Es muy recomendable la película ‘Justicia artificial’, dirigida por Simón Casal y con unos excelentes Verónica Echegui, Alberto Ammann y Tamar Novas, entre otros. El argumento trata de que en una España no muy lejana se quiere sustituir a los jueces por un programa de inteligencia artificial que será el que determine si la persona juzgada es inocente o culpable y, en este caso, qué pena merece. El objetivo es eliminar el factor humano de los tribunales y que sea un programa informático el que analice las reacciones de la persona procesada para decidir, por ejemplo, las posibilidades de que un delincuente reincida.
Puede parecer buena idea, visto lo que sucede últimamente, con unos pocos jueces que, más que magistrados, parecen políticos o que se erigen en defensores de la una, grande y libre y se saltan la separación de poderes.
Puede parecer una buena idea, pero peligrosa. ¿Qué intereses habría detrás de esa justicia artificial? ¿Quién la programaría? ¿No sería mejor recurrir al sentido común que a una justicia automática? ¿Una Inteligencia Artificial habría aplicado algo tan necesario como la amnistía independientemente de si es «justa» o no?
La duda es si una máquina puede llegar a ser mejor que un ser humano. La respuesta inmediata es que no, pero con clarísimas excepciones, eso sí, como Trump y otros líderes actuales.