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¿Por qué las mujeres llevan el móvil en el culo?

23 octubre 2022 19:50 | Actualizado a 24 octubre 2022 07:00
Martín Garrido Melero
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No he hecho un estudio de campo, no puedo demostrar que las estadísticas me den la razón, solo cuento con mi apreciación que, como todas, puede ser muy subjetiva. Pero puedo afirmar, y no creo equivocarme, que las mujeres llevan el móvil en el culo mucho más que los hombres; o mejor dicho, si ves un culo y un móvil es seguro que pertenece a una mujer.

Seamos precisos. Las mujeres colocan su móvil en uno de los bolsillos traseros de sus pantalones, sin que exista al parecer una preferencia entre el izquierdo o el derecho. No hay tampoco una preferencia de edad, puede tratarse de chicas jóvenes o de señoras entrada en años. Los pantalones pueden ser más o menos estrechos, pero el fenómeno es mucho más llamativo si se observa en unos pantalones bien ceñidos y apretados que dejan un culo como una manzana. En este caso, el móvil se encuentra encajonado a más no poder, sobresale en gran parte del bolsillo y uno piensa que se va a extraviar a la mínima de cambio.

La primera explicación es que los pantalones de las mujeres no tienen bolsillos delanteros y ello obliga a usar los traseros con grave riesgo para el móvil. Pero esta mañana, cuando me he decidido a escribir este artículo, nada más ver a una chica joven que llevaba no uno sino dos móviles en cada uno de los bolsillos traseros, he observado otra (algo excepcional) que portaba el móvil en una bolsa unida al cuello con un cordón. Y eso es lo que me sorprende del hecho, porque las mujeres podían tener los móviles en otros bolsillos, en su bolso, en la mano, o incluso inventar una nueva prenda para llevarlo. Pero no, optan por colocarlo en un lugar tan peligroso para la vida del aparato como es en el bolsillo de atrás.

Explicaciones puede haber muchas. Un antropólogo diría que es un impulso atávico que nos retrotrae a los comienzos de la Humanidad. Un sexólogo afirmaría que la llamada del móvil, especialmente si es táctil, genera una sensación de placer sexual. Un politólogo aseguraría que la culpa es de Tezanos. Una feminista consideraría, y no le faltaría razón, que todo, la pregunta y las consideraciones, son una absoluta memez que prueba una vez más la mentalidad machista. Un psicólogo aconsejaría que el autor recibiera una visita de urgencia, alegando que seguramente está más interesado en los culos que en los móviles. Un gay quedaría preocupado por una cuestión tan importante como la tratada.

La primera explicación es que los pantalones de las mujeres no tienen bolsillos delanteros y ello obliga a usar los traseros

Un jurista analizaría con rigor los centímetros que ha de sobresalir el móvil para que la compañía aseguradora no se haga cargo de su extravío. Un notario (aunque en este caso sería mejor una notaria) constaría que después de pasarse toda la mañana en la Rambla ha visto a un número de personas que llevaban en el bolsillo de atrás un aparato, sin que haya podido determinar si eran hombres o mujeres ni de qué tipo de aparato se trataba, al no haber procedido a su identificación y comprobación oportuna. Un clérigo concluiría, tras serios debates, que llevar el móvil en esa parte del cuerpo no es pecaminoso, siempre que no haya malos pensamientos, sin determinar si deben proceder de la portadora o del observador.

Un político o una política proclamaría que es necesario implementar políticas de igualdad y procurar que todas las personas lleven el móvil en el culo. El presidente del Gobierno aseguraría que la culpa es de la oposición, y la oposición, que del Gobierno; aunque sin ninguna duda el señor Abascal mantendría que todo es posible en un Estado unido, siempre que se lleven los colores de la bandera de España en el móvil, es decir, en el culo. Finalmente, el ciudadano de a pie protestaría, señalando que con la que está por caer, escribir sobre esto es una absoluta majadería.

Teniendo en cuenta que las mujeres, frente a lo que se afirma generalmente, son mucho más prácticas, más inteligentes y más intuitivas que los hombres, el que hayan decidido ponerse el móvil en sus partes traseras no puede deberse a una mera casualidad, sino a una profunda reflexión. La necesidad imperiosa de no apartarse del móvil, aunque para ello sea necesario alojarlo en un lugar tan poco apropiado del vestido.

No podemos vivir sin el móvil. Es más adictivo que todas las drogas juntas. Dejarse el móvil, perderlo o ser objeto de hurto, produce tal sensación de frustración que puede acabar con la salud mental de cualquiera de sus poseedores. El móvil es un fetiche, nuestro amigo o amiga más íntimo en cuyo interior se concentran nuestros secretos más guardados, nuestro compañero cuando estamos solos, la única razón que tenemos para vivir. Sin el móvil, y sus múltiples aplicaciones, no somos nadie.

La importancia de este sutil aparato puede verse especialmente en los transportes públicos. Antes podías sostener una conversación con el acompañante de al lado, o dormirte, si la cosa no daba para más. Ahora es diferente. El acompañante abre el teléfono en Altafulla y dice (o escribe a su interlocutor) «acabo de subir al autobús»; dos minutos después continúa con «sigo en el autobús»; más adelante añade «estoy a punto de llegar»; para terminar en el mejor de los casos con el último mensaje «he llegado a Tarragona». Todo esto en diez minutos. Sí, no lo neguemos, más del noventa y nueve por ciento de los mensajes en el móvil son totalmente prescindibles.

Si un día las mujeres dejan de llevar el móvil en el culo, la Humanidad habrá dado un paso de gigantes.

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