Ya hay fumata blanca, habemus presidente del Gobierno después de dos días de un tenso debate de investidura que apenas ha tenido audiencia por televisión: entre un 5,2 y un 15,6% de cuota de pantalla. La política cada vez engancha menos.
Por más que los medios de comunicación hemos dado la matraca con el tema, los momentos más virales fueron un insulto y un ‘patinazo’ literario. Es decir, cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, llamó «hijo de puta» a Pedro Sánchez –ella aseguró que dijo «me gusta la fruta»– y cuando el líder del PP, Alberto Nuñez Feijóo, atribuyó a Antonio Machado una cita del cantautor Ismael Serrano. «No es por darme el pisto, pero es mía», escribió el músico madrileño en Twitter. Instantes después, la bancada de la izquierda se mofó de Feijóo.
El comportamiento de los diputados en el Congreso es un reflejo de lo que pasa en la calle: una sociedad partida en (al menos) dos bandos, crispada y con bastiones cada vez más radicalizados. La política está derivando en un peligroso hooliganismo futbolero.
