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Paco Xammar, compromiso y dignidad

08 diciembre 2022 19:37 | Actualizado a 09 diciembre 2022 06:00
Paco Zapater
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En esta vida hay gente que aporta a la sociedad y gente solidaria que lo daría todo por el prójimo. Pero también existen personas que detraen, que solo piensan en sí mismas y que se aprovechan de los demás para enriquecerse. Félix Millet, Luis Bárcenas y Daniel Ortega, prototipo de la codicia y el choriceo, son ejemplos del segundo grupo. Y en las antípodas, dentro del primero, Teresa de Calcuta, el padre Llanos y nuestro Paco Xammar.

Paco Xammar nació en el Passeig de Gràcia de Barcelona en plena República Española (1933), en el seno de una familia acomodada tirando a rica, asidua del Liceu. Recibió una educación esmerada, acorde con su condición social, y sus expectativas profesionales y hereditarias eran altas. Con esos ingredientes en origen, todo hacía prever que su singladura vital sería similar a la de muchos hijos de la burguesía barcelonesa: empresa, negocios, cargos públicos y políticos... Es decir, dinero y poder, valga la redundancia. No sería de extrañar -haciendo un poco de historia ficción- que todavía hoy, a sus 89 años, formara parte, vía puertas giratorias, del consejo de administración de alguna gasista o eléctrica del lugar. Y probablemente auspiciado por la antigua CiU, ERC o incluso el PSC, dada la tendencia de aquella clase social a poner huevos en distintas cestas.

Esa aparente predestinación de Xammar dio un giro copernicano -a lo San Pablo, vaya- en un momento determinado de su vida: «Dios escribe recto, con renglones torcidos». Fue en su juventud, al tomar conciencia de la realidad social de la periferia barcelonesa cuando decidió donar sus bienes -los propios y los heredados-, ingresar en la Compañía de Jesús, y desde esa plataforma dedicarse en cuerpo y alma a los desfavorecidos.

Nos ha regalado medio siglo de su vida en diversas facetas: pastor de almas en Torreforta, docente, dirigen-te vecinal y de movimientos sociales y, sobre todo, ayudando de forma incon-dicional a los pobres y desfavorecidos

Una parte sustancial de su obra la creó Paco Xammar en Centroamérica, en especial Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Su particular «descubrimiento del Nuevo Mundo» o, por mejor decir, de aquella realidad regional, le viene de las estancias estivales allí desde 1980: docencia en Tarragona durante el curso académico, y viajes solidarios en el verano para ayudar a los necesitados del otro lado del Atlántico. Y un momento culminante que le marca: el asesinato de monseñor Óscar Romero, ocurrido en 1980 en El Salvador mientras celebraba misa. Fue ese suceso el que le llevó a fundar el Comité Óscar Romero (COR) de Tarragona y Reus, una ONG que le sirvió de imaginario puente transoceánico para trasladar decenas de proyectos de cooperación, con el lema de «sensibilizar aquí y ayudar allá». Más allá del pescado al pobre para que coma un día, el ideario del COR era enseñarle a pescar y a llevar el timón para determinar la sinNo menor fue la obra de Xammar en Tarragona, donde llegó a principios de los setenta. Eran tiempos del chabolismo en el cauce del Francolí y el gueto del Barrio de la Esperanza, o sea, un tercer mundo dentro del primero... no muy lejos de nuestras casas. Se instaló en la Floresta, en la periferia de la ciudad, como no podía ser de otra manera. Y desde allí nos regaló medio siglo de su vida en diversas facetas: pastor de almas en la parroquia de Torreforta, docente, dirigente vecinal y de movimientos sociales y, sobre todo, ayudando de forma incondicional a los pobres y desfavorecidos. No es exagerado decir que Paco Xammar es una de las personas que más ha aportado a nuestra sociedad en los últimos cincuenta años. Y siempre desde un carácter sencillo, humilde, empático y con moderación en las formas. Xavier Rius, actual presidente del COR, lo describe como «el nostre Padre Llanos».

No es exagerado decir que Paco Xammar es una de las personas que más ha apor-tado a nuestra sociedad en los últimos cincuenta años

Traté a Xammar en cuatro momentos de su vida. Y de todos ellos salí enriquecido. El primero como profesor de filosofía del Martí Franqués en el COU 1973/74. Sus alumnos todavía recordamos sus mesuradas clases, sentado, con los brazos sobre la mesa y los dedos entrelazados. Una década después coincidimos -ambos como profesores- en la Escuela de Asistentes Sociales de Tarragona, donde gracias al magisterio, entre otros de Xammar, nacieron las primeras y prodigiosas hornadas de trabajadoras sociales, que hoy ejercen sembrando la semilla de Paco. Y no cito a ninguna porque sería una injusticia para las demás. Ya en el nuevo siglo (2011) lo traté como miembro del Senat tarragoní, y aunque él lo consideraba una figura de cara a la galería, realizó aportaciones que cuajaron en proyectos de la ciudad. Hoy, por último, coincidimos en el Comité Oscar Romero, donde tratamos de aplicar su ideario.

A sus 89 años Paco Xammar ha decidido poner fin a su actividad. Y este sábado se le hace un homenaje ciudadano en su despedida de Tarragona. Será en la plaza de La Floresta, y es abierto a todas las personas que quieran pagarle con un abrazo. Al día siguiente cogerá su maleta y marchará a Barcelona a vivir los últimos años de su vida. Pocas cosas materiales llevará dentro: cepillo de dientes, máquina de afeitar y algunas mudas de ropa. O sea, ligero de equipaje material, pues todo lo que tuvo lo donó a los pobres, pero a rebosar de la admiración, la gratitud, y el respeto que una legión de personas sentimos por él. Adiós, Paco, adiós. Que la salud te acompañe en tu nueva singladura.

La trayectoria de nuestro todavía convecino merece una calle en La Floresta con su nombre o el nombramiento de hijo adoptivo. Si me apuran, merecería que su retrato colgara en la Sala dels Tarragonins Il·lustres del Ajuntamiento de Tarragona. Cualquiera de estas distinciones serviría para retornar a Xammar una pequeña parte de lo que él dio a la humanidad. No ya porque ese sea su deseo, pues nada quiere, sino para que sirva de guía a las generaciones futuras. El Salón de Plenos del Ayuntamiento tiene la palabra.

«Es inconcebible que se diga a alguien ‘cristiano’ y no tome, como Cristo, una opción preferencial por los pobres».

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