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¿Sirve el Derecho para algo?

30 julio 2023 19:59 | Actualizado a 31 julio 2023 07:00
Martín Garrido Melero
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Uno se ha pasado la vida, que ya sabemos que es un ratico, entre libros de Derecho, códigos, circulares, instrucciones y demás disposiciones de semejante calado. Incluso ha tenido la osadía de explicar a los jóvenes de que va esto del Derecho, y de pasarse toda la vida adulta poniendo en práctica lo que ha aprendido a lo largo de los años, con mayor o menor fortuna.

De entrada, hay que decir, que por regla general las profesiones jurídicas dan de comer, y en algún caso, de comer langosta. Vamos que para algunos puede ser una profesión de pro de la que holgadamente pueden vivir toda la vida, aunque tal como se están poniendo las cosas para muchos va a ser un trabajo del montón. En otras épocas, muchas veces, se estudiaba Derecho (que conllevaba inmediatamente, a diferencia de ahora, ser Abogado) como un vestido de lujo más que como un trabajo a ejercer. Hoy las cosas han cambiado. Basta ver las profesiones de nuestros diputados y senadores, que ya no son mayoritariamente las jurídicas.

Cuando alguna vez alguien me dice que quiere estudiar Derecho (con D mayúscula y también con d minúscula) me sorprende, porque cuando eres niño quieres estudiar cualquier cosa o realizar cualquier trabajo, menos una Ciencia tan extraña como el Derecho.

De entrada, hay que decir, que por regla general las profesiones jurídicas dan de comer, y en algún caso, de comer langosta

Pero hay ocasiones en que algún infante tiene tan extraña vocación, sin que acaben de convencernos las explicaciones que da para ello. Muchas veces se fija más en la apariencia que en el contenido, más en la figura del juez que en el trabajo del juez. Les confieso que yo no sentía ninguna vocación por los estudios jurídicos y durante bastante tiempo pensé seriamente en dejar la carrera.

La pregunta que uno se hace al cabo de los años es si el Derecho sirve para algo. La respuesta primaria y cierta es que sirve para mucho, hasta el punto de que no podríamos vivir si la sociedad no estuviese organizada jurídicamente: no haya sociedad humana sin norma. El Derecho impregna todos los momentos de nuestra vida, muchas veces sin darnos cuenta, no hay prácticamente acción humana que no pueda transformarse en un hito jurídico.

Hasta el nacer y morir son hechos jurídicos sujetos a regulación, porque uno está muerto o vivo sólo como resultado de una norma. El Derecho es como el aire que todo lo invade y del que uno no es del todo consciente. El Derecho, como el Espacio o el Tiempo, son las categorías del ser humano.

No obstante, si uno se pone a pensar el tema, observa que el Derecho sirve muchas veces para fastidiar las relaciones humanas que hubieran ido mucho mejor si hubiéramos prescindido de acudir a él. Les pongo algunos ejemplos, sacados directamente de mi experiencia personal.

Muchas veces se fija más en la apariencia que en el contenido, más en la figura del juez que en el trabajo del juez

Una pareja vive feliz durante años sin acordarse del Derecho y sin importarle un rábano. No lo necesitan. Un día sin embargo uno de los miembros empieza a pensar en «sus derechos» y propone al otro un documento.

Lo que era felicidad se torna en zozobra, lo que era amor se gira en sospecha, lo que todo era compartido se transforma en individualidades. La petición empieza a corroer la relación, hasta que acaban rompiendo. Todo esto simplemente empieza (y termina) cuando alguien se le ocurre acudir a un texto legal y sugerir algo «jurídico» al otro.

Dos hermanos se quieren, cada uno es como es, pero la relación se mantiene a lo largo de los años. Surge un problema de herencias. Ya sabemos que las herencias es el final de muchas cosas y entre ellas del finado. La relación se tensa y uno acude a un notario para que notifique formalmente al otro su demanda. «Piénselo tres veces, antes de hacerlo», es el consejo que la experiencia hace que le demos.

La carta notarial va a ser como un cuchillo que acabará con toda posibilidad de acuerdo. Algo tan jurídico como recibir una notificación va a ser la línea roja que no debe pasarse. El Derecho vuelve a ser un incordio, porque si no existieran los notarios, un hermano podría mandar al otro una paloma mensajera que sería un procedimiento más agradable.

Un padre decide planificar en vida su sucesión para que sus hijos no se peleen a su muerte, es decir, hace un testamento. «¿Se lo debo enseñar a mis hijos? Es una pregunta habitual. “Haga lo que quiera, pero yo en su lugar no lo haría», le contestas. Pero el padre lo hace y se da cuenta que hubiera sido mejor no decir nada porque todos empiezan a señalar esto y lo otro, hasta que le vuelven loco y no tiene más remedio que cambiar su testamento que había hecho con buena intención.

Los despachos de juristas están llenos de personas que han hecho de su vida un caso jurídico, que dura y dura años y años y que acaba convirtiéndose en su única razón para vivir. Llega un momento en que ya no importa nada, excepto continuar pleiteando en busca de una solución que cuando llegue (si llega) es posible que no sirva para nada. Así que no se obsesionen con el Derecho, vivan como si no existiera, no se preocupen si no lo conocen, al igual que pueden vivir sin hacerse todos los días una analítica. Usen el Derecho, cuando lo necesiten, con prevención; no abusen del mismo; y no se dejen llevar por esa droga.

Del Derecho no podrán huir, y más tarde o más temprano, verán la importancia y la fuerza de la norma jurídica y tendrán que pasar por el mismo, pero hasta que eso llegue vivan y dejen vivir.

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