Hace unas semanas me topé con una noticia que ha pasado sin pena ni gloria. La Unión Europea organizó en noviembre una fiesta destinada a promocionar una plataforma digital para que los jóvenes conocieran y se concienciaran de los proyectos de la UE respecto a la tecnología del metaverso.
El público al que iba dirigido, virtual naturalmente, eran fundamentalmente jóvenes entre 18 y 35 años, asiduos a Tik Tok e Instagram y no expuestos a información institucional. La fiesta en cuestión se desarrollaba en la realidad virtual de una isla tropical paradisiaca donde unos avatares bailaban música house. Encontré entre la información un vídeo con un montaje espectacular del que debo confesar que no entendí su significado. Lo que sí comprendí fue que la UE, con el dinero de todos los contribuyentes, y en plena época de austeridad energética, se había gastado 400.000 euros en el guateque.
La UE ha creado el proyecto Global Gateway para promover las tecnologías dentro y fuera de Europa. Tienen un presupuesto que mi cerebro analógico es incapaz de procesar: 300.000 millones de euros de aquí a 2027.
El metaverso está dando muestras de que todos esos iluminati no están teniendo el éxito que auguraban. No parecen comprender que los ciudadanos cruzamos el mundo soportando aeropuertos, estaciones de tren o carreteras para dar abrazos y no olvidar el calor del hogar en el que nos criamos, y que los besos, insisto, nunca podrán alcanzar su poder en la realidad virtual. Y sin embargo, qué poco se invierte en generar capacidades emocionales.