Me extraña que casi toda España quiera ser económicamente como Catalunya, es decir un país donde buena parte de lo que se recauda en impuestos se va para otras autonomías, en pro de la solidaridad. Andalucía, por ejemplo, recauda sólo el 60% de lo que precisa y gasta, el resto le llega de lo que se produce en las mal llamadas regiones ricas; si se homologara con Catalunya pasaría a entregar para otros la mitad de lo poco que recauda.
En otro orden de cosas, el manchego García Page ha llegado a decir que «lo que gana Catalunya es de España», una visión abusiva de lo que se ha llamado la «colonización de Catalunya», es decir tener a Catalunya como explotado proveedor de bienes, como lo que se ha hecho con las colonias con el café, tabaco, azúcar, cacao, metales y otros bienes.
No me atrevo a aplicar esta barbaridad a los vecinos de mi escalera porque el «que paguen ellos» no es ni justo ni aceptable. El dinero es de quien lo gana y si quiere repartirlo, pues maravilloso, bienvenida la generosidad, el sentido solidario y muchas gracias.
En Extremadura, por ejemplo, hay 17 funcionarios por cada mil habitantes, el mayor porcentaje en cualquier región europea. ¿Necesita Extremadura tanto funcionario? ¿Tienen acaso la mejor administración europea? No. Quien lo necesita es quien está en el poder para asegurarse los votos que requiere para repetir en las poltronas merced al agradecimiento de los que comen de sus manos.
Y, en lugares así, donde no es necesario ganar lo que se necesita porque ya vendrá de los ricos, se debe vivir de maravilla. Quizás sí que yo caiga en la tentación de irme a este tipo de regiones para vivir sin preocuparme, sólo para reclamar lo que me permitiría homologarme a los más esforzados.
Pero nadie quiere ponerle el cascabel al gato y decir las cosas como son. Lo intentó Xavier Trias hablando de Extremadura y el presidente de aquellas tierras tuvo la desfachatez de decirle aquello de «si tens collons, vine a di-lo aquí». Trias le respondió que quien tenía que visitar algo era el extremeño, para enseñarle lo relativamente dura que es la vida en Catalunya, donde a pesar de tener las mismas líneas de tren de hace cien años, por poner un ejemplo, tiramos adelante.
Y en este momento actual y convulso (¿ha habido algún momento tranquilo en las últimas décadas?) de aspavientos y reclamaciones, los presidentes autonómicos, comenzando por los populares, han desfilado por la Moncloa –incumpliendo el acuerdo de que lo harían en bloque– para pedir, protestar y quejarse. Ni una sola propuesta de planes de futuro ha salido de sus bocas.
Todos han ido a pedir, como si en la Moncloa tuvieran la Bota de Sant Ferriol. La palabra «esfuerzo» no ha existido, haciendo bueno eso de que el dinero que se genera en Catalunya es de España. Pues eso, será cuestión de plantearse hacerse extremeño porque lo de obstinarse en ser catalán es duro y suena a hacer el panoli.