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Los lugares
de la guerra

22 febrero 2023 20:34 | Actualizado a 23 febrero 2023 07:00
Víctor Navarro
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1.Se cumple un año de la invasión rusa de Ucrania y una de las cosas que más me preocupan es cómo hemos aceptado las imágenes del país en guerra. Para los europeos, lo más chocante de los primeros días fue ver la destrucción en ciudades que tanto se parecen a las nuestras y no teníamos asociadas a la barbarie. Es un sesgo cruel pero el ser humano funciona por atajos y heurísticas; pregúntale a cualquier periodista por el kilómetro sentimental. Hoy, un año después, Ucrania es ya para nosotros un lugar de la guerra. Sus imágenes nos pueden conmover, aterrar o indignar, pero ya no nos sorprenden.

2En este aniversario, no puedo dejar de pensar en una frase de Marc Augé en El viaje imposible. El turismo y sus imágenes: «El turismo es la forma acabada de la guerra». Me hace volver una y otra vez a Mostar, a su puente, a sus carteles y pinturas con las palabras «never again», «nunca más». Quizá ese «nunca más» sólo sea posible mientras no se haya tapado el último agujero de bala, y ni siquiera eso.

3Solemos hablar de hacer la guerra, pero sobre todo de ir a la guerra. La guerra es un lugar al que se va, aunque los que la hacen y los que van rara vez son los mismos.

Solemos hablar de hacer la guerra, pero sobre todo de ir a la guerra. La guerra es un lugar al que se va, aunque los que la hacen y los que van rara vez son los mismos

4En los lugares de la guerra también se da un absurdo cómico, pues el mundo es más Berlanga que Spielberg. En Mostar nos encontramos una estatua a tamaño real de Bruce Lee en pose de combate. Sus impulsores la defendieron como un símbolo universal de justicia que podía salvar el abismo que divide la ciudad. No fue así, claro. Tanto serbios como croatas vieron en ella un ataque, pues cada uno interpretó que su gesto desafiante apuntaba a su parte de la ciudad, y la estatua se tuvo que recolocar en un ángulo que todos interpretaran como neutro.

5 Fort Canning, la colina de Singapur en la que los británicos colocaron en 1819 la Union Jack, convirtiendo así la isla en colonia, y donde en 1942 la entregarían a los japoneses después de una semana de batalla, es hoy un lugar popular para fotos. En particular, una escalera en espiral se ha convertido en objeto de largas colas que pueden durar horas. Es una frivolidad, pero quizá no sea tan mala. Ojalá algún día Ucrania vuelva a tener lugares ‘instagrameables’.

6Llegamos a Singapur en verano del año pasado, pocos días después de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. China lleva ya varios días de ejercicios militares alrededor de la isla, en una demostración de fuerza que me hace echar de menos el «ascenso pacífico de China» que Hu Jintao convirtió en eslogan del país a principios de siglo, y que Xi Jinping ha sustituido por la diplomacia del lobo guerrero. Me entristece ver Taiwán (uno de mis países preferidos, un lugar pacífico y civilizado, amante de la lectura) reducido, en la prensa occidental, a una pieza en disputa en un conflicto geoestratégico. En esos discursos se ignora a Taiwán y a los taiwaneses. Como contrapeso, el cineasta taiwanés Keff comparte una pieza, escrita en inglés, con la perspectiva local. Llevan años acostumbrados a las amenazas, dicen, y las viven como una enfermedad que en cualquier momento puede empeorar, pero que no impide la vida. China es beligerante, pero ellos no quieren ser un lugar de la guerra.

Nos habíamos creído que en el siglo XXI mandaba el dinero y no los grandes relatos, y el regreso del tribalismo nos pilla adormilados

7En Singapur viven la situación con su habitual pragmatismo y contención. Encuentro un librito editado por Epigram, dentro de su fantástica serie Rational Conversations, que me ofrece una perspectiva más amplia. Se titula China Is Messing With Your Mind y lo escribe Bilahari Kausikan, académico y antiguo representante de Singapur en Naciones Unidas. Kausikan explora dos fenómenos, la política identitaria y el crecimiento de China, y cómo el gobierno chino los usa a su favor. La realidad, advierte Kausikan, es más compleja: tanto Estados Unidos como China son potencias en declive, ninguna de ellas capaz de llevar la batuta del mundo por sí mismas, ambas beneficiadas mutuamente por la existencia de la otra.

8Nos habíamos creído que en el siglo XXI mandaba el dinero y no los grandes relatos, y el regreso del tribalismo nos pilla adormilados. Por todas partes aparecen líderes fuertes y totalitaristas, dispuestos a sacrificar el presente por no sé qué orilla. Cuando una potencia entra en declive, cuando su mito fundacional entra en crisis, vuelven las grandes proclamas y sus defensores dispuestos a usar la fuerza.

9Me pilla este aniversario leyendo War and the Iliad, una edición conjunta de dos ensayos sobre La ilíada escritos en Francia, en los años 40, por Simone Weil y Rachel Bespaloff. Para Weil, La ilíada es el poema de la fuerza, esta es la verdadera protagonista del texto. La fuerza es aquello que convierte a cualquiera sujeto a ella en una cosa, y nadie en La ilíada escapa a ella. Bespaloff sí ve diferencias entre los bandos: sitúa el corazón del poema en el duelo entre Aquiles y Héctor y hace del segundo el héroe central. Héctor es el héroe de la resistencia, de los no-combatientes, de la defensa. Cabe decir que Weil acabó corrigiéndose y aceptando que detener a Hitler era un imperativo. Reconozco que al final de su ensayo tomé un lápiz y anoté debajo aquella máxima de Pascal: «La justicia sin la fuerza es impotente, y la fuerza sin la justicia es tiránica».

10 Un último lugar de la guerra: Okinawa, el sur de la isla principal, el parque memorial de la Paz, con cenotafios que recuerdan a todos los fallecidos, de ambos bandos, en la batalla que tuvo lugar allí . En Okinawa murieron más civiles que soldados; los okinawenses fueron usados como escudo humano por el gobierno imperial e instruidos para suicidarse en masa si la isla caía. Recuerdo un testimonio en vídeo, en el Museo Memorial de la Paz, en el que un anciano contaba cómo habían aprendido a matar a sus padres, cómo muchos chicos se hicieron con palos y sacrificaron a sus allegados porque era el deber que el Imperio les había grabado a fuego.

11 Se cumple un año de la invasión de Ucrania y lo vivo en Japón, en cuyo mar Corea del Norte lleva días lanzando misiles de prueba. Leo que Singapur lo ha condenado duramente en Naciones Unidas.

12 El turismo es la forma acabada de la guerra, la puerta por la que entra el mundo cuando la fuerza ha dejado de bloquear el paso. Leo, viajo y escribo para devolver la realidad al mundo, a un mundo demasiado a menudo convertido en puras imágenes, y me consuelo pensando en la forma acabada que tendrá la guerra en Ucrania, en los turistas que encontrarán allí sitios para hacer colas para Instagram. Qué alegría será quejarnos de su frivolidad.

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