Josep Maldonado llama desde Reus. Va hacia El Vendrell y de paso se detiene en Tarragona para un café que tenemos aplazado. Es el de siempre, aunque con 60 kilos menos en su cuerpo de gigante que hacía las delicias de Napi, si bien conserva su cabellera y barba inconfundibles.
En realidad va de paso entre Sierra Leona, donde estuvo la semana pasada, y Brasil, adonde viaja esta. En la pobreza de Freetown ayuda a un misionero que ha rescatado a cientos de menores de la prostitución y logra escolarizarlos. Y en las favelas brasileñas distribuirá camisetas del Barça y del Nàstic, botas y balones de su fundación Esport Solidari Internacional, como hizo hace poco en la frontera de Ucrania con Polonia, de donde se trajo en cuatro furgonetas a diecinueve refugiados.