El Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos va superando crisis que la rapidez de los acontecimientos va soslayando gracias a la siguiente. Sobre el papel se trata de una coalición heterogénea, como hay tantas en Europa, pero en la práctica cotidiana aparece abrumada por discrepancias y contradicciones que sus miembros niegan, pero luego cuando procede hacer filtraciones enseguida las muestran a la opinión pública.
Gobernar en coalición nunca es fácil: por mucho que se pacten programas y se repartan funciones, la realidad es que se trata de una asociación de competidores que emergen en la sombra política. Los que ahora aparecen unidos ante objetivos comunes, dentro de un tiempo saben que tendrán que enfrentarse en la disputa del voto que determinará su suerte para la legislatura siguiente.
En el caso de España hay algo original: la coalición no se apaña por si sola para sacar adelante leyes y proyectos. Para conseguirlo echa mano de algunos socios de principios dispares de conveniencia que necesita para obtener las mayorías parlamentarias. En este caso se trata de Esquerra Republicana de Cataluña y Bildu, que comparten ideas e iniciativas independentistas y en menor medida del PNV.
Cada uno intenta conseguir algo a cambio de su voto. Y eso obliga, particularmente al presidente Pedro Sánchez, a estar trapichando con ellos concesiones que siembran polémica y, peor que eso, algunas pretensiones que de una forma u otra favorecen sus ambiciones políticas a menudo claramente anticonstitucionales.
Nadie ignora a estas alturas que el apoyo prestado tiempo atrás por los partidos secesionistas catalanes, justificado por la predisposición del entonces ‘president’ Jordi Pujol, les servirían más tarde para obtener concesiones que fuerzan las reivindicaciones como la que actualmente ha llevado a reducir la enseñanza del español en los colegios.
Mientras tanto, el Congreso ha aprobado leyes importantes gracias al voto del Partido Popular, con un sentido reciente más abierto a la negociación y al diálogo que unos meses atrás parecía estar vedado. Estar en la oposición no obliga necesariamente oponerse a todo por sistema. Hay cuestiones de Estado y medidas sensatas que pueden ser convenientes para la sociedad, gobierne quien gobierne.
Lo que no deja de ser paradójico es que como ha ocurrido recientemente, la oposición ha brindado el respaldo al Gobierno que sus socios le han negado cuando sus exigencias en el trueque tropezasen con el límite de las concesiones posibles. La evolución de la legislatura va resistiendo seguramente con un caro precio electoral para Sánchez y el PSOE cuando se contabilice en las urnas esta política de resistencia que los electores no suelen olvidar.