Los resultados en las elecciones de Castilla y León han supuesto un nuevo mazazo para el bipartidismo. Tanto Partido Popular como Partido Socialista han obtenido unos resultados muy por debajo de sus expectativas. Atrás quedan épocas de mayorías absolutas, turnismo y gobiernos monocolor. Los grandes triunfadores, por su parte, han sido la ultraderecha reaccionaria y los partidos localistas de la España vaciada.
Paradójicamente, tanto Podemos como Ciudadanos, fuerzas que nacieron para acabar con el bipartidismo a ambos lados del tablero ideológico, han obtenido unos resultados muy negativos que los sitúan en la marginalidad política. Sí, el bipartidismo está herido grave. Pero los partidos que vinieron a regenerar la vida política española no han sido capaces de tomar la alternativa.
Victoria pírrica del PP. Se queda muy lejos de la mayoría absoluta y va a tener que pactar con Vox para gobernar. Pese a ganar dos escaños, han perdido en número de votos. No eran estas las cuentas que les llevaron a convocar elecciones anticipadas. La apuesta personal de Casado, consistente en crear un efecto Ayuso e iniciar un nuevo ciclo político para asaltar la Moncloa, ha fracasado. Estos resultados, de hecho, no hacen más que reforzar, todavía más, el aurea de la presidenta madrileña como único adalid del partido capaz de cerrar la sangría de votos hacia Vox. El liderazgo de Casado queda cada vez más denostado. Un auténtico fiasco que incluso puede hacer tambalear sus aspiraciones a liderar el partido en las próximas generales.
Vox, por su parte, se sabe imprescindible. Saborea su protagonismo y refuerza su discurso. Sin duda, y por más que le pese a un servidor, la extrema derecha es nuevamente la gran triunfadora de la velada, con permiso de los partidos regionalistas. Los resultados le sirven para reclamar la entrada en el gobierno por todo lo alto. Reclaman vicepresidencia primera y seguro conseguirán impregnar el mandato con su programa de gobierno. Sin embargo, los de Abascal deberían tener presente que, si entran en un gobierno autonómico, dejarán de ser una formación inmaculada.
Gobernar implica mancharse las manos y cabalgar contradicciones. Cuando sólo se está en la oposición es muy fácil predicar, pero cuando se gobierna hay que dar trigo. No será fácil para la formación de Abascal, que basa buena parte de su discurso en el esencialismo, congregar su ideario con el posibilismo que requieren las tareas de gobierno. Decir y hacer no comen a una mesa, dice el refrán.
En Ferraz tampoco están para vítores. El PSOE ha perdido más de cinco puntos y siete procuradores. La irrupción de los partidos de la España vaciada ha erosionado buena parte de su caladero de votos. Luis Tudanca, por su parte, no ha sabido emerger como líder carismático. Si bien ha hecho una campaña correcta sin traspiés alguno, lo cierto es que no ha sabido ilusionar a un nuevo electorado. Ha sido lo que se denomina un candidato de encefalograma plano. Demasiado predecible para los tiempos que corren.
Ciudadanos se hunde. No es una sorpresa sino la confirmación de una tendencia irrevocable. La formación naranja, otrora fuerza que estuvo a punto de dar el sorpasso al PP, agoniza lentamente. Comicio tras comicio va perdiendo escaños, cargos y fuentes de financiación imprescindibles para el mantenimiento de sus estructuras. El enésimo intento de un partido de centro desde la hecatombe de la UCD languidece. Por más que Arrimadas se esfuerce en ser una opción liberal útil para la gobernabilidad del país, su desaparición total es cuestión de tiempo. Una crónica de una muerte anunciada.
En Unidas Podemos tampoco hay nada que celebrar. Lejos quedan aquellos tiempos en que la fuerza morada se situaba como formación irreverente capaz de romper el tablero político. Al margen de errores y aciertos, su particular viacrucis de fuerza transgresora a partido de gobierno le está pasando factura. Tampoco ha supuesto sorpresa alguna. El anticipo electoral ha cogido al espacio con el pie cambiado, viéndose obligado a posponer el proceso de reconfiguración y apertura a la sociedad civil. Estamos ante los últimos comicios en que el espacio político se presentará bajo la marca Unidas Podemos. El futuro proyecto, liderado por Yolanda Díaz, será otra cosa. Esto explica que la vicepresidenta, barruntando el batacazo electoral, haya decidido ponerse de perfil en esta campaña.
Por último, la Candidatura Soria Ya, bajo el paraguas de la Coordinadora España Vaciada, ha sido otra de las sorpresas célebres de la jornada electoral. Que el éxito se haya dado en Soria y no en otras provincias responde al hecho de que las reivindicaciones localistas en este territorio tienen más solera y trayectoria. Su triunfo pone de relieve la importancia de la lucha contra la despoblación y por la mejora de las infraestructuras y las condiciones existenciales de los habitantes de las provincias. Éxito también de Unión del Pueblo Leonés, partido político que aspira a conseguir que León, Zamora y Salamanca conformen una autonomía propia. Han sabido meterse en la ola de las reivindicaciones regionalistas y han obtenido premio. Brotan nuevos componentes en la política española. Problemáticas que quedaban sumergidas en la agenda mediática ahora emergen al regazo de nuevas formaciones. Estas nuevas variables agudizan la complejidad de las predicciones electorales. Cada vez es más temerario hacer caso a los cantos de sirena de los gurús demoscópicos y adelantar comicios en clave meramente electoral.
Decía Félix María de Samaniego en la moraleja de su fábula La Lechera: «No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna, que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro, mira que ni el presente está seguro». Muchos de nuestros representantes bien podrían aplicarse el cuento.