Hace años, cuando yo era un joven e inocente becario de la Universidad de Alicante y luchaba por terminar la tesis doctoral, nos visitó en el marco de unas jornadas académicas el que fuera uno de los profesores de José Luis Rodríguez Zapatero en la Universidad de León.
Me permitirán que no dé muchos más datos para no denunciarle. El caso es que, tras terminar las actividades docentes y sentados todos los profesores y becarios a la mesa, no teniendo más obligaciones esa tarde y habiendo tomado todos quizá alguna cerveza de más, la conversación poco a poco se desvió de las cuestiones profesionales que nos habían reunido ese día y se escoró hacia lo que podríamos llamar el cotilleo de la cosa pública, aprovechando los contactos y conocimientos de nuestro invitado y el estado de leve euforia que nos embargaba.
Finalmente, y manifestando la pregunta que, sin ser pronunciada explícitamente, circulaba poderosa en el ambiente, uno de los colegas se lanzó a preguntarle al que fuera profesor del ex Presidente del Gobierno acerca de la cuestión que todos sentíamos roernos las entrañas de pura curiosidad: la inteligencia del susodicho. ¿Díganos, usted diría que, en aquellos años en que usted tuvo contacto con él, Zapatero podría ser definido como un hombre inteligente?
El anciano profesor se encogió de hombros, arqueó las cejas, compuso una expresión a medio camino de la reflexión sesuda y la memoria que desea olvidarse de sí misma, y respondió con tono de voz bajo: José Luis era un muchacho muy educado y correcto.
Evidentemente, la respuesta no satisfizo al que le interpeló (ni a nadie), que volvió a la carga: ¿Pero usted lo definiría como un hombre inteligente? El viejo profesor cerró los ojos, apretó los párpados como si le costase terribles esfuerzos dar con la respuesta más adecuada y finalmente concluyó: Era una gran persona. Un muchacho de gran corazón.
Pero ya el perro había mordido hueso y no iba a soltarlo: Sí, entiendo, pero díganos, ¿para usted era un hombre brillante, una de esas personas que sabes que llegará lejos? Respuesta: siempre fue muy educado y cordial. Un muchacho encantador.
El intercambio de preguntas y evasivas duró unos segundos más hasta que el catedrático del área decidió poner fin al mismo con una risa y una invitación a brindar por esto o por aquello, no me acuerdo bien.
Entonces, ¿qué creen ustedes? ¿Es Zapatero un tipo inteligente? Recuerdo un documental hace años donde le preguntaban lo mismo a uno de esos sesudos periodistas ingleses, que posan de hispanistas y nos explican a todos cómo somos los españoles, en el que el ínclito concluía que muy tonto no será cuando dirige la octava economía del mundo. A lo que habría que responder al señor con nombre de cerveza que es verdad lo que dijo, pero también que apenas poco tiempo después se desató under his watch una crisis que nos llevó a ser la decimoquinta y que, seamos sinceros, si te preguntan sobre la inteligencia de alguien, es porque posiblemente existen, como mínimo, sospechas de la abundancia de esta.
Rajoy. Un señor que en sede parlamentaria les dijo a sus señorías, y cito: «Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente». Esto lo dijo, y es lo que me parece más significativo, leyendo un papel y haciendo una paradiña al llegar a la palabra engañar, o sea, que la vio y, aun así, tiro palante. Como un campeón.
Claro, mi pregunta, estimados lectores, es la siguiente: ¿es esto lo mejor que puede dar España? Un individuo que ni sus profesores queridos defienden su inteligencia y otro tipo que es capaz de leer en público una barbaridad y quedarse más ancho que largo. Se ve que en nuestra patria a lo más alto sólo llega lo mejor. O, quizá, es que el proceso de selección es el inverso, que lo mejor es lo único que no tiene posibilidad alguna de llegar a lo más alto. Sea lo que sea, haríamos bien en hacérnoslo mirar porque pasan los líderes y, qué quieren que les diga, no parece que mejore mucho la especie.
Sánchez es un señor que en el debate de estas pasadas elecciones frente a Feijóo no fue capaz de imponerse a él usando argumentos y su única excusa fue que el otro mentía. ¡Sánchez acusando a otro de mentir! Un Presidente del Gobierno que tiene todos los datos del Estado en sus manos y que no es capaz de dar mayor argumento para desacreditar al otro que es que es un mentiroso, el perro se me comió la tarea, señorita, no me sonó el despertador, perdí el autobús.
Pero es que Feijóo, como si de un Rajoy 2.0 se tratara, nos regaló recientemente frases como: «La incertidumbre. Cuando uno no sabe lo que le pasa, normalmente es lo que le pasa. Que no sabe lo que está pasando». O sea, ¿qué hay que desayunar para decir cosas como esa? Lo que les decía, nos gobiernan los mejores.