá regresan a la de su barrio», concluye el farmacéutico adjunto.
La pobreza menstrual
El Banco Farmacéutico tiene también un proyecto de abordaje de la pobreza menstrual, el Fondo de Equidad Menstrual. «Hay dificultades para acceder a este tipo de productos, que son caros, y está el tema del IVA», apunta Vinzia, que dice que «también se ha detectado falta de formación y cuestiones culturales». Las acciones del Fondo se centran ahora en la realización de talleres. En Reus, «queremos proponerle al Ayuntamiento llevar a cabo alguna actividad de este tipo, es una intención para este mismo año», concreta, aunque se apuntalará primero el proyecto farmacéutico.