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Más que brecha digital, es un cráter

26 octubre 2024 21:28 | Actualizado a 27 octubre 2024 07:00
Àurea Rodríguez
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Uno de los informes que he leído recientemente sobre cuales son las ciudades en Estados Unidos que se desarrollarán más gracias a la IA, habla de 13 ciudades de desarrollo y el resto los denomina desiertos de la Inteligencia Artificial (IA). Es decir, aquellas ciudades o regiones que no tengan ni empresas, ni talento ni conocimiento ni infraestructuras, quedarán fuera de esta nueva revolución industrial.

El acceso y adopción de las tecnologías digitales sigue siendo uno de los principales indicadores del desarrollo económico y social de una sociedad. Sin embargo, con la potencia económica de la IA, lo que llamábamos «brecha digital» puede evolucionar a «cráteres», separando a aquellos que tienen acceso a las tecnologías más avanzadas, de los que no.

Según un estudio reciente de Bloomberg Philanthropies, por ejemplo, solo el 2% de las ciudades en el mundo están adoptando activamente la IA generativa en sus procesos, a pesar de que la mayoría de ellas muestra interés en hacerlo. Es cierto que algunas ciudades han hecho avances significativos en la integración de la IA generativa en sus operaciones. Buenos Aires, por ejemplo, con su chatbot «Boti», ha logrado facilitar el acceso a los servicios públicos para millones de personas. Ciudades como Singapur y Ámsterdam están utilizando la IA generativa para innovar en educación y en el desarrollo de materiales sostenibles. Estas innovaciones son excepciones en un mundo donde muchas ciudades, especialmente en regiones en vías de desarrollo, carecen de la infraestructura digital necesaria para siquiera pensar en la IA.

Según Ricardo Baeza-Yates, experto en IA, un 35% de la población mundial no tiene acceso a internet, y un 10% no habla ninguno de los idiomas soportados por los modelos de lenguaje de última generación. Estas cifras revelan, de entrada, una exclusión de la tercera parte de la población mundial. Este cráter digital no solo separa a los que tienen y no tienen acceso a internet, sino también a aquellos que, aunque tienen acceso, no poseen las habilidades o los recursos para aprovechar plenamente las tecnologías emergentes. Además, tal como señala un estudio del Brookings Institute, gran parte de la innovación en IA sigue concentrada en pocos centros urbanos como el Área de la Bahía de San Francisco, mientras que muchas otras ciudades, incluso dentro de economías avanzadas, luchan por no quedarse atrás. Esto crea lo que los expertos denominan una «desdemocratización» de la tecnología, donde solo unos pocos lugares tienen el poder y los recursos para avanzar tecnológicamente, mientras que el resto del mundo queda al margen. Este desbalance no es solo técnico, sino también económico y social, y amenaza con profundizar las divisiones existentes en la sociedad. Y de ahí los cráteres.

El problema no es solo de infraestructura, incluso en regiones con una base digital adecuada, la falta de diversidad en el desarrollo y aplicación de la IA está creando un ecosistema donde las innovaciones reflejan los sesgos de los grupos que las crean. Es esencial que los gobiernos y las empresas inviertan en cerrar esta brecha digital antes de que se convierta en un cráter. Esto implica no solo mejorar la infraestructura tecnológica en áreas marginadas, sino también diversificar el talento que trabaja en el desarrollo de IA y asegurarse de que las aplicaciones tecnológicas reflejen las realidades y necesidades de todos los grupos sociales. Asimismo, es crucial que la IA generativa se diseñe de manera inclusiva, soportando más idiomas y teniendo en cuenta contextos culturales y socioeconómicos diversos. De lo contrario, corremos el riesgo de perpetuar y ampliar las desigualdades ya existentes en nuestra sociedad y crear un verdadero cráter.

PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos de SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.

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