Hemos superado otra semana. Una semana difícil que inicia otra de confinamiento ‘total’ que se avecina todavía más complicada. Los más optimistas pensarán que hemos dejado atrás la mitad del camino y que sólo quedan 15 días para que todo vuelva a arrancar. No obstante, yo soy de los que piensa que la reclusión todavía se alargará más. ¿Cuánto tiempo? No lo sé.
En estos momentos, seguramente todos ya conocemos o sabemos de alguien que está contagiado con coronavirus o, incluso, que ha perdido a algún familiar. Las UCI de la demarcación empiezan a estar colapsadas y las cifras que escuchamos o leemos a diario están descontroladas. De poco serviría recordarlas, porque mientras leen este artículo ya habrán quedado desfasadas.
Tampoco quiero centrarme en ellas ni unirme a los varapalos que se están dando a la pésima gestión del Gobierno que, finalmente, el sábado decretaba reclusión absoluta. Me gustaría hablar de la otra cara de las cifras. Aquella que se refiere a las personas que han luchado contra la Covid-19 y la han derrotado. Y hacerlo de la mano de un caso concreto que he conocido esta semana. Se trata de Agustín Guerrero, de 54 años, a quien hace dos semanas le dijeron que tenía coronavirus tras llegar con fiebre a las urgencias del Hospital Sant Joan de Reus. Por suerte, su estado era leve y estuvo ingresado en planta sin necesidad de oxígeno.
Desde un primer momento afrontó la situación con tranquilidad y seguro de salir adelante. En su confinamiento en una habitación sin poder ver a nadie explica que le fueron de gran ayuda todas las muestras de afecto recibidas por el móvil y de la gran atención del personal médico. «En todo momento estuve muy bien atendido. Por ello, quiero agradecer tanto a médicos, enfermeras y personal de la limpieza del Sant Joan que, con los escasos recursos que tienen, me prestaron una atención estupenda», expone recién recibida el alta desde su casa y con ganas de animar a toda la gente que se encuentre en una situación parecida. Él, además, no tuvo reparo en que desde el hospital de Reus, y como están haciendo en tantos otros centros, le dispensaran un tratamiento medicinal a modo de prueba.
De la historia de Agustín me quedo con su optimismo a la hora de afrontar una situación compleja ante el maldito virus. Con los años, estoy convencido que tanto él como todos nosotros no olvidaremos estos días y pondremos en valor que la mayoría supimos quedarnos en casa (eso sí, mientras otros se jugaban la vida).
Por eso, me cuesta tanto comprender la falta de solidaridad de algunos que obligan a Mossos y Guàrdia Urbana a levantar 800 actas o detener a ocho personas en Reus por saltarse el confinamiento. Por no hablar del caso del hombre ingresado en prisión por toser y escupir sobre los trabajadores de un supermercado de la ciudad. Una falta de solidaridad y de respeto ante los que comparto la tolerancia cero que se está aplicando.