Ya estamos en Navidad. Seguimos en manga corta, con un calor que ni en agosto y con público en las playas, pero en los estantes de algunos supermercados ya se venden turrones. La novedad de esta temporada es el de tarta de queso, que hace la competencia a los clásicos de chocolate crujiente, blando o duro. Faltan casi tres meses para que sean las fiestas de verdad, pero tenemos ganas de disfrutar y divertirnos. Enlazamos las vacaciones de verano con Halloween, la castañada y Navidad sin tiempo ni para meter la ropa de invierno en el armario.
De la pandemia salimos más vulnerables, pero también conscientes de que la vida hay que tomársela menos en serio: ahora le damos más importancia a conciliar nuestra vida personal y laboral –el teletrabajo ha llegado para quedarse–, viajamos más, salimos más...
El mundo es más feliz, revela un estudio de Naciones Unidas: «Durante estos años difíciles, las emociones positivas son el doble de prevalentes que las negativas y los sentimientos de apoyo social positivo son el doble de fuertes que los de soledad». Si hay que celebrar la Navidad tres meses, celebrémosla.