Noche de primavera en un pueblo de la costa catalana. Pueblo acogedor, como cálida es la acogida del anfitrión a sus invitados. El objeto del encuentro es simple: un grupo de juristas van a debatir sobre su mundo, que no es el único mundo, ciertamente, pero es el suyo. Hay de todo, como en botica: abogados, jueces, notarios y profesores de Universidad. Asiste también un periodista que observa atentamente, escucha, reflexiona, quién sabe si pensando en una futura crónica. Este escrito es una pequeña muestra de lo que sucedió, sin ánimo de exhaustividad, con ingredientes personales de quien esto escribe (responsable único del texto). No hay un orden o prioridad en la elección de los temas, ni en razón de la urgencia, ni por su calado o gravedad. Los temas salen como los caramelos Tic Tac que emergen de su envoltorio, cantando y bailando como unos caramelos pequeños/dulces/frescos/fuertes/mentolados/afrutados/divertidos/únicos.
Los tertulianos no salieron cantando y bailando, pero casi. Los temas se fueron exprimiendo hasta obtener el jugo deseado. Así por ejemplo, se cuestionó la actividad de los partidos políticos en nuestro Estado de Derecho. Hay aspectos manifiestamente mejorables, en especial su regulación y funcionamiento internos y el control externo. Al cabo de las cuatro décadas transcurridas desde 1978, el sistema privilegiado de protección de los partidos se ha convertido en una verdadera muralla para proteger y propiciar en algunos casos (pocos, pero muy mediáticos) unas conductas reprochables y perseguibles.
Los partidos políticos están formados por personas, que son el eje de la construcción jurídica de una sociedad democrática y libre. Por eso se acepta mal y a regañadientes cualquier limitación a la libertad individual. La legítima, sin ir más lejos, es uno de los más graves atentados a esa libertad individual, puesto que impide al testador legar sus bienes de forma totalmente libre. En la reciente reforma del derecho civil catalán se estuvo en un tris de suprimirse tal antigualla, pero finalmente prevaleció el derecho histórico patrio catalán y se sacrificó el respeto total a la voluntad libre del individuo. ¡Qué ocasión perdida! La misma que se perdió al aprobar el Código Civil español en 1888.
La formación académica de los juristas no es una cuestión menor. Sabido es que la formación universitaria es el primer paso en la vida profesional, pero este primer paso puede ser fuerte y sólido, o titubeante y falto de contenido. El plan universitario llamado de ‘Bolonia’, en lo que se refiere a la enseñanza del derecho en España, no ha cumplido con las expectativas que en él se depositaron. Quizá por eso son pocos los países de la Unión Europea que lo están aplicando. Quizá por eso, el modelo alemán, con planes de estudios y sistemas de evaluación más rigurosos, densos y completos, llama la atención positivamente.
El poder judicial preocupa a todos: es un poder en el que la sociedad confía en demasía y al que se le exige en exceso, aunque sin dotarle de los medios materiales y equipos humanos para que pueda asumir y cumplir correctamente su función. A veces, sería conveniente no fijarse tanto en el nombre del juez, dónde toma café o a qué dedica su tiempo libre, y cumplir con diligencia las resoluciones judiciales sin tantos miramientos y alharacas, con más sentido del aforismo clásico: Dura lex, sed lex.
Es cierto que algunas funciones hasta ahora reservadas exclusivamente a los jueces van a ser desempeñadas por otros operadores jurídicos. Pero la opinión generalizada no era optimista al respecto. Existen, desde hace años, posibles vías que tienen a evitar el proceso judicial, como el arbitraje y la mediación. Pero la mayor confianza que todavía tiene la sociedad en la autoridad judicial hace que sean poco aceptadas por la ciudadanía, a diferencia de lo que ocurre en el mundo jurídico anglosajón.
A tenor de lo dicho y escuchado, el mundo jurídico está pidiendo una mayor reflexión en todos los niveles y un mayor apoyo por parte de la sociedad en su conjunto. Hay que mimar más al mundo judicial. Aunque sea para decirle, parafraseando una obra de la escritora Montserrat Roig, que queremos mucho a este complejo mundo, aunque sea mentira (Digues que m’estimes encara que sigui mentida). Pero deberíamos hacer lo posible para que fuera verdad.