Anda el sector educativo revolucionado con la llegada del ChatGPT y su posible utilización por parte de los estudiantes como la herramienta definitiva para realizar trabajos sin ningún esfuerzo gracias a la inteligencia artificial (IA). Ni que decir tiene que buena parte del profesorado ve esta herramienta con suma preocupación y como una amenaza a su labor docente, ya que parece que permite dar respuesta a todo sin necesidad de saber de nada.
Sin embargo, en una sociedad acostumbrada a buscarlo todo en Google, la invención o mejor dicho la evolución de un asistente virtual para responder a todo tipo de preguntas era cuestión de tiempo. Y si algo hemos aprendido en estas últimas décadas es que nada detiene a los avances tecnológicos y que la tecnología no es un problema en si misma sino el uso que se termina haciendo de ella.
Lo mismo sucedió cuando aparecieron las calculadoras personales y algunos vaticinaron que ello supondría el final de la enseñanza de las matemáticas, incluso se llegó a prohibir su uso en las aulas. Pero la realidad demostró que las calculadoras no venían a sustituir a nadie sino a ayudar a realizar las operaciones de forma más ágil y con menos errores, mejorando el rendimiento de los matemáticos y de la ciencia en general.
Igualmente ocurrió con la llegada de los ordenadores personales a las empresas y la premonición de que acabarían con muchos puestos de trabajo, idea que ahora nos parece absurda. De hecho, hoy en día, los avances tecnológicos siguen levantando recelos entre los que temen ser substituidos por una máquina y, sobre todo, por todos aquellos que piensan que no podrán adaptarse a los cambios.
En este contexto, no es extraño que la primera reacción de algunos docentes ante el ChatGPT sea prohibir su uso, ante el temor de que los haga prescindibles. Sin embargo, esta prohibición no tiene sentido y además es ilusoria. Como todo cambio tecnológico, el ChatGPT y el resto de asistentes de IA han venido para quedarse. De modo que no queda otra que comprender las ventajas de esta tecnología e incorporarla a las aulas como una herramienta más del proceso de aprendizaje.
Lo potente (y temible) de esta tecnología no es sólo que es capaz de dar respuestas más o menos completas a partir de una inmensa base de datos que contiene buena parte del conocimiento humano, sino que gracias a los algoritmos y la IA que lo gestiona es capaz de aprender, evolucionar y mejorar su rendimiento de forma exponencial y sin límites. De modo que, a medida que pase el tiempo, cada vez será más potente y presente.
Ante este desafío, en lugar de aumentar los controles y las represalias para evitar que los estudiantes utilicen este tipo de herramientas, el objetivo de nuestro modelo de enseñanza tendría que estar enfocado a cómo conseguir que los estudiantes quieran realmente aprender y no se limiten a buscar y copiar información, ya sea de un compañero, de la Wikipedia o usando el ChatGPT.
La sociedad ha cambiado, y le ha llegado la hora de cambiar al sistema educativo y, especialmente, a las universidades. No podemos mantener por más tiempo modelos formativos anclados en el siglo XIX que buscaban crear, o bien a ciudadanos libres en el mejor de los casos, o bien a obreros especializados en un mundo industrializado. Ni estamos en el siglo de las luces, ni en el de la industrialización, estamos en la sociedad de la tecnología y de la gestión de la información.
Muy pronto, el valor del aprendizaje no lo dará conseguir un título tras años de superar innumerables exámenes, sino que lo dará comprender el entorno, saber utilizar las herramientas adecuadas y estar preparados para el cambio en todo momento, y ello sólo será posible mediante programas de formación continua que se adapten a las necesidades de los estudiantes. Y aquellas universidades que no lo hagan, serán substituidas por otras entidades de formación.
En este nuevo paradigma, el ChatGPT sólo será una más de esas herramientas que es necesario saber utilizar. Obviamente que aprender pasa por adquirir habilidades y conocimientos, pero cada vez cobra más importancia saber buscar y encontrar la información necesaria para resolver los problemas o tomar decisiones, siendo imprescindibles la capacidad de análisis y el pensamiento crítico para poder discernir y aplicar las soluciones o decisiones más adecuadas.
Por todo ello, si las universidades quieren mantener el protagonismo y seguir siendo referentes en el sistema educativo, no les queda otra que cambiar y poner la enseñanza al servicio de los estudiantes, convirtiéndola en algo útil que les permita conseguir sus objetivos personales y profesionales a lo largo de la vida. Algunas ya lo han comprendido y han empezado el camino del cambio. Las otras de momento ni saben ni contestan. Por cierto, el ChatGPT tampoco tiene la respuesta, ya le he preguntado.