La semana pasada me refería al aserto «eran tan pobres que solo tenían dinero» y a la Agencia Estatal de Administración Tributaria. Sigo con el mismo tema y quiero recordar que el sentido común (seny, en catalán) es el menos común de los sentidos. Y el actual Gobierno de coalición pone claramente de manifiesto que es cierto. Puesto que, en un momento de grave crisis económica como el que está viviendo nuestro país, con millones de familias sin poder llenar la nevera o encender la calefacción, que bajar los impuestos para aliviarlas un poco se vea como un despropósito es algo a todas luces incomprensible.
Las excusas siempre son las mismas, la sanidad y la educación, aunque representen una parte ínfima de los Presupuestos Generales del Estado, ya anunciados para este año. Habiendo partidas con mucho peso, donde existen muchas más dudas de la necesidad de su existencia, como Igualdad. Y encima en un año en el que la recaudación ha marcado una cifra absolutamente récord, por la inflación, lo que debería dejar margen para bajadas impositivas. Otra de las excusas más usadas actualmente es la absurda dicotomía entre ricos y pobres, donde, como hemos comentado otras veces, el listón de ser ‘rico’, cuando más quieren gastar, más lo bajan, hasta que el rico acabas siendo tú. Porque un gobernante siempre piensa que él gasta poco y que tú gastas mucho. Tampoco se ponen de acuerdo en qué impuestos tocar, puesto que los aberrantes impuestos de Patrimonio o Sucesiones, que gravan activos por los que ya se han pagado impuestos, argumentan que son los que más ‘confiscan’ a los ricos.
Pero en cambio, hace unas semanas se propuso bajar el IVA de los alimentos, que tanto han visto aumentado su precio estos últimos meses, y a los amigos de lo público tampoco les pareció bien. Discreparon diciendo que los ricos también comen, olvidándose por completo de que el porcentaje de la renta que destina una familia humilde a comida es muy superior al porcentaje de renta que destina una familia acaudalada. Mejor deberían explicar esos 20 céntimos de gasolina, donde entran más en un Mercedes Benz AMG que en un SEAT de hace veinte años.
La última gran excusa a la que se aferran los socialistas y demás colectivistas para seguir metiéndonos la mano en el bolsillo es que alguna entidad supranacional, de supuesto prestigio, defiende subir los impuestos. Como si no fuéramos capaces de ver el conflicto de intereses que supone que dichas instituciones se financien vía erario público. ¿Cómo no van a querer más impuestos, si sus abultados sueldos dependen de ellos?
En mi opinión, la dicotomía ricos-pobres no existe. Esos eslóganes de que «paguen los ricos» son simplemente eso, eslóganes. Lo que existe es la separación entre familias y Estado, y aquí es donde nunca paga el Estado. En todas las crisis son las familias las que han de ajustarse el cinturón, mientras que el gobierno no para de gastar y endeudarnos. Los políticos nunca dicen «vamos a gastar menos para que vosotros tengáis más». El porcentaje de la economía que no controla el Estado lo tienen las familias, a más sector público, menos privado, el cálculo es sencillo.