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Juan Pablo I, un papa imprescindible para la Iglesia y para Europa

El papa Luciani quedó tan sorprendido de su elección, que lo contó con espontánea sinceridad al día siguiente a los fieles congregados en la plaza de San Pedro

04 septiembre 2022 18:28 | Actualizado a 04 septiembre 2022 18:30
Salvador Aragonès
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Ha sido beatificado en Roma el papa Juan Pablo I, Albino Luciani, más conocido como «el Papa de la sonrisa».

Fue el último papa italiano. El año 1978 fue llamado «el año de los tres papas»: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, los tres en los alteres.

El año 1978 fue un año crucial en la historia de la Iglesia y del mundo del siglo XX.

En este, los partidos comunistas de Occidente, en contra de Moscú, buscaban el diálogo y la colaboración con los partidos de centro, dentro del llamado eurocomunismo (comunismo a la europea), liderado por el PCI (Partido Comunista Italiano) que dirigía Enrico Berlinguer.

El gran político italiano, Aldo Moro, había preparado con Berlinguer una colaboración entre demócratacristianos y comunistas, formando el llamado «compromiso histórico». Fue secuestrado el día de la votación del primer gobierno apoyado por los comunistas. El asesinato se atribuyó indirectamente a los servicios secretos de la Unión Soviética.

Pablo VI durante su pontificado se distinguió por su diálogo entre la Santa Sede y los países comunistas en la llamada Ostpolitik del Vaticano. Presidió los funerales por el alma Aldo Moro, su íntimo amigo, en la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán.

En el ámbito internacional, Margaret Thatcher ganó sus primeras elecciones en 1975 y Ronald Reagan, candidato Republicano, ganó las presidenciales de Estados Unidos de 1980, dos años después de ser elegido Juan Pablo II.

Por su parte, la Unión Soviética era cada vez más fuerte en el mundo, tras la derrota norteamericana en Vietnam (1975), las victorias en los conflictos de Angola y Mozambique, el éxito del comunismo en América Latina, donde triunfaba la guerrilla y la teología de la liberación, una fuerte presencia en la India, en el Oriente Medio, en África y con posibilidades de tener un papel importante tras la caída de las dictaduras mediterráneas de Grecia, Portugal y España.

En la Iglesia, el papa Pablo VI dijo que «el humo de satanás ha entrado por las grietas del Vaticano» y de la Iglesia.

El 6 de agosto de 1978 fallece Pablo VI, el papa que clausuró el Concilio Vaticano II, que inauguró en 1962 Juan XXIII.

Por eso, cuando fue elegido papa el cardenal Albino Luciani, Patriarca de Venecia, tomó el nombre compuesto de Juan y Pablo, porque era el primer papa del post Concilio.

Apenas iniciado su pontificado, tras la misa de toma de posesión de su cargo, recibió al día siguiente al metropolita de San Petersburgo

Pero tras su corta duración (33 días) los cardenales eligieron a un papa que debía llevar a la Iglesia al tercer milenio, como así fue con el cardenal polaco Karol Wojtyla, quien eligió el nombre de Juan Pablo II, dando sentido de continuidad a la misión que los cardenales otorgaron al papa Luciani.

El papa Juan Pablo I fue un papa imprescindible para la Iglesia, pues sin este breve papado hubiera sido muy difícil que los cardenales eligieran a un papa no italiano, y más aún, un papa que procedía de un país comunista, como Polonia.

Muchos cardenales vieron en la escasa duración del papa Luciani una señal del cielo. ¿Qué significaba este corto papado?

Con Juan Pablo I llegó «il Papa del sorriso». Era el 26 de agosto, festividad de la Virgen de Czestochowa, patrona de Polonia. Todo un simbolismo.

El papa Luciani quedó tan sorprendido de su elección, que lo contó con espontánea sinceridad al día siguiente a los fieles congregados en la plaza de San Pedro: «Ayer cuando fui a votar junto con los otros cardenales, nunca hubiera imaginado que me elegirían a mí», dijo.

Su secretario, el irlandés John Magee cuenta que cuando le dijeron que debía preparar el encuentro con los obispos de América Latina en la localidad de Puebla en México, el mes de marzo de 1979, dijo: «ya lo hará el próximo papa».

Apenas iniciado su pontificado, tras la misa de toma de posesión de su cargo, el domingo 4 de septiembre, Juan Pablo I recibió al día siguiente al metropolita de San Petersburgo (entonces Leningrado), Boris Rotov, Nikodim.

Nikodim era el número dos del patriarcado de Moscú y al mismo tiempo colaborador del KGB, los servicios secretos de la Unión Soviética, donde era llamado «Adamant».

El día 5, Nikodim, que quiso ser recibido a solas por el nuevo papa Luciani. Le dijo algo sobre el ecumenismo que gustó mucho al papa. Un minuto después, Nikodim caía a los pies del nuevo papa, fulminado por un ataque cardiaco.

El hoy beato Juan Pablo I pasó dos noches sin dormir, pensando qué podría significar esta muerte, según contó a sus más allegados.

Tras unos años de su muerte, un periodista inglés se aventuró a decir que el papa Luciani había sido asesinado. Entonces, el que suscribe era corresponsal en Roma y puede testificar, con muchas fuentes seguras, que el Papa murió de infarto, al no poder resistir la carga del papado.

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