Antonio Cavallé, buen amigo personal y uno de los mejores expertos en energía de nuestro territorio, ha visitado esta semana el Diari para compartir en público su visión de futuro delante de la consellera de Acción Climática, Teresa Jordà, cuya cartera no ha salido demasiado favorecida en la fotografía: Cataluña ha perdido 20 años en materia de energías renovables, y lo que es todavía peor, la hoja de ruta de la Generalitat carece de realismo, según la voz de los que saben del tema.
La Prospectiva Energética de Cataluña 2030-2050 no convence. Primero porque no hay capacidad industrial para ejecutar las previsiones en aspectos clave como la producción de componentes, economía de escala con grandes proveedores, ingenierías, instaladores..., y segundo por el infantilismo de la sociedad catalana y sus pataletas ante los grandes proyectos eólicos y fotovoltaicos. Como un niño malcriado al que nadie se atreve a decir las verdades, se niega pagar el peaje de vivir en el primer mundo, cada vez más electrificado. Jordà, que es de Ripoll, al menos tuvo que tragarse el sapo de escuchar la voz del sur de Cataluña ante el agravio comparativo con la privilegiada Girona en materia de producción
-nucleares, ciclos combinados, molinos...- y líneas aéreas de transporte energético.
El apagón de una central nuclear equivale a 533 aerogeneradores (105 metros de altura y palas de 60 metros de diámetro cada uno de ellos) o a 5.500 hectáreas de huertos solares. En Cataluña hay que apagar tres, de modo que es fácil multiplicar. No hacen falta grandes luces para visualizar que, con las dificultades actuales para desarrollar parques de renovables, el plan para la generación de energía limpia en suelo catalán es papel mojado. Por decirlo de forma suave y sin herir susceptibilidades, Cataluña hace años que perdió este tren.
«Donde sí estamos todos en la misma línea de salida -argumentó Cavallé-, es en la tecnología del hidrógeno y del biometanol... Una planta para fabricar hidrógeno no deja de ser como una petroquímica, y de eso sabemos un rato; es una enorme oportunidad». En efecto, la tecnología para producir a gran escala hidrógeno verde, -combustible libre de CO2, que tampoco lo genera en su producción, siempre que se apliquen procesos sin emisiones para separar hidrógeno y oxígeno del agua-, todavía está en una fase temprana. Por tanto, es momento de posicionarse en la cabeza del pelotón y no perder de vista a los otros gallos del corral.
Los gigantes del sector, como Repsol, Enagás o Carburos Metálicos se están poniendo las pilas para liderar el Valle del Hidrógeno de Cataluña, actualmente con más de 230 miembros y 73 proyectos estratégicos de inversión, entre los que sobresale el famoso megaelectrolizador de 150 megavatios, un tamaño nunca visto hasta la fecha. No se sabe muy bien cómo se va a alimentar ese monstruo con energía limpia; probablemente habrá que recurrir a otras regiones de España y, a medio plazo, a redes internacionales integradas.
Con los números actuales, el hidrógeno verde que se va a producir en Tarragona costará más del triple que el actual hidrógeno ‘gris’, por lo que hacen falta años de regulación e innovación tecnológica para crear una economía de escala que permita abaratar costes. Ahí, justamente en la creación de ese ecosistema, es donde Tarragona debería comenzar a marcar diferencias con proyectos piloto, no sólo desde el consumo industrial para los procesos del sector químico, sino también en movilidad, construcción o transporte.
Sin duda, hablar del hidrógeno verde es tendencia. Las noticias sobre avances tecnológicos se multiplican estos días: investigadores de la Universidad Nacional de Singapur ha publicado en la prestigiosa revista Nature el modo de abaratar el proceso de electrólisis; Maersk, la segunda naviera del mundo, anuncia su intención de fabricar e-metanol para sus buques a partir del hidrógeno en Galicia y Andalucía; Volkswagen vuelve a trabajar en una nueva pila de combustible más barata que las actuales y promete coches de hidrógeno que pueden recorrer 2.000 kilómetros con un solo depósito; Crèdit Agricole ha realizado un pedido en firme de 10.000 unidades de la berlina francesa Hopium Machina; aunque todavía no es rentable, Alstom ya tiene su primer tren de hidrógeno circulando en Alemania, y pronto se sumarán líneas en Francia e Italia...
En Cataluña también se aprecian algunos brotes verdes, como la flota para el Transporte Metropolitano de Barcelona y la hidrogenera de su aparcamiento central en la Zona Franca. La empresa Indox Energy Systems estrenó en junio la primera planta en Cataluña de producción de hidrógeno verde para autoconsumo, y también destaca el prototipo de coche de hidrógeno desarrollado por Evarm, especializada en combustibles alternativos para usos profesionales, en Sant Boi.
Tímidamente, en Tarragona también se van dando los primeros pasos. La EMT ha iniciado la licitación para un servicio de 35 autobuses de pila de hidrógeno, y la primera hidrogenera abierta al público en Tarragona, impulsada por Carburos Metálicos, debería estar operativa el año próximo. Con lo que se demoran todos los proyectos en esta bendita tierra, quizá hasta el tranvía del Camp, si algún día ve la luz, llegue a tiempo para apuntarse al hidrógeno verde.