Hace tiempo escuché a un gorrilla de Madrid gritarle a un señor, «Aparcas como un provinciano». Todos lo somos en tanto pertenecemos al censo de una provincia, pero ‘ser de provincias’ tiene una connotación despectiva, de paleto. Y la pregunta que le formulo directamente es si usted se siente orgulloso de pertenecer a la provincia de Tarragona. O si ese apego a la patria chica que guardamos en el corazón lo tiene reservado a su pueblo o ciudad, su comunidad autónoma, al país o al mundo.
En Barcelona te dirían que aparcas como un comarcano, pues aquí y en muchas partes los paisanos se sienten más del Priorat o de la Conca. Deben tenerse en cuenta varios factores, como la distancia, la historia o las barreras geográficas, pues las montañas y los paisajes son más poderosos que las fronteras.
Difícilmente las personas de las Tierras del Ebro con campos de naranjos separados por un gran macizo tiendan a mirar hacia arriba. Y tampoco ayuda, por ejemplo, en Reus, que el nombre de la provincia 43 coincida con el de la capital, pues se puede producir una identificación indeseable entre la triste y decadente ciudad de Tarragona, y su bella y boyante provincia.
Este lunes, el abogado Camacho, en estas páginas, afeaba la ausencia de la presidenta de la Diputación provincial al XIII Congreso de los abogados celebrado en PortAventura. Lo poco que nos recuerda la pertenencia a una provincia son las Administraciones públicas como Hacienda o la Justicia, porque casi nada privado es provincial. Ni los colegios profesionales o las cámaras de comercio, salvo las actividades deportivas y las convocatorias de premios.
La provincia es un ente administrativo que desde tiempos de Roma tiene poco calado emocional. Ser provinciano expresa sumisión, es un refugio para apátridas y fuente inagotable de chistes. Cuando escribes una dirección, va entre paréntesis y a nadie le distinguen como hijo adoptivo de una provincia.
Desde la desaparición de Caixa Tarragona quizá lo más relevante que nos une y conecta lo está usted sosteniendo en su mano. Nos referimos a este diario y ha dicho su directora, en la presentación de la X Guía de la Excelencia empresarial, que la economía de la provincia de Tarragona es fuerte y equilibrada. En una presentación llena de optimismo, Nuria Pérez habló de su resiliencia pronosticando su gran potencial.
Como nosotros llevamos desde que llegamos augurando que un día explotará, hemos decidido mirar hacia atrás y comprobar si ya ha explotado o deberemos seguir esperando otros treinta y cinco años. Tarragona entonces ocupaba el puesto quince en el ranking de los registros mercantiles de España. La única forma de averiguarlo es comparándola con otras provincias. En 1983, era el patio trasero de Catalunya, mientras Girona (4ª), Barcelona (5ª) y Lleida (10ª) estaban en el top ten de los ciudadanos con más recursos de España. En 2019, Barcelona (6ª), Tarragona (7ª) y Lleida (9ª) están, y era Girona la caída de la lista.
Hojeando la X Guía de la Excelencia empresarial en el acto de su presentación, el jueves pasado, empecé a sentirme como Paco Martínez Soria. Una de las cosas que llama la atención de la economía privada de Tarragona provincia es el adecuado tamaño de las empresas, entre medianas y pequeñas, sin ninguna lo bastante grande para sufrir el riesgo de su excesiva dependencia.
En torno al 23% del Producto Interior Bruto de Aragón está ligado a Opel directa o indirectamente. Michelin y Mercedes representan casi la mitad del PIB del territorio alavés; mientras que en Tarragona ninguna empresa alcanza siquiera el 3% de la facturación total de la provincia.
La segunda, destacada por la directora, es el equilibrio de los sectores primario, secundario y terciario. Nuestra carreta va impulsada por tres caballos. Otras provincias como Lleida tienen un solo animal de tiro y aunque empuja con fuerza del carro agroalimentario, resistiendo la pandemia, hoy se enfrenta a una preocupante sequía.
En esta pandemia se ha demostrado que la economía de un lugar tiene mucha relación con la diversificación. Las turísticas Baleares, Girona, Málaga o Canarias han sufrido desplomes espectaculares en esta comparativa.
El año pasado hablábamos aquí del tamaño del cráter analizando cómo había golpeado la pandemia a los diferentes sectores de actividad y este ejercicio habría que escribir sobre la velocidad con la que han encofrado el agujero.
Así que no hay que seguir planteando si Tarragona explotará sino certificar que ya ha estallado, pues, quitando a Madrid y a los cuatro territorios forales, que juegan con otras cartas, Tarragona es la segunda provincia de España con el índice más alto de renta por habitante en los últimos datos oficiales publicados. Pisando los talones a Barcelona.
Y mientras la directora daba las gracias a todos cuando somos todos quienes deberíamos agradecerle su magnífica labor de cohesión, sentía la extravagante sensación y me veía con una boina aguantando una gallina y bebiendo de un botijo.
En fin, solo aspirábamos con estas letras a destacar que, en esto de la economía, a pesar de todas las dificultades y contra viento y marea, vamos adelantando posiciones en términos absolutos. El PIB solo es la suma del trabajo cotidiano de todos y deberíamos sentir un orgullo colectivo. Estamos a rebufo de Zaragoza y, si seguimos así, entramos en los puntos.