Los 'otros' de las tertulias del Forn del Senyor

El espíritu de una tertulia exige un número reducido y corresponde al de la bancada seleccionar a los jugadores, aunque a él le gustaría que estuviesen siempre todos, lo que desgraciadamente no es posible
 

03 julio 2021 06:20 | Actualizado a 03 julio 2021 16:21
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Hace unos días el que fuera Director del diari de Tarragona, Josep Ramon Correal, publicada en ese mismo medio un entrañable artículo titulado «Vuelven las tertulias del Forn del Senyor». Obviamente primero explica al posible lector que eran (son) estas tertulias.

Queda claro en el artículo que va a mencionar únicamente a algunos de los participantes y de los invitados, es decir, que faltan necesariamente otros (no podía ser de otra manera). Luego asigna a cada uno de los tertulianos habituales una asignación futbolística, correspondiéndome la de la bancada y a él la de ser portero (y selecciona bien, porque en la primera tertulia post-pandemia llegó en el último minuto de partido). Más que el banco, realmente me corresponde la de ser relator de las tertulias, es decir, que vuelvo a mi profesión de todos los días.

Al leer al periodista Correal no he podido por menos de acordarme de los que faltan, y una vez más de los que ya no están, como el profesor Fernando-Luis Valero, que fue todos estos años el más fiel y veraz tertuliano. A él le habría gustado lo escrito por Josep Ramón.

El alpinista Oscar Cadich compartió con nosotros la concesión del premio Sant Jordi. La americana Pamela Barrus, una de las mejores viajeras actuales, y Jorge Sánchez, otro de los grandes viajeros, suscitaron la envidia de los asistentes al descubrir el apasionante mundo de los viajeros internacionales. El antropólogo Eudald Carbonell nos llevó desde el principio de los tiempos al fin de la Humanidad. Y el gran viajero francés André Brugiroux, un verdadero trotamundos, nos explicó su conversión a la doctrina bahai, además del motivo de haber estado viajando constantemente durante más de cuarenta años. El explorador del Ártico Miguel Angel Julian, una de las personas que más conoce el mundo de las tribus siberianas, nos sedujo con sus conocimientos de la Siberia desconocida.

El historiador Jorge Alonso nos abrumó a todos con su conocimiento del origen de los idiomas y no tuvo ningún temor a proclamar que todos proceden del vasco (Correal le dedicó un voraviu para hacer constar los sujetos desconocidos que habitan en nuestra Tarragona). El catedrático Joaquín Ruíz Arbulo fue más conservador pero igual de interesante con su análisis de Roma (incorporándose luego también como tertuliano). El inglés Quigley, afincado en Tarragona, nos explicó con detalles precisos el cerco y caída de Tarragona en la guerra del francés a raíz de la presentación de su libro.

El editor del Manuscrito Voynich, Pablo Molinero, nos adentró en el mundo de las ediciones especiales y en el universo de libro misterioso de la Universidad de Yale, que fue presentado en el Forn (Altafulla). Por su parte el director de cine Juan Cruz, ganador de un Premio Goya, nos exhibió unos cortos del cine negro de humor, en unos días en que las circunstancias políticas no eran prometedoras y era aconsejable reírse (aunque fuera de uno mismo).

El catedrático de la Facultad de Economía Máximo Borrell vino a hablarnos del ajedrez (sus libros sobre este tema se vendieron hasta en la URSS), aunque podría hablarnos de cualquier cosa, porque entra en la categoría poco frecuente de los «sabios». Luego se integró en alguna ocasión como tertuliano. El economista y catedrático de Economía de la URV Agustí Segarra, por su parte, nos introdujo con rigor en los entresijos económicos de la sociedad actual.

El arzobispo Pujol y el Vicario General Fortuny compartieron con nosotros unos platos de Adviento y las preocupaciones actuales de la Iglesia Católica.

Algunos políticos no mencionados en el artículo de Correal fueron Espadaler y Jordi Jané, los dos en su día consejeros de Interior del Govern, y el exalcalde de Altafulla (en su época el parlamentario más votado en Tarragona dentro de la lista de Podemos). También estuvo entre nosotros el malogrado Abelló (candidato a Alcalde de Tarragona) y Javier Villamayor, que nos indicó los problemas burocráticos de la organización de los Juegos Mediterráneos.

Los marinos Bergoñes y Machado (subdelegado de Defensa y Comandante Naval) nos dieron detalles de la vida en el interior de un submarino, lo que motivó una divertida crónica de Josep Ramon en el Diari («Un viatge en submarí por Altafulla»). El cónsul de Marruecos en Tarragona, Lleida y Aragón, Jatim, nos puso de manifiesto los entresijos del conflicto con el Sahara, mucho antes de la actual crisis.

El magistrado Gadea acudió primero como invitado y luego como tertuliano antes de marchar a la Audiencia Nacional (su presencia en una tertulia junto a Valls suscitó desagradables críticas políticas dado los acontecimientos que ocurrían en nuestras tierras). El empresario Ramón Marsal, presidente de la Fundación PortAventura, nos adentró en el mundo de las fundaciones.

Correal mencionaba alguno de los participantes habituales. El espíritu de una tertulia exige un número reducido y corresponde al de la bancada seleccionar a los jugadores, aunque a él le gustaría que estuviesen siempre todos, lo que desgraciadamente no es posible. En estos años nos han acompañado muchas personas: el catedrático de Geografía Josep Oliveras, el sociólogo Ángel Belzunegui, el catedrático de Historia de las Instituciones Antonio Jordá, la abogada Concha Manrique, los arquitectos Enric Casanovas y Xavier Climent. El periodista Pablo Alcaraz y el antropólogo Silveri Pérez Zarco formaron parte del grupo inicial. Los profesores Jordi Sardà y Fede Adán acompañaron a los invitados. No debemos olvidarnos del profesor Magí Aloguín, el editor Manuel Rivera, el pedagogo Gerardo Meneses, el magistrado Diego Alvárez de Juan, el catedrático de griego Anton González, o el fotógrafo Quim Vendrell, y seguramente alguno más que la memoria me impide señalar.

Lo que debe quedar del artículo del periodista Josep Ramon Correal y del mío es un inmenso deseo de volver a la normalidad.

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