«Hay días tontos... y tontos todos los días». Así dice el refranero popular de mi pueblo. No quisiera molestar a nadie con esto, pero he de decir que últimamente lo hago servir en mi pensamiento más de lo que me gustaría.
No sé si a vosotros os pasa lo mismo, pero cada vez es como que hay más gente que no filtra en el hablar ni el hacer. Porque parece ser que todo fuera válido. Como es lo que pienso, pues ale, lo suelto. Y como es lo que tengo ganas de hacer, pues ale, lo hago.
La inteligencia artificial está en auge, aplicaciones y páginas web que te hacen lo que quieras, y lo que les pidas. Ojalá este ascenso de la IA fuera a la par con la cordura humana.
Porque, digo yo, siempre hemos estado tan orgullosos la raza humana de lo que nos distingue de los otros animales, justamente la inteligencia.
Y ahora parece ser que vamos más allá, y con nuestra inteligencia humana estamos fabricando inteligencia artificial.
¿Os imagináis que estas aplicaciones consiguieran que las personas nos comportáramos de manera más humana?, así como personas, que es lo que somos.
Igual te ha pasado, estás en una cola porque hay un coche delante aparcando, y oyes sonar los pitidos histéricos de alguna bocina, como si de esa manera la persona que aparca vaya a ir más rápido, o te vayas a teletransportar delante de la cola con ese sonido inaguantable, que está puesto para avisar de peligro, no para descargar tu rabia, ni tu incontinencia de humanidad.
Para que los más pequeños aprendan a filtrar necesitan tener buenos modelos. Al final sus referencias son los adultos que estamos con ellos, o los niños que son más mayores
El otro día pitaban a una chica a la que se le había quedado el coche parado en medio de la carretera; bueno, de hecho hubo un conductor que pasó chafando el triángulo que ella había puesto para avisar que tenía una avería.
No sé... la capacidad de ponerte en el sitio del otro está sobrevalorada parece. Y ahí me viene «El que venga detrás que arree», que también está en el top de los dichos populares. Pues así creo que vamos, un poco como en los Juegos del hambre, y parece que viviéramos como si sólo pudiera quedar uno.
O como esos partidos de play off en los que sólo vale ganar. «Win or go home», o ganas o te vas para tu casa. Y de verdad que cada vez me cruzo por la vida con más personas, incluidos niños, que parece que sólo les vale ganar. Pasar por encima de los demás a costa de lo que sea. Lo que se queda en el camino eso da igual.
En el colegio a veces me viene a explicar de otros niños, y no situaciones en las que alguien sufre, que por supuesto se deben comunicar, sino hechos que no llevan a nada.
El otro día en una de estas, me salió del corazón y a la niña que me lo decía le pregunté: pero esto, ¿en que mejora tu vida? ¿Y la vida de ese niño? ¿Y la del los demás? Se dio cuenta al momento de lo que quería decir.
Ojalá utilizáramos igual de bien los filtros de las fotos que los filtros a la hora de hablar o de hacer. Porque no todo vale. En el móvil hay posibilidad de retocarte la mandíbula, la papada, o incluso cambiarte el color de ojos. Vamos, que puedes cambiar todo lo tuyo que se ve por fuera. ¿Y lo de dentro? eso, ¿cómo lo hacemos?
Para que los más pequeños aprendan a filtrar necesitan tener buenos modelos. Al final sus referencias son los adultos que estamos con ellos, o los niños que son más mayores. Está muy bien poder decir lo que piensas o hacer lo que te apetece, pero deberíamos tener en cuenta que no estamos solos en el mundo.
Y si por decir o hacer lo que quieres te llevas por delante a otras personas, creo que te acabas convirtiendo en la segunda frase del título. Porque todos podemos tener un día tonto, pero dependiendo de nuestra elección de vida, podemos acabar siendo tontos todos los días.