Lo del maldito beso supera la fama de la Bella Durmiente y Blanca Nieves, mientras que a nosotros nos sitúa en la segunda parte de El día de la marmota. Apoyando, criticando y penalizando ya hemos hecho los deberes aunque el tema sigue en horario de máxima audiencia. Ahora, la noticia es el tono machista usado en un chat privado, para referirse a unas universitarias. Aparece el rector del centro para amonestar a los tertulianos virtuales y mostrar el respeto a las mujeres. Para más contundencia, los estudiantes han sido expedientados. Mariló Montero aprovecha el tirón y sigue quejándose de Pablo Iglesias por no pedirle perdón al escribir en otro chat privado que «la azotaría hasta que sangrase». Mal, desafortunado y real.
El lanzamiento de calumnias, vil cotilleo de siempre, se practica en el bar, en casa, el pasillo del instituto y el patio de luces. La diferencia es que lo escrito queda. Puede que comentar haciendo uso de la libertad de expresión que no está sujeta a educación o forma, no sea la conducta propia de universitarios que van para maestros y políticos amigotes venidos arriba. Teclear es menos tangible, al igual que es menos doloroso pagar con la tarjeta visa que con efectivo.
El lanzamiento de calumnias, vil cotilleo de siempre, se practica en el bar, en casa, el pasillo del instituto y el patio de luces. La diferencia es que lo escrito queda
Las mamás de primaria y de secundaria en sus grupos de whatsapp también se desmelenan hablando del papá separado que está buenorro, el profesor molón, el culo de aquel que va en moto y ese tío que tiene pinta de ‘empotrador’. Toma igualdad. Hay conversaciones de cafetería, de recreo escolar, de oficina y de supermercado de mujeres cuyo nivel de acoso y derribo va parejo al machismo; aquella celulítica, la gorda sabionda, el putón verbenero... A eso ¿cómo lo llaman? y, ¿cómo se desaprende? Toda esa artillería verbal de las mujeres, ‘sororidad cero patatero’, no es censurable ni punible para esos perennes ofendidos y defensores de la corrección unilateral. Nadie les abrirá un expediente de mala madre, jefa o compañera. Qué despistes, los del patriarcado protector y las feminazis que todo lo controlan.
No veo tantos micromachismos ni fantasmas machirulos a diestro y siniestro, como esa cofradía ideológica de Irene Montero y Pilar Alegría, que va ganando adeptas convencidas de que los hombres son responsables de todos nuestros males. Insisten en que la solución es proporcionar educación sexual y de igualdad, contra el machismo. A ver, si lo publican sin pudor en First Dates a la hora de la cena familiar: «Tú... ¿estás bien dotado?, yo es que soy guarrilla». «Me gustan malotes y necesito follar tres veces al día». ¡Pues ole tú! Solucionado, de paso, lo de la educación sexual.
Las groserías (lo que cada cual entienda como tales adhiriéndose a la metáfora o la broma mal interpretada) no se acabarán con carnets de las buenas maneras
Si este tipo de conversación, entre gente afín, tiene que ser noticia estamos siendo guiados por el maternalismo y la condescendencia institucional. Las groserías (lo que cada cual entienda como tales adhiriéndose a la metáfora o la broma mal interpretada) no se acabarán con carnets por puntos de las buenas maneras. Se trata de aguantar la impertinencia diaria totalmente prescindible o aceptar que se implante el espionaje legal, echar mano del estoicismo, dosificar la repugnancia de siempre y que se canonice a toda aquella, y aquel, que nunca tiró una piedra inoportuna, torpe y ofensiva, contra otra persona. No es broma. Para ir en consonancia con este modo coloquial: «Cómo nos pone una bronca de género». Qué hipocresía, el doble rasero de esa defensa contra la prosa barriobajera hacia unas pocas chicas que ni se habrían enterado (que no justifico ni apruebo) cuando cientos de personas se quedan absolutamente solas, avergonzadas, por hombres y mujeres, en público y nadie hace nada.