El objetivo 1.1.04 es «Aplicar la visión de género en el urbanismo y las actuaciones urbanas» y la acción planteada es «Estudiar y evaluar con visión de género las intervenciones urbanas». El 1.7.14 propone «Mejorar la financiación externa de las actividades culturales», que se concreta en «Buscar nuevas formas de financiación externa privada y buscar nuevas formas de financiación externa pública». El objetivo 3.1.09 es «Promover los recursos de la ciudad en clave económica diversa» y la acción a realizar es «Potenciar la economía social y cooperativa, la economía circular y la economía verde». Son algunos ejemplos de las propuestas incluidas en el Pla d’Acció Municipal (PAM) 2019-2023 del Ajuntament de Reus, que esta semana ha abierto el proceso participativo para que la ciudadanía priorice los objetivos a ejecutar.
El contenido del PAM depara, a mi juicio, dos sorpresas. La primera queda patente en los ejemplos antes citados. Más que un plan de acciones, estamos ante un plan de objetivos –un POM, si lo trasladásemos irónicamente al lenguaje de siglas–. Lo cual no es ni bueno ni malo en sí mismo, simplemente lo convierte en un planteamiento híbrido.
Un PAM, como herramienta de gestión y planificación estratégica, se caracteriza por contener actuaciones concretas, con calendario, presupuesto e indicadores que permitan medir los avances en la ejecución. En el de Reus, estas premisas no están inicialmente contempladas. A lo que hay que añadir que algunas propuestas son difícilmente parametrizables, porque se limitan a objetivos genéricos acompañados de acciones que no pasan de enunciados indefinidos. Dos carencias –sobre todo la falta de cronogramas y estimaciones económicas– que debilitan el documento presentado por el gobierno municipal como la hoja de ruta para los cuatro años de legislatura.
La premura con que ha sido elaborado probablemente ha ido en contra el trabajo previo de reflexión estratégica y de identificación de acciones específicas, especialmente en aquellas áreas que no contaban con una planificación propia a medio o largo plazo. Esas propuestas poco más que declarativas lo tienen difícil para ser bien valoradas por la ciudadanía, y no digamos para ser bien gestionadas por sus responsables.
El proceso participativo de tipo consultivo es la otra particularidad que llama la atención. La participación ciudadana consistirá en priorizar los objetivos de cada uno de los cuatro ejes del PAM (progreso social; espacio urbano; desarrollo económico, y gestión, organización y planificación). Todas las personas empadronadas en Reus mayores de 14 años podrán votar hasta un máximo de 20 propuestas, a razón de cinco por eje. La votación –online y presencial– se prolongará hasta el 12 de diciembre.
El resultado de la priorización se trasladará a las concejalías «para que conozcan las acciones con más apoyos, puedan contrastar las prioridades internas con las de la ciudadanía y tomarlas en consideración para su planificación». Teniendo en cuenta que los ciudadanos no han tenido ningún papel en la definición y selección de los objetivos y actuaciones, ni tampoco su voz servirá para validarlos o descartarlos, la participación popular tendrá un nivel decisorio que estará en la banda baja de este tipo de procesos.