Desde marzo de 2020, Diari ha tenido la amabilidad de publicar mis opiniones sobre la Covid-19 en tres ocasiones. En las dos primeras, acerté con la recomendación general sobre el uso de la mascarilla en cualquier ambiente. Escribí textualmente: la mascarilla no es que sea útil, es esencial, en unas semanas en las que se ponía en cuestión su efectividad en ambientes exteriores. Creo que también acerté en mi crítica sobre la muy mala gestión de la pandemia que en Cataluña y en España se estaba haciendo, así como en el pobre/mediocre nivel de los expertos (sic) al frente de la gravísima situación. Acerté asimismo en las previsiones sobre las vacunas, que estimé aparecerían en meses, cuando los que no conocen de lo que es capaz la ciencia actual nos hablaban de años. Sin embargo, me equivoqué de lleno en mi último artículo publicado el pasado 18 de diciembre bajo el título: ‘Covid-19: la luz al final del túnel’. Sin duda, hay luz, pero parece que, o bien el túnel se ha hundido y nos ha dejado bloqueados en su interior, o bien estamos paralizados y apenas damos un paso hacia la salida.
Creo que a nadie le cabe duda alguna de que la Covid-19 está acabando física, moral y psicológicamente con todos nosotros. Es similar a los estragos de una guerra. O acabamos con la Covid-19 lo más rápidamente posible –semanas mucho mejor que meses– o ésta acabará con nosotros. A una guerra se le dedican todos los recursos posibles. Hoy hay ya varias vacunas efectivas. Ese era el problema mayúsculo, su diseño y síntesis en un plazo muy reducido de tiempo. Ahora, parece ser, porque las informaciones serias y contrastadas más bien brillan por su ausencia, que las dificultades radican en su fabricación, envasado, distribución, y administración. España cuenta con un buen número de industrias farmacéuticas de reconocido prestigio internacional, las cuales pueden fabricar las vacunas (por cierto, ¿qué pasa con la rusa Sputnik V y la china Sinofarm?), tenemos numerosas compañías de sectores varios con capacidad para envasar, grandes empresas logísticas para distribuir, y hasta Correos, el ejército, o los cuerpos de seguridad del Estado pueden distribuir las vacunas al último rincón del país con gran rapidez. Por último, para inyectar las vacunas por vía intramuscular, nada especialmente complejo, además del personal sanitario, hay miles de personas suficientemente apropiadas para ello, incluyendo por supuesto nuestros bien preparados alumnos de los últimos cursos de Medicina y Enfermería, que sin duda colaborarían muy gustosos. Si en las guerras las fábricas de pintalabios elaboraban balas, las de tractores, tanques, y los trajes se convertían en uniformes de combate, ¿por qué no aplicar ahora conceptos similares con los que acabar con esta pesadilla en el menor tiempo posible? No parece que estemos en un Estado de Alarma en este sentido. Resulta que tenemos alimentos (vacunas), pero nos morimos de hambre porque no sabemos cómo llegar hasta ellos, cocinarlos y comerlos.
Veo a nuestros gobernantes totalmente desorientados, en manos de unos asesores que si lo único que recomiendan son los dichosos confinamientos con sus muy negativos efectos colaterales sobre la salud (física y mental) y económicos, si no se tratase de algo tan sumamente grave como lo que tenemos encima, les sugeriría con ironía que regresen a la Edad Media, donde se encontrarían muy a su gusto con sus tan novedosas medidas. Si las diversas disciplinas biomédicas estuviesen a ese nivel, nos podríamos ir olvidando de los grandes avances habidos en la mayoría (cáncer, enfermedades neurológicas, metabólicas, etc) en recientes décadas.
Señores gobernantes: europeos, españoles y catalanes, por favor, sáquennos de esta pesadilla, YA. Muévanse en todas direcciones en busca de vacunas, y no se escuden unos en otros. Que si la UE unos, que si Madrid otros. Adquiéranlas donde las haya. Ya lo hicieron en su momento con el equipamiento médico esencial al inicio de la pandemia. Organícense YA para una rapidísima distribución y administración en cuanto las tengan, y cuenten con la sociedad civil, que les ayudará. Con toda seguridad, voluntarios los van a encontrar para todo lo necesario. Nuestro país es así. ¿Cuántos muertos y afectados de todo tipo (física, psíquica y económicamente) supone cada semana seguir en la situación actual? Trabajen sin descanso en este tema y donde no puedan llegar, pidan ayuda, que no es un síntoma de debilidad, sino al contrario. Sin vacunas no habrá inmunidad, eso seguro, y ya nos podemos preparar para la cuarta ola, la quinta o la sexta. Eso ya lo escribí el 18 de diciembre.
Josep Lluís Domingo: Catedrático de Toxicología y Salud Medioambiental de la Facultad de Medicina de la URV. Profesor Visitante Johns Hopkins University (USA). Editor-in-Chief de Environmental Research, y Food and Chemical Toxicology. Investigador internacional altamente citado (HCR Clarivate)