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Más vale Maña: La Maña

05 septiembre 2022 17:35 | Actualizado a 06 septiembre 2022 07:00
Ángel Pérez Giménez
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¡Hola vecinos! Cataluña nos regaló a Agustina Raimunda María Saragossa Doménech, ‘Agustina de Aragón’, y Aragón ha regalado a Cataluña a Emilia Giménez, Lita Claver ‘La Maña’. Estamos en paz. Ha sido un justo y equilibrado intercambio de valores femeninos de hondo calado, salvando las naturales distancias entre tiempos y circunstancias. A Agustina de Aragón, heroína de Los Sitios de Zaragoza frente a las tropas invasoras napoleónicas, le fue concedido el grado de subteniente del Ejército y descansa en la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo de Zaragoza. Fue en el baluarte del Portillo donde la catalana se hizo cargo de un cañón cuando las cosas se estaban poniendo muy feas, haciendo retroceder al enemigo. ¿Qué pintaba Agustina Raimunda María Saragossa Doménech ese día en ese lugar? Pues no dejar solo a su marido, el cabo de Artillería Joan Roca i Vilaseca, al que se había unido en 1803 con apenas dieciséis años y jamás dejó solo frente al peligro. En 1814, el mismo Fernando VII quiso conocerla en persona, otorgándole una pensión vitalicia de cien reales mensuales.

A Emilita Giménez, Lita Claver ‘La Maña’, vedette de insuperables piernas y maestría profesional a raudales, le ha sido concedida la Medalla de Honor del Ayuntamiento de Barcelona. No ha disparado ningún cañón. Ella misma en su mismidad es un cañón. Una chica cañón a cualquier edad, a los 77 años también. ¿Qué pintaba Emilita Giménez en Barcelona tantos años en tantos espacios? Pues lo mismo que Agustina de Aragón: no dejar solo a su marido, el cantante Rafael García, un payo al que jamás dejó solo ante el peligro.

Se fueron a Cataluña porque Zaragoza no era una ciudad fácil. No había Guerra de la Independencia como en el tiempo de Agustina, aunque sí mucha y muy dura Posguerra Civil. A Emilia, gitana de pura cepa, la querían ennoviar con un gitanico de Lérida. Y ahí se plantó. Ella se ennoviaba sola. Escapó con Rafael –¡un payo!–. Y volvió a casa como se vuelve de un escapamiento: embarazada. Y no quedó otra que casarse, aunque ni la parte familiar paya ni la parte familiar gitana estuvieran muy conformes. Es más: la parte gitana en concreto, 15 hermanos de Emilia, se mostraban dispuestos a vengar la afrenta. Salir zumbando en busca de una sociedad más cosmopolita, multicultural, abierta y dinámica fue la decisión de sus vidas. Rafael García sacrificó su carrera de cantante de éxito para volcarse en la de su mujer. Como el cabo artillero Joan Roca i Vilaseca entendió que su Agustina ascendiera a subteniente sin haber sido ni siquiera recluta, Rafael entendió que Lita se convirtiera en un superior, la que tiraba de un carro que él empujaba con verdadera entrega.

A Emilia, gitana de pura cepa, la querían ennoviar con un gitanico de Lérida. Y ahí se plantó. Ella se ennoviaba sola. Escapó con Rafael -¡un payo!-

Cuenta Marian Nadal, vedette zaragozana, comisaria que fue de la exposición ‘La revista musical española. 150 años de historia’, que: «Lita se enamoró perdidamente de Rafael y Rafael de ella. Rafael era un bellezón de hombre y Emilia, estoy convencida, ha sido lo que ha sido y ha trabajado en el escenario, por deslumbrar a Rafael. Él lo dejó todo, su éxito como artista, como cantante a lo Antonio Amaya, para ayudar a Lita, porque sentía verdadera adoración por su mujer. Y, cuando murió Rafael, La Maña no pudo trabajar, no por falta de trabajo ni de fuerzas, sino para vivir su duelo sin grandes dramas, guardándoselo todo para ella. Ha pasado años recluida en su casa, con su hija y su nieta, consumiéndose en su tristeza y en el vacío más absoluto desde que no está Rafael. Ahora empieza a salir un poco, a dejarse ver». Para Marian Nadal, «En Emilia veo a una gran luchadora que quiere a todo el mundo que es currante como ella, que defiende las cosas de verdad, una persona muy transparente. La quiero mucho porque ella también me quiere a mí».

Y a mí, que conste. Hace nada, unas semanas, supe que Emilia Giménez también me quiere a mí. Descubrí que asoma a la página de Facebook del abajo firmante. Y una tarde tenía un mensaje suyo: «Hola Ángel, buenas tardes, te mando un abrazo y un besito». ¿Os lo podéis creer? Una de dos: o me confunde con otro Ángel o se ha enterado de que soy un abuelete canceroso sin remedio, recién operado de la laringe y, por lo tanto, adolorido, temeroso y necesitado de mimos. Respondí dando las gracias porque me sentía un privilegiado, y me devolvió una catarata de emoticonos con caritas de corazones rojos en lugar de clisos.

No borraré nunca esa catarata de caritas de ojos-corazón. La guardaré con otro tesoro irrepetible: el de un vídeo de Marian Nadal y sus compañeras y compañeros de escenario invitándome a seguir vivo, uno a uno. Como no pude ir a verles al teatro, grabaron en el camerino un vídeo para mí solico. A ver quién, en toda la galaxia, ha tenido tanta suerte.

Hay cosas por las que siempre estaré agradecido al cáncer. La Maña y Marian, la historia de Agustina de Aragón y el cabo artillero, el amor de Emilia y Rafael, están entre esas maravillas por las que todo habrá merecido la pena.

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