Hinchazón de información sobre las víctimas de las riadas de Valencia. Silencio sobre los responsables de haber actuado contra natura, sobre los culpables, los auténticos verdugos de tantas vidas. Lo ocurrido es simplemente una falta de previsión. Una falta intencionada y, en algunos casos, cargada de especulación económica.
Llorar ahora, acudir al lugar de los hechos, llorar incluso, es un acto fariseo. ¿Dónde estaban esos responsables cuando rieras y ramblas estaban el pasado veranos y los anteriores llenas de madera, objetos y todo lo que se quisiera tirar encima, sin que ellos no se ocuparan de limpiar los cauces? ¿Dónde estaban, los actuales y los anteriores, cuando se construía –muchas veces ilegalmente- en los cauces naturales de esas rieras, impidiendo que se levantaran edificios –la mayoría de deficiente calidad- y se acotaran estrechísimas calles? ¿Dónde, cuando se autorizaba el aparcamiento de vehículos en zonas inundables, a veces cobrando por ello? ¿Dónde cuando las normativas europeas y españolas obligaban a informar preventivamente a la población de los riesgos que corrían y cómo actuar en caso de emergencia? ¿Dónde estaban el martes cuando había que informar y avisar a tiempo de lo que se cernía y se hacía tarde y mal?
La mayoría de emergencias se pueden paliar mucho con previsión. Pero siempre es mejor gastar el dinero en mascletàs que en proteger a la población. Tengo la experiencia personal de haber creado los primeros planes de comunicación preventiva de emergencias, en 1992, que en la mayoría de los casos, cuando llegaba el momento de informar a los ciudadanos, aparecía el político de turno (a veces presionado incluso por empresas) para decir textualmente que no se llevaran adelante esos planes porque “no era el momento” o incluso “porque no hay que asustar a los ciudadanos”. Vaya, que es mejor que se asusten una noche, súbitamente, con el agua en el cuello, cuando ya no hay remedio.
Los que no cumplieron con su obligación de proteger e incluso sancionar a los que burlan las normas, debieran pagar por su inacción. Son más de seis décadas enterrando los avisos de los expertos en temas de seguridad. Una herencia franquista en este irresoluto país que se cree moderno y vive del chanchullo y el egoísmo político.
También muchos ciudadanos, víctimas de las riadas, tienen parte de responsabilidad, aunque sea por ignorancia, al no vigilar por las viviendas que adquirían y el riesgo en que incurrían al estar en lugares de evidente peligro. Pero este es un país apuntado más al lamento que al coraje de hacer las cosas con la rectitud que es exigible. Muchas risas y egoismo en la vida de todos y poca formación de la ciudadanía.