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Incoherencias

14 septiembre 2023 19:49 | Actualizado a 15 septiembre 2023 14:00
Juan Carlos Viloria
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Lo que en el mundo de la información se conoce como ‘maldita hemeroteca’ está haciendo estragos en la clase política, judicial y opinativa. Están apareciendo en las redes innumerables vídeos recogiendo las opiniones contradictorias de ministros, diputados, tertulianos o jueces sobre la legalidad, constitucionalidad u oportunidad de conceder una amnistía a los condenados o imputados por el ilegal referéndum secesionista de 2017.

La amnistía o indulto generalizado que antes de las elecciones del 23 de julio consideraban que estaba prohibido o era anticonstitucional y así lo defendían, una semanas después se ha convertido en políticamente deseable, perfectamente constitucional e incluso indispensable para la convivencia.

El principio de coherencia implica actuar de forma consistente de acuerdo con nuestra forma de pensar o nuestros actos previos, aunque esto signifique ir contra nuestro interés personal. Ahora estamos asistiendo a lo contrario.

En la época de la Transición se llamó chaqueterismo y apunta a alguien que cambia de opinión según lo que dice su jefe para estar de acuerdo con él, en función de la conveniencia personal o algún interés oculto. Pero lo que hasta ayer era un comportamiento vergonzante ahora parece formar parte de la normalidad política y social. En la modernidad líquida, prevalece en la escala de valores el bienestar económico mientras que se considera la flexibilidad moral, ética o política como una virtud.

Está de moda el llamado cambio de opinión. Ahora con relación a la amnistía y en la legislatura anterior al valorar positivamente la concesión de indultos, la modificación de la secesión o el delito de malversación.

Lo que era un comportamiento vergonzante, ahora parece formar parte de la normalidad política y social

Decía al principio que la maldita hemeroteca está haciendo estragos en la clase política al poner en evidencia sus incoherencias y contradicciones, pero en realidad se impone el principio de validación social que define la predisposición a actuar de acuerdo o como lo hace la gente que nos rodea en nuestro grupo o partido.

Es paradójico, sin embargo, que se aferren a la coherencia algunos de quienes denuncian la traición a los principios de sus camaradas de partido. Guerra y González denuncian al PSOE, pero lo siguen votando.

El problema de fondo no es el chaqueterismo de los políticos y los tertulianos, sino que esa moda llegue a las instituciones como el Tribunal Constitucional. La ventaja de normalizar la incoherencia, sin embargo, es que la opción de dar a Puigdemont el mando a distancia sale demasiado cara.

Al día siguiente, se puede defender con el mismo ardor la repetición de elecciones. Susto o muerte.

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