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Guadalajara en un llano

10 diciembre 2022 17:07 | Actualizado a 11 diciembre 2022 06:00
Sergio Nasarre Aznar
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Cada vez que visito Hispanoamérica me sucede lo mismo: algo cambia sustancialmente nada más aterrizar. Hasta que me doy cuenta de que el motivo son, de nuevo, tantos niños callejeando, jugando, discutiendo las novedades en los escaparates de las librerías; y pocos «perrhijos», ninguno, por cierto, en cochecito. Este ambiente me traslada inevitablemente a mi infancia, a la de generación X, en las postrimerías del baby boom patrio; mientras hoy, España es el segundo país con menor tasa de natalidad de Europa, aunque, para compensar, ya tenemos más de 15 millones de mascotas, a las que vestimos como nosotros y adaptamos incluso espacios públicos, como los parques y las playas (¿pronto los colegios?).

En esta ocasión fui invitado al Foro de Vivienda organizado por el gobierno de Guadalajara, una ciudad de un millón de habitantes (cinco, contando su área metropolitana), que ha sufrido en los últimos años una importante gentrificación y expulsión de la población de menos ingresos del centro, con evidentes problemas de rehabilitación de las tradicionales viviendas de dos alturas, que contrastan con la nueva construcción de enormes edificios inasequibles para la mayoría de la población, que se mantienen vacíos (en parte por la especulación, en parte porque si los alquilan tardarían hasta dos años en desahuciar en caso de impago).

España es el segundo país con menor tasa de natalidad de Europa, aunque, para compensar, ya tenemos más de 15 millones de mascotas

Gran parte de las construcciones de vivienda pública de los años 2000 a 2010, que se cuentan en decenas de miles en el extrarradio de la ciudad, o bien se han abandonado, o bien han acabado convertidas en infravivienda, como comprobé in situ. El motivo es que no se previó que, al tiempo, llegasen los servicios, incluido el transporte público, a los nuevos barrios, de manera que muchos de sus habitantes deben invertir diariamente hasta dos horas para acceder al centro (donde radica su puesto de trabajo) y otras tantas de vuelta, o bien simplemente no se pueden permitir el coste de los desplazamientos. Si a ello le añadimos las regularizaciones masivas de tierras okupadas, impulsadas por una usucapión corta de cinco años (lo que de nuevo evidencia que no es aconsejable amparar/facilitar legalmente la okupación, como viene haciendo Cataluña desde 2019), tenemos una urbe enormemente extensa, cuyo crecimiento irregular y situación habitacional ya son objeto de preocupación de las autoridades.

Y si por la noche la ciudad queda por todo ello en calma, por el día vuelve el bullicio, la mixtura, los colores y los olores, favorecidos por una temperatura primaveral constante a lo largo del año: sus mercados repletos de tiendecitas donde venden de todo, sus cantinas tradicionales, la elaborada y rica comida callejera que completa su vasta gastronomía (incluidos los chapulines, superados, creo yo, por los gusanos de Maguey, muy celebrados por los objetivos de desarrollo sostenible 2030), la juventud a raudales y las celebraciones de las quinceañeras en el Degollado. La arraigada espiritualidad se percibe en la hermosa catedral renacentista y en los numerosos templos que conforman el centro de la vida y de las viviendas en cada barrio.

Si por la noche la ciudad queda por todo ello en calma, por el día vuelve el bullicio, la mixtura, los colores y los olores

Tras la intervención en el Foro, donde expliqué la realidad europea de la vivienda y las lecciones que hemos aprendido estos quince años que arrastramos de crisis y de políticas (y políticos) erráticas, me invitaron a presentar mi libro Los años de la crisis de la vivienda en el contexto de la Feria Internacional del Libro, que cada año atrae a más de doscientos mil visitantes. Tras una sesión de trabajo con los técnicos municipales y del estado de Jalisco, quedé impresionado por los extraordinarios trabajos fin de carrera de los estudiantes en la Universidad Jesuita de Guadalajara. También tuve tiempo de conocer de primera mano los excelentes progresos de los investigadores del Laboratorio Nacional de Vivienda y Comunidades Sustentables de la Universidad de Guadalajara.

Y el recién descubierto Puente de las Damas, de finales del s. XVIII, al que me guio mi excelente anfitrión, el urbanista R. Loera, que unía la ciudad con los asentamientos indígenas, lo que facilitó la comunicación entre ambas comunidades. Que este viaducto nos recuerde, pues, la conveniencia de tender más puentes científicos y geográficos, personales y sociales, en esta sociedad líquida, en este tiempo de Adviento.

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